Pareciera que las noticias medioambientales tienen poca repercusión en el ámbito nacional y terminan apareciendo solo en pequeños espacios o entran y salen rápidamente. Sin embargo, hechos como que el calentamiento global cambiará el color de los océanos, la temperatura en Australia llegó a los 47 grados, los peces del Magdalena están atrapados por las hidroeléctricas y las personas de bajos ingresos y vulnerables están más expuestas a la contaminación realmente son grandes alarmas para la sociedad. Con ellas se pone de manifiesto el deterioro del ambiente, el cual por interacción debe generar deterioros en la humanidad.
No obstante, si no hay datos concretos, hablar de esto se convierte en retórica, de ahí la importancia de los registros presentados por El Instituto Nacional de Salud (INS) en Carga de Enfermedad Ambiental en Colombia, en donde muestran que 17.549 muertes en Colombia están asociadas a la mala calidad del agua, del aire y a la exposición a combustibles pesados.
Esto debería llevar a un gobierno a priorizar en los temas de salud pública, pero en Colombia, como lo muestra el mismo documento, termina siendo la lucha de líderes sociales interesados en el tema ambiental. Acá cabe anotar que a los líderes sociales ambientalistas los están matando, como lo muestra este titular 2017: El año en el que más defensores del medio ambiente fueron asesinados y como lo menciona la organización británica Global Witness “Colombia es el segundo país más peligroso de Latinoamérica para los defensores de la vida y el ambiente”.
La pregunta que queda después de estos resultados es: ¿cuáles son las medidas de política pública que se han establecido en Colombia para incidir sobre los problemas relacionados directa o indirectamente con la salud ambiental? En el documento se muestra que el país se ha suscrito a diferentes acuerdos, convenios y protocolos internacionales que constituyen un marco normativo que puede contribuir en las agendas políticas en materia de salud ambiental para la formulación de políticas públicas, pero a su vez demuestra que estas políticas no son nacionales sino regionales, de allí que dependan de cada gobernante de turno.
Con todos estos acontecimientos, el reloj del fin del mundo (Doomsday Clock, en inglés) poco a poco se acerca a la medianoche y, como lo reportaron en el boletín de científicos atómicos en enero de este año, “la humanidad ahora enfrenta dos amenazas existenciales simultáneas, cualquiera de las cuales sería motivo de extrema preocupación y atención inmediata. Estas amenazas principales son las armas nucleares y el cambio climático”.
Ojalá que este estudio, con estos resultados, tenga eco por fin en la consolidación de una política nacional ambiental y que el cuidado de la naturaleza no siga dependiendo de esfuerzos individuales.
