La sociedad colombiana es consciente del grave problema que padece la Rama Judicial: vivimos en un país donde la ausencia de justicia y la corrupción campea en esa institución. El sistema judicial de nuestra nación ha sido utilizado, por un sector politizado, como arma en contra de sus contradictores.
Esa fragilidad ha permitido que algunos abogados, jueces y magistrados avancen en sus propósitos políticos, dejando atrás el principio de búsqueda de la verdad, la cual conduce a la verdadera justicia. Pero también se debe reconocer que, dentro de ese mismo sistema, existen personas honorables quienes están en contra de la corriente corrupta y actúan con verticalidad. Es imperativo para nuestro país que se logre una gran reforma a la justicia, de forma integral, lo más pronto posible.
Uno de los más conocidos y aberrantes casos jurídico-políticos, además de ser muy doloroso, es el de Andrés Felipe Arias. Su proceso estuvo colmado de irregularidades e ilegalidades, el Comité de Derechos Humanos de la ONU (de manera unánime en fallo del pasado 13 de noviembre 2018) determinó que se le violaron sus derechos humanos y políticos; y adicionalmente le ocasionaron un drama familiar, al estar en una cárcel de máxima seguridad en los EE. UU. (ante solicitud de extradición por parte de la Corte Suprema de Justicia de Colombia).
Hoy entiendo perfectamente el mensaje de Andrés Felipe y Catalina Serrano al expresidente Santos cuando decían “sin justicia no habrá paz”, no solo se referían a la impunidad de quienes con sus armas asesinaron a miles de colombianos, sino a aquellos que como Andrés Felipe viven en la intranquilidad de la injusticia y el dolor de la separación familiar. Se referían también, a la importancia de un gran revolcón en la Rama Judicial de nuestro país, porque es claro que la base de la paz debe ser la justicia.
La justicia para Andrés Felipe Arias debe llegar pronto. Él, su familia, amigos y abogados sabemos que, en una segunda instancia, con un proceso justo y ante una corte honorable, su inocencia quedará demostrada. Ese recurso no es solo un clamor a un derecho universal, sino una exigencia del Comité de Derechos Humanos de la ONU para este caso en particular. En aras de mostrar ecuanimidad, la Corte Suprema de Justicia debería retirar la solicitud de extradición y abrir ese espacio a la apelación del proceso.
Una necesaria reflexión y aclaración: No comparto la comparación de algunos al decir que “mientras Arias está en una cárcel injustamente, los miembros del secretariado de las Farc con crímenes atroces están en el Congreso.” Andrés Felipe es un hombre con unas calidades humanas y profesionales de gran altura, que no están a nivel de comparación con criminales. Ahora bien, sí soy un convencido de que es más dañino para la justicia un hombre inocente en la cárcel que un criminal en la calle.
Como congresista trabajo para que se le respeten los derechos a Andrés Felipe Arias mientras esté en el exterior, así como lo hago para otros muchos colombianos que están en distintas cárceles del mundo. Y como amigo y copartidario seguiré manteniendo mi espíritu solidario y mi esencia democrática en la búsqueda de la verdadera justicia para Andrés Felipe, su esposa Catalina y sus hijos Eloísa y Juan Pedro, ante el convencimiento de que él es completamente inocente.
