Aquí sí vale recordar las palabras de Winston Churchill cuando se refería al socialismo orientado por el marxismo: “Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”. Sin embargo, esa admiración por las dictaduras comunistas no solamente dentro de las oligarquías le pertenece al expresidente, sino que en Latinoamérica desde hace décadas ha existido un respeto supersticioso por el comunismo totalitario (marxismo) en ese sector oligárquico diletante.
¿Por qué el respeto supersticioso de viejas oligarquías ante las dictaduras marxistas-leninistas y el comunismo en sus diferentes denominaciones? En primer lugar, esa corriente absolutista maneja elementos esotéricos y sobrenaturales, como sucede con el materialismo histórico y la inevitabilidad, que dice que indefectiblemente del capitalismo —¿cuál?— se tendrá que llegar al socialismo —¿cuál?—. Acá cabe recordar que Mao Zedong afirmó que eso ocurriría independientemente de la voluntad del hombre, o sea como por arte de magia. De ahí que estas oligarquías, a las que solo les importa defender sus intereses, se quieren congraciar de una vez con los dueños del futuro de la humanidad, que supuestamente son los seguidores de la estafa comunista del marxismo-leninismo, caso de la camarilla que gobierna a Cuba.
El comunismo totalitario como secta se aprovecha del miedo al futuro que le tienen muchos seres humanos para venderles el porvenir, ya sea convirtiéndolos en sus militantes, colaboradores o en sus idiotas útiles, así que la monserga comunista del materialismo histórico y la inevitabilidad le ha servido al marxismo para convertir a muchas oligarquías de la región en pro-mamertas.
Otra faceta nefasta de las oligarquías en el continente ha sido apelar a los golpes de Estado para “detener al comunismo”, provocando gobiernos de facto, como ocurrió en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado. Esto contribuyó a la victimización de jefes comunistas y le dio alas a los movimientos marxistas para mostrarse como defensores de la democracia (el comunismo no es democrático) y dueños de las luchas por las causas sociales, lo que constituye una falsedad, pues usan la lucha social únicamente como patraña para realizar su programa político, sin importarles para nada las necesidades económicas y sociales de los pueblos, situación que estamos viendo en Venezuela, Cuba y Nicaragua, anotando que a los comunistas (con sus diferentes máscaras) lo único que les interesa es tener el poder eternamente, así les toque gobernar en un desierto o en los mismísimos infiernos, ya que la dogmática marxista los vuelve irracionales.
Frente a las posturas de las viejas oligarquías latinoamericanas ante el comunismo vale la pena averiguar ¿por qué ese comportamiento de congraciarse con el marxismo o usar la represión en varias ocasiones con golpes de Estado? La respuesta es clara, porque a través de los años no se le ha dado la lucha ideológica como corresponde al engendro marxista-leninista, especialmente en la educación, los sindicatos, el campesinado, grupos étnicos, la justicia, la cultura, entre otros, cumpliéndose aquello que dice: “el que calla otorga”. Ahí vale resaltar que algo que descompone y paraliza a los seguidores del comunismo totalitario es el debate de las ideas, ya que su esquematismo no les permite reflexionar.
En Latinoamérica los partidos pertenecientes a la democracia cristiana y a la socialdemocracia, que han manejado gobiernos, en oportunidades mostraron permisividad con el comunismo totalitario, habiendo ejemplos al canto, como sucedió con la democracia cristiana en Chile en 1970, que hubiera podido evitar el ascenso al poder del marxista Salvador Allende, pero optó por una poción dubitativa, lo que condujo a una dictadura de 17 años con Augusto Pinochet. De igual forma ,el Copei en Venezuela trataba de copiar al marxismo en aspectos teóricos, teniendo que lamentarse hoy sus viejos dirigentes por la ambivalencia ante al comunismo, con el agregado de que Rafael Caldera, fundador del Copei, como presidente amnistió a Hugo Chávez en 1994, lo que ha producido la peor calamidad que ha vivido Venezuela en toda su historia.
Con los partidos de la socialdemocracia en gobiernos latinoamericanos ha sucedido algo parecido a la democracia cristiana, olvidando que desde la segunda internacional de los trabajadores en el siglo XIX y parte del XX, esa corriente orientada por Eduard Bernstein se desmarcó de las ideas dictatoriales y totalitarias de Marx. No obstante, en Latinoamérica algunos partidos y gobiernos seguidores de esa doctrina se mostraron avenientes con el esperpento comunista totalitario, resaltando en Venezuela a Carlos Andrés Pérez del partido Adeco, quien fue muy condescendiente con el tirano cubano de Fidel Castro, el cual patrocinó a su enemigo político el orate de Chávez, cumpliéndose aquello, de que “así paga el diablo a quien bien le sirve”. A ello se agrega que el PRI mexicano fue solidario con la dictadura cubana, notándose que la internacional socialista de la que es miembro el Partido Liberal colombiano no se le conoce un posición firme de condena a la dictadura de los Castro en la isla.
Las palabras estrafalarias del expresidente Samper con respecto a Cuba, que mencionamos al principio, denotan la falta de sindéresis con una tiranía, lo cual es producto del marasmo conceptual e ideológico de algunas viejas oligarquías latinoamericanas; resaltando que en varias oportunidades hemos manifestado la diferencia entre burguesía y oligarquía, siendo la primera la franja acaudalada de la sociedad que es productiva, mientras que oligarquía es el grupo de la sociedad que parasita con el manejo del Estado y desde luego es improductiva —valga la aclaración para que no exista confusión—.