A mí el video me llegó a las ocho de la mañana. A un costado del puente del Combeima en Ibagué se había apostado un curioso. Grababa pacientemente. Se veía perfectamente a Jessy Paola Moreno Cruz con su hijo en brazos. Medio minuto después la madre y el hijo caían. Se escuchaban los gritos desgarradores, la desesperación. Quedé en shock. En la oficina a los muchachos también les llegó el video. En ese momento en Colombia se extendía la filmación, se hacía tendencia. La página Ecos del Tolima que tenía la noticia se cayó al instante, jamás había recibido tantas visitas. Los medios nacionales aliviaron un poco su carga informativa con otros videos de curiosos que estaban en el puente y que lo publican sin pensarlo. En uno se veía el esfuerzo de los policías para convencer a la señora. El que graba sólo tiene un objetivo: captar el momento en que se tire. Sabe que tendrá una joya si sucede, que por fin le pegarán al perro, millones de visitas en un momentico. De pronto la cosa se pondrá tan buena que hasta recibirá platica por él.
Una vez convertido en tendencia nacional el suicidio, Jessy Paola y su hijo tienen una segunda muerte. En redes es crucificada, linchada, vilipendiada. En uno de los países más malditamente católicos la madre es juzgada sin piedad. La llaman perra, la llaman asesina, la escupen, la maldicen. No existe un momento de reflexión. Los medios no ayudan. Solo hasta bien entrada la tarde cuentan la razón por la que decidió acabar con su vida. Los pagadiario la acosaban. Los pagadiario la quieren matar. La buscan todos los días, le quitaron su casa, le dejan mensajes, amenazan a su hijo. Destruyen su vida. En el Facebook de la madre se ven fotos en un carro, la sonrisa perfecta, una vida de mentiras. Los pagadiario están ahí para llevar dinero fresco y rápido al que lo necesite. Todos saben quiénes son, dónde viven, cómo operan, pero nadie los denuncia. Los pagadiario tienen la conciencia tranquila. En el país donde todos se creen empresarios, estos agiotistas despiadados tan sólo cumplen con uno de los legados de Pablo Escobar: sé rico, no importa cómo, pero sé millonario. De nada sirve ser honesto. Si tienes que secar un río para lograr tu objetivo, hazlo. Solo los que no se arriesgan siguen siendo pobres. Ponle una pistola en la cabeza a tus clientes, dales la plata ya y después cobra el 20 % de intereses. El que recibe la plata no piensa en el momento, no hay plata para pagar el arriendo, para hacer el mercado, para vivir tranquilo en la dictadura del Facebook. El que recibe la plata no ve el mañana. Todos queremos ser lo que no somos. El pagadiario es otro de los males que Colombia exporta por el continente con el mismo éxito que salen de acá telenovelas, jugadores de fútbol y toneladas de coca.
Los pagadiario están ahí para llevar dinero fresco y rápido al que lo necesite.
Todos saben quiénes son, dónde viven, cómo operan, pero nadie los denuncia.
Los pagadiarios tienen la conciencia tranquila
Mañana nadie se acordará de Jessy Paola y su drama. Nadie pensará en las razones que la llevaron a tomar la más desesperada de las decisiones. Ella será solo un video más que se extenderá por el mundo en grupos de WhatsApp. Nadie preguntará nada, solo será un espectáculo. Los que filmaron lograron su objetivo, pronto recibirán un cheque, pronto la plata se les escurrirá entre las manos, y tendrán que llamar a un pagadiario para que engrase sus manos con plata rápida, sin fiadores. Pronto estarán tan desesperados por la presión de sus fiadores que hasta pensarán en matarse.