Catalunya ha vivido mucho más obsesionada por las “justificaciones” que por la “comprensión” de su propio ser, igualmente por si hace o no su inmersión en la o las Españas. Giran sobre una búsqueda de la “particularidad”, de la “diferencia”, de las “referencias” “identitarias”. En resumen, tornan sobre el encuentro con un “nosotros” frente a la “otredad” de “aquellos”, los “otros”. O sea, el resto de los españoles. Sobre todo, los pobres de las regiones más pobres. Es una posición de rico epulón frente a pobres Lázaros del subdesarrollo interno. (Ver: El epulón de Catalunya (I)). Para algunos de sus habitantes Catalunya se encuentra en permanente procura de su “nación”, una nación que en opinión de algunos historiadores nunca ha existido. Es decir, que pese a la derrota de 1714 Catalunya ha reivindicado y todavía reivindica sus antiguos fueros, esos que hoy en día les permiten a los nacionalistas “particularistas” negar la existencia de una nación española para sobreponerla o apartarla de la nación “catalana”, de la que ellos consideran la “patria catalana” a la verdad muy menospreciada por el franquismo mas no por la muy “autonómica” Carta de 1978 (Ver: El epulón de Catalunya (II)).
A partir de 1978 la España franquista fue reemplazada por una España plural, de libertades, democrática, no centralista a ultranza, autonómica y estable; no obstante, persisten ciertos afanes de “irse” en algunos de los nacionalismos cuales el catalán, valenciano, vasco y gallego. Situación y tendencias muy perturbadoras para una Europa sometida a rupturas cuales las del Brexit, la Padania de Berlusconi, la flamenca, la muniquense, la corsa y la bretona entre otras (Ver: El epulón de Catalunya (III).) La organización territorial del Estado español muy a pesar de los avances que lo han llevado casi que a algo bastante próximo al federalismo gracias a los grandes logros del autonomismo no es considerada “suficiente” por algunos de los nacionalismos, en especial el catalán. En efecto, el concepto de “nación española” es cuestionado por aquellos nacionalismos particulares que quisieran para cada una de sus “naciones” un Estado particular, pretendiendo negar que la nación española sea el sujeto de la soberanía y que no sea de ella de donde emanan todos los poderes del Estado. Soberanía que por lo demás no es divisible pero sí ejercida sobre todo el territorio nacional del Estado español, realidad que pretenden negar los independentistas catalanes a ultranza so pretexto de la existencia de ciertas especificidades que, sin embargo, no podrían llegar a alterar la preeminencia del todo por ser de este de donde surge el reconocimiento de las diferencias regionales. Queda entonces en claro que el sujeto de la soberanía española reside en esa globalidad histórica en la que viven ciudadanos sujetos a una misma ley como lo ha reconocido la comunidad universal de naciones y los sistemas supranacionales (Ver: El epulón de Catalunya (IV)).
Las luchas del catalanismo independentista
El movimiento de la Renaixença nació en el segundo tercio del siglo XIX como movimiento por la reivindicación del catalán como idioma de cultura. Hoy en día continúa como catalanismo político alrededor de la agrupación de los partidos, alianzas y coaliciones que forman miríadas de efervescentes y evanescentes transitoriedades. Ese catalanismo político apela con frecuencia a la “posverdad” al jugar con las emociones de su pueblo en el sentido de crearle sensaciones y sentimientos de superioridad cultural, histórica y hasta racial que no son en realidad sino verdades a medias, interpretaciones parciales de la historia o fantasías que perduran desde la famosa Marca Hispánica.
Para tratar de comprender el catalanismo independentista hay que situarlo en las luchas, complejidades y simplezas que lo agitan. Sobre todo en el problema lingüístico pero también en la ideología de las sociedades de pensamiento y de la política, que siempre han girado sobre los resentimientos de 1714 y las creencias de cierta superioridad casi racial con una notable vocación política, progresista, anticlerical, revolucionaría, positivista, científica y defensora del sufragio universal ya desde la segunda mitad del siglo XIX. Durante las revoluciones europeas de 1848 tuvo además del carácter nacionalista, antimonárquico y constitucionalista uno de abierto apoyo a las primeras manifestaciones organizadas del movimiento obrero de las incipientes fábricas de Barcelona. En 1835 los progresistas de Cataluña desataron revueltas anticlericales y anti realistas en Ripoll, Urgel, Barcelona, Castellfullit de Riubregós, Vich, Manresa, Poblet. Las “bullangas” catalanas empezaron en Reus, Tarragona y Barcelona contra el Carlismo. Hoy en día perviven a través de los sit in, los mítines, escraches y demás formas cotidianas de la protesta de una ciudadanía sobrecalentada por el nacionalismo decimonónico.
