“Siempre he sido una dama, pero soy una perra en la cama” dice una de las canciones más pegajosas del 2018: Sin Pijama. La anterior afirmación no solo costó la censura del tema en muchos canales, sino también las múltiples críticas por quienes consideraban que este dúo de chicas estaba siendo incoherente al proclamarse, en distintas oportunidades anteriores, defensoras de las mujeres y ahora autodenominarse perras. Ante eso, una de las intérpretes, Becky G, respondió de manera breve y concisa: se puede ser feminista y una perra en la cama.
Considero que esta frase no es un sarcasmo ni una ofensa a las personas perras en la cama, ni muchos menos una ridiculización a quienes luchan por la eliminación de las desigualdades entre géneros, sino un llamado a visibilizar la doble moral que impera en la sociedad cuando una mujer habla de sexo y cuando un hombre lo hace. Ejemplo: un hombre perro es sinónimo de campeón, en cambio, una mujer perra es sinónimo de decadencia.
Lo que busca este fenómeno, de reguetón feminista, es romper una brecha en la industria musical más machista y claro, esto ha costado incontables críticas por quienes consideran que “esos no son comportamientos de una mujer”, como si ellas fueran un máquina que tuviera que seguir y obedecer patrones específicos de comportamiento.
Como sabemos, cada suceso nuevo es objeto del mayor escrutinio y la mayor crítica posible, hecho al que no me opongo, solo solicitaría que se aplicara también a lo existente, a aquello que está presente de manera innata en la sociedad y por ende, aceptamos sin objetar, por ejemplo, el apellido del hombre ubicado primero que el de la mujer o la utilización de términos masculinos para englobar a todas las personas que no son o no se consideran hombres.
En el caso del reguetón, este se convirtió en la mayor muestra de machismo, debido a la presencia absoluta de hombres en el micrófono, la participación secundaria de mujeres y las letras profundamente sexistas. Eso cambió un poco cuando Ivy Queen invadió la radio y pistas de baile del mundo hispano. Sin embargo, en ese entonces la precursora del empoderamiento femenino desde el reguetón estuvo librando una batalla sola.
Ahora, han pasado 15 años y los tiempos han cambiado un poco. Hay nuevas voces femeninas en este género musical que han sonado tan fuerte, hasta el punto de eclipsar a los artistas masculinos y hacer, que personas con opinión no positiva sobre el reguetón, como yo, se dediquen a escuchar, disfrutar y bailar las canciones de Becky G, Natti Natasha, Karol G, Farina, Anitta, entre otras mujeres que se salen de los moldes y hablan, sin tapujos, de sus sentires sentimentales y sexuales, derrumbando moldes y tabúes.
Sí. Se puede ser feminista y una perra en la cama, porque la vida sexual activa o pasiva de una persona, no es directa o inversamente proporcional a su dignidad humana y el respeto que merece. Se puede ser feminista y una perra en la cama, porque el feminismo defiende el derecho a decidir sobre el cuerpo. Se puede ser feminista, dama y una perra en la cama, porque la expresión perra no puede seguir siendo un insulto, una estigmatización o una excusa para agredir, violar o asesinar mujeres.