A manera de prefacio debo decir que ahora que se cumplen 100 años del natalicio de Alejandro Durán (9 de febrero) es la oportunidad para hacerle un homenaje merecidamente terrenal, pues sus canciones y sus recuerdos aún están vivos y frescos en la mente de muchos de quienes fuimos y seguiremos siendo sus seguidores. La última vez que lo vi fue en Montería, atravesaba el parque Laureano Gómez frente a la gobernación de Córdoba. Iba con su andar parsimonioso, su camisa blanca y su sombrero vueltíao, ese que siempre parecía lucir aún sin llevarlo puesto. Y mucho más allá fuimos muchos quienes estuvimos en su sepelio. Sus canciones se escuchan y seguirán escuchándose, vaya uno a saber hasta cuándo. Todos, o al menos casi todos, sabemos que sus restos reposan en el cementerio de Planeta Rica hasta donde fue llevado junto con su “pedazo de acordeón”, así como lo había solicitado, a manera de favor, en la canción que lleva ese nombre.
De Alejo a María Varilla
Ya quisiera uno decir lo mismo de María Varilla [aquí se escribirá con V]. Confirmar su ascendencia, sus padres, sus hijos, si en verdad los tuvo, el sitio exacto de su nacimiento y de su muerte, el cementerio en el que reposan sus restos. Pero no, de María Varilla solo se conocen especulaciones con fuerza de mitos y leyendas. Incluso, las investigaciones más serias que de ella se han hecho dejan muchísimas dudas, lo cual, sin demeritarlas, impiden aprobarlas, desde una mirada crítica, como una investigación con resultados objetivos.
A parte de la tradición oral, de la que se agarran algunos investigadores y académicos, como la prueba principal para demostrar su existencia, nadie ha podido mostrar una evidencia objetiva de su paso por este mundo. Lo que de María Varilla se ha dicho y escrito sigue siendo incierto. Las supuestas evidencias históricas que reclaman su existencia son mínimas y ambiguas. El lugar de su nacimiento nunca se ha precisado. Sin embargo, hay quienes dan fechas literales y exactas. Sin registros oficiales o confiables aseguran que nació en Ciénaga de Oro en 1887 y murió en Montería en 1940. Estos años son tomados en forma literal de la tradición oral para apoyar sus estudios. Otros dicen que era de Mocarí. Otros de Tres Palmas. Algunos optimistas aseguran que nació fue en Montería en la calle 33 entre carreras 1 y 2. Aun así, nada esclarece su origen ni da cuenta de su vida cotidiana. No existen documentos oficiales que confirmen esas fechas, ni contrastes que establezcan una relación cierta entre esas fechas y un hito de la historia de Córdoba o Montería. También se ha dicho que su mamá era Evangelina Tapias. Que entraron como “matriculado” en la finca “Las Majaguas”, de la familia Berrocal, donde se supone vivió hasta los 16 años.
Un perfil de ella está registrado en Wikipedia. El hecho de que haya sido escrito resultaría muy convincente y persuasivo, especialmente para personas que no están acostumbrada a hacerse preguntas sobre: ¿quién lo escribió y cómo? ¿Eran investigadores imparciales? ¿Tenían solo la intensión de demostrar la existencia de María Varilla? ¿Tenían algún sesgo sus escritos dado que todo se basó en la oralidad?
Académicos y no académicos tienen todo tipo de versiones. Se dice que su apellido materno (Tapias) lo cambió cuando conoció a Perico Barrilla [los investigadores lo escriben con B], su compañero. De María Varilla han llegado, incluso, a mostrar una foto, nada convincente, que se supone estaba en poder de una nieta que solo conocieron, sin más pruebas, los investigadores que dicen haberla descubierto. La misma foto que ahora viaja por el ciberespacio (ver fotografía de María Varilla 1922). De María Varilla es mucho lo que se ha dicho y se seguirá diciendo. La imaginación sobre su vida trasciende los límites de la memoria histórica. Y eso es lo que forma imaginarios colectivos, desde el mito, por supuesto.
Creo que en las familias cordobesas y particularmente monterianas siempre hay alguien que en su ascendencia bailó con ella. Por eso, sacando cuentas, de seguro a María Varilla no le hubiera alcanzado esta vida ni la otra para bailar con toda la gente que aseguran haberla sacado a bailar en un fandango. De haber sido esto cierto, matemáticamente hablando, y desde el mito claro está, todavía hubiera gente haciendo cola para sacarla a bailar, hasta más allá de su propia muerte.