Pese a las grandes autonomías y al reconocimiento de su “nacionalidad” por el artículo 2º de la Carta española, el catalanismo político pide más. Pide hasta la independencia total de España aupado con frecuencia por las administraciones públicas de la Generalitat de Cataluña, las diputaciones provinciales, los ayuntamientos y hasta los Mossos d’Escuadra. Sin embargo, a veces el sector “central” catalán se ve cuestionado por el “local” como resistencia a las presiones del catalanismo político en la dura guerra contra el Estado español. La periferia catalana, entonces, también tiene sus quejas contra el centralismo de
Barcelona. La Delegación del Gobierno central ha sido desconocida o entrabada en ciertas ocasiones por las autoridades locales en los asuntos de la competencia nacional. Es decir, que le antepone hasta las amplias competencias transferidas por el Estado central. Al respecto hay que aclarar que en materia de régimen fiscal Cataluña perdió su sistema foral tradicional, por lo que carece de una autonomía fiscal especial dado que la mayoría de los impuestos son recaudados por la Agencia Estatal de la Administración Tributaria, luego sus ingresos dependen de las transferencias que recibe de la Administración Central.
Desde Juan Prim Cataluña ha llevado su contencioso territorial al plano político con éxitos y fracasos. En 1931 se dio el primer establecimiento de un autogobierno, el mismo que luego desaparecería terminada la Guerra Civil Española (1936-1939). En 1977 la Constitución Española le otorgó a Cataluña la capacidad de autogobierno en algunas materias así como la creación del Parlamento, de la Presidencia y el Gobierno de la Generalidad, sus principales instituciones de autogobierno. A esto se sumó el resto de organismos creados por ley del Parlamento catalán. Es de anotar que los choques entre el Gobierno Español y el Gobierno Catalán (presidente de la Generalidad y los consejeros) se dan es por las competencias ejecutivas y la potestad reglamentaria. Surgen con menos frecuencia esos choques entre el Parlamento Nacional español y el Parlamento de Cataluña. Sí suelen darse conflictos entre el poder judicial central y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sobre todo por el fuero que tiene en materia de derecho civil catalán, que es de competencia exclusiva de la Generalidad. Hasta el Síndico de Agravios catalán ha chocado con la Defensoría del Pueblo Nacional.
El republicanismo del independentismo catalán
El catalanismo independentista ha sido desde 1714 radicalmente republicano, defensor de las cortes y eterno contradictor de la monarquía. Este es el ideario de casi todos los partidos políticos, de las abundantes coaliciones históricas y de las candidaturas interpartidistas. Así fue en el pasado y así es hoy en día con el partido Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, nacido de la plataforma cívica y cultural Ciutadans de Catalunya; con la Lista conjunta Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña), formada por el Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCat) y la Convergencia Democrática de Cataluña (CDC); con la Coalición Esquerra Republicana de Catalunya-Catalunya Sí (Izquierda Republicana de Cataluña-Cataluña Sí), integrado por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Reagrupament Independentista(RI) y Catalunya Sí (CAT-SÍ); con el Partido de los Socialistas de Cataluña, partido independiente y asociado al Partido Socialista Obrero Español, formado tras la fusión de los tres partidos socialistas regionales existentes durante la Transición: Partit Socialista de Catalunya-Congrés, Partit Socialista de Catalunya-Reagrupament y la Federación Catalana del PSOE; con la Coalición Catalunya en Comú-Podem (Catalunya en Común-Podemos), integrada por Catalunya en Comú, Barcelona en Comú, Iniciativa per Catalunya Verds, Esquerra Unida i Alternativa, Podemos y Equo; con la coalición Candidatura de Unidad Popular-Llamada Constituyente, de la que son miembros Candidatura de Unidad Popular, Colectivo Drassanes, Constituyentes por la Ruptura, Lucha Internacionalista, En Lucha, Corriente Roja, Els Verds-Alternativa Verda, Endavant, Poble Lliure, Arran, Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes, Coordinadora Obrera Sindical y diversos partidos de ámbito local; con el Partit Popular Catalá ('Partido Popular Catalán'), la delegación del Partido Popular en
la comunidad autónoma catalana. Este pluripartidismo cuasi excesivo no le facilita las cosas al independentismo, como ampoco al Gobierno Central por cuanto pareciera que el “espíritu de condad” de la Marca Hispánica perviviera para manifestarse ahora como un sistema de partidos difícil de entender y mucho más de gobernar tantas son las rivalidades, celos y desencuentros.
