Horror, tristeza, frustración… todos estos sentimientos me embargaron el pasado jueves 17 cuando sucedió el atroz acto terrorista del ELN contra cadetes indefensos de la policía. Me uno al rechazo que la sociedad le ha dado a este acto criminal, en una guerra que ya nos tiene hastiados y que hace mucho tiempo perdió su norte. Las familias de los cadetes asesinados están pagando un precio muy alto y muy injusto de dolor y sacrificio.
Frente a lo anterior no tengo ninguna duda, ni asumo posiciones tibias. Sin embargo, sí las tengo frente a algunos hechos posteriores por parte del gobierno, especialmente son relación a las actuaciones del alto comisionado para la paz Miguel Ceballos, del señor canciller, Carlos Holmes Trujillo y del ministro de Defensa, Guillermo Botero. Es probable que tan abominable acto los haya llenado de tanto dolor que les provoque una especie de ceguera, ojalá temporal, nada recomendable en personas con tan altas responsabilidades.
Entre el comisionado de paz y el canciller han montado una presión indebida contra los gobiernos garantes de la negociación con el ELN. El consejero ha dicho, por ejemplo, que ese proceso fue un propósito del gobierno Santos no del de Duque, lo que significa, según él, que la paz no es una política de Estado sino un embeleco pasajero de un gobernante a nombre de sus propios intereses políticos, cuando debía ser algo a nombre de los supremos intereses de la Nación.
Esto que dice el comisionado es un esperpento sin soporte. Ha sido muy clara la Corte Constitucional en señalar lo contrario, como lo hizo en su sentencia sobre el referendo. La paz y los esfuerzos por lograrla son un compromiso de Estado, no nos vengan con cuentos ahora, ni quieran zafarse de lo que hicieron en estos seis meses. ¿Si pensaban lo contrario por qué no rompieron dichos diálogos inmediatamente entraron al gobierno y por qué no deshicieron los protocolos firmados con los gobiernos garantes?
Por su parte el doctor Trujillo, un experimentado diplomático, quien también fue gestor de paz en otro gobierno, ha liderado las presiones a los países garantes para que incumplan el compromiso institucional que habían adquirido con Colombia y el ELN. Tanto Cuba como Noruega ya han manifestado su negativa con respuestas muy comedidas pero tajantes. Dice, por ejemplo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega que “En el proceso de paz …, a petición del gobierno colombiano, aceptó asumir el papel de país garante. … Ejerciendo este papel, Noruega, junto con Cuba, Venezuela, Chile, Brasil y Ecuador, ha firmado varios documentos inclusive el “Protocolo establecido en caso de ruptura de la negociación de diálogos…”. Como facilitador y garante consecuente, Noruega debe cumplir con sus compromisos.” Así como se lee, no van a faltar a su palabra de Estado. Así son las reglas en la comunidad internacional y el canciller debería saberlo muy bien.
No, señor ministro Botero, nadie culpa a la Escuela del atentado,
así como usted no debe culpar al periodismo
por hacer su labor de indagar sobre la verdad
Por su parte el ministro de Defensa ha regañado a varios periodistas cuando lo cuestionan sobre las informaciones nada claras con relación a los hechos de ese fatídico jueves. Al ser peguntado sobre las inconsistencias en los informes de la Fiscalía, cuando le preguntan si al fin el carro entró a toda velocidad, si había un control en la puerta, etc., etc., el doctor Botero dice que ni más faltaba que ahora se le esté echando la culpa a los soldados que murieron en el atentado. No, señor ministro, nadie culpa a la Escuela del atentado, así como usted no debe culpar al periodismo por hacer su labor de indagar sobre la verdad. Una sociedad tiene derecho a saber si está bien o mal protegida contra actos de esta naturaleza terrorista y las dudas se tienen que aclarar.
Esperemos que el alto gobierno deje de actuar de forma tan apresurada y retome el buen juicio. El protocolo, por mucho que nos duela como nos dolieron las actuaciones de las Farc en el Caguán, se tiene que cumplir. Recordemos que el presidente de ese entonces, Andrés Pastrana, permitió el retiro de esa guerrilla, porque así se había acordado. Ahora también hay que cumplir la palabra. Los estados de derecho se rigen por los acuerdos y las leyes pactadas; las dudas sobre la seguridad en la Escuela de Cadetes hay que aclararlas, para que no nos vuelvan a coger desprevenidos; y la política de paz es una política de Estado señor comisionado o su cargo estaría tambaleándose porque esa función fue establecida en otro gobierno y no en el actual.