Las reglas del Scrabble y el muro de Trump

Las reglas del Scrabble y el muro de Trump

Las pautas del juego pueden convertirse en una trampa, donde nunca tendrás dominio así te sepas el DRAE. Igual está ocurriendo con el presidente norteamericano

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
enero 19, 2019
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Las reglas del Scrabble y el muro de Trump
Foto: Twitter @realDonaldTrump

Las reglas del Scrabble, un juego de crucigramistas, son sencillas, pero cuando el juego se aprieta nadie parece encontrar sitio para colocar una bendita letra adicional. El aparentemente infinito diccionario de la Real Academia parece encogerse en la parte pertinente a los monosílabos: si se pensara desde el Scrabble no pareciera que cualquier idioma fuera silábico.

Ocurre casi lo mismo con las reglas del Sudoku y sus derivados: mientras más escaques llenas al parecer debería facilitarse el final del juego, pero no es así. De hecho, se complica más. Con mi hermano he discutido esto y le he propuesto una teoría que me ha rechazado: he sostenido que el hecho de tener más información no quiere decir que tengas más datos. La información se convierte en dato cuando, súbitamente, te percatas que tras llenado un escaque, eras consciente de lo que implicaba para los números que resta poner. Pero ese supuesto es falso: nunca tienes la mirada global suficiente para advertir las implicaciones sobre un todo; ríase sobre lo que esto significa cuando hubo de decidirse cuál era el rumbo que debía tomar el Universo; amén de palpitar la duda de que sabes solo al el final que has estado jugando bien. Jugar bien en el caso del Sudoku significa haber resuelto acertadamente las sucesivas ecuaciones de primer grado que se te ofrecen. Aún los más expertos no pueden garantizarlo pues la atención es tan execrable como la fe: en una mil milésima de mili segundo dejas de creer, o espabilas y pones 5 cuando estás pensando que has puesto un 3. Es una simple ecuación de primer grado pues resuelves incógnita tras incógnita y solo hay un lugar y solo uno donde puedes colocar un número del 1 al 9. Ahora bien, nadie imagina que una ecuación de primer grado sea difícil de resolver.

Las reglas del Scrabble se convierten en una trampa: habiendo más consonantes que vocales y dependiendo eso de lo que tengas a mano colocar, una consonante puede ser algo funesto. Nunca tendrás dominio de esto así te sepas el DRAE de memoria.

Igual está ocurriendo en la política con el inefable señor Trump, ah, y con Teresa May, la del Brexit. Traemos este botón para demostrarlo: he aquí un extracto de un resumen de noticia obtenido del NYT:

“La primera ministra británica sobrevive una moción de censura (por ahora). Con una estrecha diferencia de veintiún votos a favor, Theresa May logró ayer mantenerse en el cargo pese a que un día antes sufrió la peor derrota para una propuesta de gobierno en la historia reciente del Reino Unido. May tiene hasta el lunes para alistar una nueva iniciativa sobre cómo se dará el proceso de separación de la Unión Europea que fue impulsado por el 52 por ciento de la población británica hace casi tres años. Si no hay acuerdo para el 29 de marzo —sobre cómo serán las relaciones diplomáticas, qué aduanas habrá, cómo funcionarán los vuelos comerciales o de qué manera cambiará la frontera terrestre entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda (que seguirá en la UE)— el “divorcio” promete ser caótico”.

Alguien podrá imaginarse quién de sus funcionarios dormirá siquiera una hora hasta el lunes mientras cuadran qué nueva propuesta deben esculcar que no lleve a una nueva moción letal. De por sí esa gente debió estar que se caía del sueño cuando la primera moción. ¿Dónde y cómo reemplazar propuestas que sean lo suficientemente individualizadas que quieran decir lo mismo pero que puedan significar algo distinto, grácil al oído de las cámaras?

¡Cuál Scrabble! ¡Es un juego de niños!

Cada ministro tendrá su grupo de martirizados oficiales y éstos otra caterva de funcionarios y así sucesivamente y luego lo que puedan sonsacar irá a una mesa y de allí a la oficina de la May hay un hilo que a su vez tendrá sus zorros asesores tanto de Brexit como de política. Y todos eludiendo algo  que en algún momento no tenga que volver a Bruselas donde se fraguó lo que tienen entre manos y ha sido motivo de escándalo.

¡Cuál Espada de Damocles! ¿Cuál sueldo de Teresa May? Esa señora gana el sueldo menos jugoso del mundo. Y mientras tanto, dónde está, qué hace el mono aquel peludo, exministro, que fue quien los metió a todos en esa vaca loca.