Tal vez el cemento que une a tantas agrupaciones heteróclitas y variopintas pareciera ser el nacionalismo, el mismo que siempre ha gritado la definición de Cataluña como una “nación” a parte entera, sobre todo a partir del Estatuto de Autonomía de 2006, texto que trajo la reacción central del Congreso de los Diputados al excluir ese concepto y el acomodamiento catalán de proclamar que Cataluña es una “nacionalidad” que posee símbolos nacionales cuales la bandera, la fiesta nacional y el himno. Todo esto es vivido como una realidad pese a la inconstitucionalidad declarada por el Tribunal Constitucional del aspecto “nación” catalana.
La declaración de independencia del catalanismo político del 27 de octubre de 2017
Los resentimientos del pueblo o de la nación catalana han sido históricamente atizados por el independentismo. Es así como se ha llegado a la Declaración Unilateral de independencia de Cataluña-DUI del 27 de octubre de 2017, proclamada por el Parlamento de Cataluña bajo la constitución de una república pero con votos en contra de PP, PSC y Ciudadanos amparadas estas fuerzas en lo decido por el Tribunal Constitucional nacional y el Parlamento español. Esa declaración de independencia fue suspendida cautelarmente por el Tribunal Constitucional el 31 de octubre de ese mismo año a petición del PSC. Inmediatamente se desató la activación del procedimiento de recuperación de competencias por parte del Gobierno central previsto por el artículo 155 Constitucional, debidamente autorizado por el Senado (214 por, 47 contra, 1 abstención). Se tomó esta acción como una condenación de los apetitos sin límites del “soberanismo” catalanista. El Gobierno catalán fue destituido, se convocó a nuevas elecciones para el 21 de diciembre de 2017, los ministerios retomaron las funciones de las consejerías catalanas. La convocatoria fue aceptada hasta por los catalanistas. Los Mozos de Escuadra fueron puestos bajo control del Estado. Los miembros de la Mesa del Parlamento de la Generalidad y del Gobierno de esta fueron acusados de sedición, rebelión y malversación de fondos por haber mal utilizado fondos públicos en la financiación del referéndum que tuvo lugar el 1º. de octubre, sin importar que ya había sido declarado ilegal por el Tribunal Constitucional.
Ante la imputación penal Carles Puigdemont, el rico epulón de Catalunya, tomó las de Villadiego fugándose a Bélgica junto con cuatro de sus consejeros. Fin perseguido por ellos, inútil por lo demás, fue el de tratar de internacionalizar el conflicto. Ante citación de la jueza Lamela de la Audiencia Nacional para el 2 de noviembre de 2017, los fugados no se presentaron. Al vicepresidente catalán Oriol Junqueras, quien sí se presentó, se le dictó prisión incondicional junto a otros siete consejeros por delitos de sedición, rebelión y malversación de fondos. Por su lado, la Mesa del Parlamento catalán fue presentada ante el Tribunal Supremo español en razón de gozar sus miembros de fuero. La magistrada Lamela hizo remisión de la causa abierta, al Tribunal Supremo para que fuese avocada por el juez Pablo Llarena mas conservando para sí la investigación por el referéndum de independencia considerado el inicio de una serie de actuaciones contrarias a la Constitución del Estado español.
Las motivaciones económicas del independentismo catalán
Las motivaciones políticas, históricas, culturales del catalanismo político e independentista son bastante conocidas, lo son mucho menos las “económicas” que en nuestro concepto son las que más influyen en el separatismo. Con un elemento recóndito y perverso, que el rico epulón de Catalunya y sus socios o compinches -a la justicia española o a la europea de dilucidarlo- tratan de disimular bajo la exaltación de un nacionalismo fuera de contexto en momentos de globalización.
El crecimiento económico medio anual del periodo 1995-2004 en términos reales fue inferior a la media española. Lo que trajo un malestar que empezó a aumentar hacia 2010 cuando la crisis económica global se ensañó con España y con Cataluña. De esta autonomía proviene casi un quinto del producto interno bruto de España, el equivalente a la economía de Portugal, y ha estado a la vanguardia del desarrollo económico español desde la Revolución Industrial. Pero, al arreciar la crisis el Gobierno catalán decidió reducir -entre 2010 y 2015- los presupuestos de vivienda, educación y salud públicas en más del 15 por ciento. Fueron los recortes más fuertes de toda España. Como siempre, los independentistas dijeron que la culpa era toda de Madrid. Cataluña es un territorio de tradición industrial desde el siglo XIX. Hoy en día la industria, la construcción, lo financiero (grandes cajas de ahorro), lo bancario (notable en rendimientos y servicios), la Bolsa (segunda después de la de Madrid), el turismo (es el primer destino turístico de España con 16,7 millones de turistas en 2014 o sea el 25,8% del total de llegadas en toda España y representan un incremento del 7,2 % respecto al mismo período del año anterior), las ferias internacionales y los servicios son los principales sectores económicos de Cataluña. Muy importantes todos ellos, al igual que para la economía global del reino de España.
