¡Que rabia con Maduro, qué rabia con Ortega, que rabia con Correa, qué rabia con Dilma/Lula! ¡Que rabia con todos los imbéciles dictadores que se amparan dizque en una “ideología de izquierda” para hacer todo tipo de barbaridades!
Lo complicado con esto que ha pasado en América Latina es que están empujando la región a manos fanáticas que como las de Bolsonaro se dicen de “derecha” pero lo que están defendiendo es una ideología religiosa que quisiera reinstaurar la Santa Inquisición para quemar en la hoguera a todo el que no piense como ellos.
Las palabras izquierda y derecha están tergiversadas por cuenta de estos dictadores que se han apropiado del poder, que han embutido de corrupción las bocas de los militares que los apoyan y que tienen subyugado al pueblo, exterminados los derechos humanos y se han perpetuado en el poder por medios ilegítimos, tanto que al parecer en Nicaragua y Venezuela solo los sacará una nueva intervención militar.
Pero ni izquierda significa las idioteces que hace Maduro, ni derecha es el fanatismo de Bolsonaro. Cuando estas palabras se acogen a un sistema democrático, los matices se refieren sobre todo al manejo del Estado y su relación con la economía, pero no a los derechos individuales. Para la izquierda democrática el Estado debería intervenir y controlar las decisiones económicas. Un Estado que regule la producción y sea dueño de los recursos naturales sería el ideal de la izquierda y un Estado minúsculo, raquítico, frente al mercado desbordado sería el ideal de la derecha.
El problema son los tiempos porque muchos de los cambios que requieren izquierda o derecha necesitan períodos largos para implementarse o decisiones constitucionales que modifiquen la estructura del Estado. De ahí que a la fuerza muchos “gobernantes” pretendan atornillarse en el poder y para hacerlo se extravían en sus propósitos y producen cambios, pero no para implementar el sistema, sino para favorecer a una casta de burócratas que como en Venezuela se fue apoderando de la riqueza y empobreciendo hasta la miseria al propio pueblo que decía favorecer. Hoy los únicos que comen bien en Venezuela son los “boliburgueses” amigos de Maduro y Diosdado.
Se llegó a la distorsión de lo que significa o debería significar izquierda
y nos dejaron a quienes creemos de verdad en ella,
sin banderas, arrinconados, como si fuéramos amantes de las dictaduras
Por esa vía se llegó a la distorsión de lo que significa o debería significar izquierda y nos dejaron a quienes creemos de verdad en la posibilidad de esa tendencia política, sin banderas, arrinconados como si fuéramos amantes de las dictaduras, de la represión y la falta de libertades cuando precisamente es todo lo contrario: la izquierda, por lo menos en la que yo continuo creyendo es la búsqueda de la libertad, la inclusión y la protección de los más pobres; eso sí, dentro de la democracia plena para lo cual se deben garantizar las libertades políticas, es decir la expresión de la diferencia de pensamiento.
Así pasa en países verdaderamente democráticos donde se alternan los modelos sin impedir que la oposición se manifieste y pueda llegar al poder. Así ha pasado con la izquierda y la derecha en el Chile de la posdictadura, por ejemplo. De Bachellet a Piñera o de Piñera a Bachellet en un saludable vaivén del péndulo, sin que se altere el proceso democrático, ni los períodos de gobierno.
Esperemos que los dictadorzuelos que quedan por Nicaragua y Venezuela, colgados de la bota militar, que tanto combatimos en la izquierda del siglo pasado, se vayan pronto y permitan que en esos dos países se restablezca la democracia y no que por cuenta de ellos llegue un gobierno fanático de derecha que reproduzca el modelo represivo desde otra “ideología”. En Brasil, afortunadamente Bolsonaro llegó pero la democracia sigue intacta. Es decir que los pesos y contrapesos del poder no se alteraron para que en algún momento ese fanatismo religioso vuelva a ceder el palacio de Planalto a una propuesta de centro o de izquierda. Mientras tanto: ¡Que rabia con Maduro!