En cambio el flojo de Trump paladea repantigado en su balneario de Mar a Lago Resort el jugo de  piña colada de sus propias estupideces. De histrión ha pasado a ser un practicante destacado de clown. Se acerca a su peor mueca.

El mismo se metió en el lío. Creería ahora que es más útil el ajedrez para explicar el lío. En ajedrez es sabio entender que no puedes emprender un ataque si no es lo suficientemente denso en fichas adecuadas y precisas que coadyuven: te puedes quedar pagando. El invento del juego posicional ayudó. Pero no siempre es fácil saberlo. Por ejemplo, en el tenis que es tan instantáneo este es un problema mayúsculo que se resuelve a rajatabla. Por eso en el tenis, jugadores como Federer, Djokovic, Nadal, son tan raros: encuentran el hueco por dónde colar un buen golpe, luego que el oponente cree que la bola ya no regresa: ¡pero regresa!

Trump atacó a los demócratas un tanto antes de que estos tomaran el control de la Cámara. Podría haber pretendido creer que eran en su mayoría novicios intonsos. Quería enredarlos para obtener el presupuesto de su muro. Toda una añagaza para distraerles alguna agenda preconcebida que aquellos pudieran tener para impugnarlo por sus pecados ante Rusia.

Pero, por qué no hizo el mismo aspaviento cuando tuvo ambas mayorías, allí fue cuando debió haber atacado si realmente quería su muro. La jugada ahora no tiene las fichas. Es que el muro es un simple pretexto: no es una ecuación con una sola incógnita este jueguito. Ahora se sabe que podría haber cavado su propia trampa: el cierre del gobierno, un chantaje a todas luces, ya casi funciona como quien escupe para arriba. Ahora no sabe qué subterfugio legal inventar para, sin doblegarse ante los demócratas, abrir el gobierno. Está en el fango, un pantano indescifrable que Hércules pudo haber enfrentado en la laguna Estigia donde se valió del lodo para ocultar sus huellas viniendo de revés.

Mientras tanto, está pasando desapercibido dentro del análisis de los perfiles de la democracia qué significa esa monstruosidad ¿administrativa? de poder cerrar un gobierno. Nada menos que 800.000 personas estarían sin sueldo, y ya casi dentro de los republicanos se pretende que no deberían seguir asistiendo a sus puestos, pues no se sabe cuándo les pagarán. Los republicanos, vergonzantes, funcionan como retroexcavadoras que le abren el hueco a Trump para que por ahí obtenga un poco de oxígeno.

Para mí tengo que no hay ningún teórico de la administración pública que haya advertido que esta figura cabe como opción para lograr los objetivos de un gobierno. Si el neoliberalismo fuera una doctrina económica y no una ideología rampante y burlesca, ¿calificaría esto como melodrama o drama trágico de un histrión en  varios actos?

Oigamos de refilón qué dice NYT a propósito de la opinión de Paul Krugman: “Por lo regular, trabajar para el presidente de Estados Unidos es una distinción que abre puertas para tu carrera profesional, un punto excelente en tu currículo. En contraste, la presidencia de Trump es tan caótica y corrupta, y existe un riesgo tan grande de que quede enredada en sus líos con el extranjero, que cualquier persona relacionada con ella se contamina”.

“El nobel y economista Paul Krugman afirma que los únicos estadounidenses aún dispuestos a trabajar con Donald Trump conforman un “equipo de imbéciles” que han abandonado cualquier pretensión de que trabajan a favor del pueblo estadounidense”.

Esto quiere decir que al menos para Krugman los funcionarios no solo serían victimizados con la negación de su salario: si se quedan sufren el estigma de tener un jefe estúpido. En qué parte de la teoría política o administrativa del estado cabe semejante presunción.

Traigámoslo a Colombia donde no demoran en imitarlo. Propongamos algo brillante e inaudito: ¡se cierran los pagos de sueldo al congreso mientras no voten contra la mermelada en el presupuesto! Respuesta: los congresistas votan al instante y trasladan la repartición de mermelada donde pueda ser más ubicua y disgregada: los gobiernos territoriales

Otra: se cierra el gobierno hasta que no se averigüe y castigue a quién elaboró el discurso del presidente ante Pence. Respuesta: se devela que hay solo una connotada historiadora en el congreso que pudiera haber mandado a García Márquez al infierno.

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