También aseguran que lavaba y planchaba en las haciendas. Que su verdadero nombre era María de los Ángeles Tapia. Que la vieron bailando en las fiestas patronales de San Carlos, que ese mismo día estaba en Santa Lucía. No faltan los que dicen, con una seguridad absoluta, que vivió en Montería en la calle 33 entre carreras 1 y 2. Que su partida de bautismo se quemó en un incendio que arrasó la iglesia de Ciénaga de Oro. Otros aseguran que estuvo a punto de enloquecer a un francés que se enamoró de ella. Que sus restos reposan en el antiguo cementerio de la calle 29 en Montería, pero nadie confirma su tumba. En fin, cada uno en las familias monterianas aporta algo de sus propias cosechas.
De la verdad histórica al mito
Aquí no se trata de desconocer la oralidad como fuente de investigación histórica. Tampoco de no aceptar que las cosas existan hasta que no se esté frente a ellas de viva voz y cuerpo presente. O hasta que se toquen con las manos. Nada de eso. Lo que se requiere es que se demuestre la verdad histórica con evidencias y mediante la aplicación del método científico. Y no solamente mediante la tradición oral. Es cierto que el razonamiento especulativo tiene cabida en la investigación científica, pero este, al igual que la tradición oral, en el caso específico de María Varilla, no debe ser utilizado como único instrumento de su investigación. “El boca-boca” o “boca-oreja”, cuando no deforma la realidad, la termina negando, o convirtiendo mentiras en verdades.
Uno podría también decir que María Varilla es un símbolo de nuestra cultura, que representa a la mujer sinuana bailadora de porro y fandango, que determinados episodios de los que de su vida se dicen son símbolos, y otros son realidades, pero: cuáles son los criterios para afirmar o decidir cuáles son simbólicos y cuáles son literales o ciertos? No los conozco, al menos yo no sé de ellos.
Muchas personas, creo que muchísimas personas, especialmente en el departamento de Córdoba, hoy en día, toman todo lo que de María Varilla se dice y se ha escrito como hechos ciertos, y ello tiene un gran poder e influencia sobre el futuro y el devenir histórico del personaje y el imaginario colectivo de la ciudad. De modo que de María Varilla no solo hay que rescatar sino también demostrar sistemáticamente y con evidencias los episodios que de su existencia se dan por cierto. También hay que desechar los que pueden ser inciertos, ambiguos. A riesgo de que les cause molestia, los investigadores que dan por cierto la existencia de ella igualmente deben tener en cuenta otros criterios, como los de quienes ponemos en duda su existencia.
En el caso de estudios adelantados por investigadores, por cierto muy serios y respetables, aún hay una línea gris bien gruesa por aclarar. Es posible que María Varilla haya existido, pero asegurarlo como ellos lo aseguran, sin dejar espacio para la duda, en medio de toda esta incertidumbre sin fin, le resta no solo credibilidad a sus estudios, sino que deprime la posibilidades de seguir investigando, por cuanto no dejan ninguna ventana abierta sino que todo lo dan por cierto, lo cual ocasiona un efecto contrario y devastador por cuanto, lo que puede ser un hermoso mito o una hermosa leyenda, corre el riesgo de desfigurarse y convertirse en insustancial, en un cuento chino.
Sin el ánimo de herir sentimientos de nadie solo por el deseo de hacerlo, lo cierto es que me desconcierta la manera cómo se ha abordado el tema de la existencia o no de María Varilla, fijándose solo en la oralidad. Por eso lo que de ella se diga, en los términos en que algunos investigadores lo han demostrado, con la oralidad como único instrumento válido, es lo que la sigue manteniendo en la categoría de mito y fantasía; y, aún peor, en medio de una investigación sin fundamento, a no ser que aparezca una evidencia distinta a la oralidad que demuestre lo contrario. Lo cierto es que aún falta mucho por investigar, mientras tanto María Varilla seguirá metida en el corazón de nosotros los cordobeses, eso es lo importante, porque ella posee los poderes tan fuertes que solo logra la imaginación y el amor, ese que los cordobeses sentimos por ella.