En el año 2014 la economía catalana creció un 1,4 %, el mismo porcentaje que la media española y por encima de la media europea. Cataluña está en el cuarto lugar de la clasificación de comunidades según el PIB per cápita en Paridades del Poder Adquisitivo y es la que más aporta al total del PIB español (18,7 %, en el año 2014). La tasa de paro en Cataluña, a finales del 2014, era del 19,9 %: un 20,2 en hombres y un 19,6 en mujeres. La vivienda es el mayor motivo de endeudamiento de los catalanes. En este sentido, cabe señalar que Cataluña es, tras Madrid, la segunda comunidad de España donde está más caro el precio de la vivienda: se paga de media 3397 euros por metro cuadrado, según datos de la Sociedad de Tasación a 31 de diciembre de 2005. Por ciudades, sin embargo, Barcelona es la ciudad más cara de España, con un precio medio de 3700 euros el metro cuadrado.
Desde el punto de vista financiero, cabe destacar la gran implantación y tradición que en Cataluña tienen las cajas de ahorro, mayor incluso que los bancos privados. Un ejemplo es que de las 46 cajas de ahorro españolas, 10 son catalanas. Destacan especialmente la Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona, conocida como La Caixa, y que es la primera caja de ahorros de Europa, y Caixa Catalunya. En cuanto a bancos, el más importante de Cataluña es el Banco Sabadell, cuarto grupo bancario español. La Bolsa de Barcelona, que en el año 2014 negoció casi 212 825 millones de euros, es la segunda más importante de España tras la Bolsa de Madrid. Por su parte, la Feria de Barcelona organiza todo tipo de muestras y congresos de carácter internacional sobre variados sectores de la economía.
Frente al aumento de la desigualdad en la sociedad catalana –como en el resto de la sociedad española– en los últimos años por la concentración de la riqueza y la pérdida de empleo y los errores económicos, lo más fácil para muchos catalanes es decir “España nos roba”. Es lo mismo que hicieron los británicos que votaron el brexit, los estadounidenses que votaron por Trump, y el resto de exits que se están incubando en Europa que podrían conducir a quinientos etno-estados. Los defensores de la independencia catalana piensan que una España con sus 46 millones de habitantes sufriría mucho más que Catalunya con sus siete millones y sueñan con una República Confederal Ibérica, con capital administrativa en Lisboa, tal y como elucubrara esta utopía José Saramago. A estos reproches hacia España, los independentistas agregan la corrupción del reino y los desfalcos de dineros del erario hacia Andorra y paraísos fiscales del Caribe.
Sin embargo, adversarios del independentismo catalán consideran que la nueva república no podría sobrevivir como nación independiente y que tal vez la motivación más grande para la separación es evitar las contribuciones tributarias de Cataluña para las regiones más pobres y presentan como solución darles a los catalanes la misma autonomía que se le concedieron a los vascos, como el control de la recaudación fiscal, una de las cosas que justamente piden los líderes catalanes. Posible solución para dejar de poner en riesgo la estabilidad económica y social de Catalunya y de toda España, así como para que Catalunya regrese al margen del derecho y de la democracia, en palabras del rey Felipe VI.
El separatismo catalán ha sido fomentado por el descontento respecto a impuestos y a la economía pero en lo radical de sus posiciones no ha tenido en cuenta el éxodo de capitales y sedes empresariales hacia por ejemplo Alicante, el Banco Sabadell. Diáspora que podría ser fomentada por el Consejo de Ministros como se ha visto también con el traslado a Madrid de la sede social de Ballenoil y sus 90 estaciones de servicio. Igual Service Point a Madrid. CaixaBank, Gas Natural Fenosa, Dogi, Naturhouse, Eurona, Oryzon, Proclinic, igual todas a Madrid, Palma o Alicante. Se esperaba lo mismo de Freixenet y Codorniu. La misma motivación: miedo a sufrir un boicot de sus productos como el del 2006 o a quedarse en un limbo legal, quedar fuera del Eurosistema y del paraguas del Banco Central Europeo. De estas corporaciones siete están valoradas en 52.600 millones de euros. Lo que podría arrastrar al Banco Mediolanum y a Arquia Banca, la aseguradora Catalana de Occidente. Hay más, las empresas europeas consideran sacar sus sedes de Catalunya, es el caso de Lidl, Seat, Klockner. En términos generales, las inversiones se han paralizado. O, se han ido a otros lares de España y hasta del extranjero. La debacle económica de Cataluña será tan grande como la que ya está viviendo Gran Bretaña.
En materia de régimen fiscal a diferencia del País Vasco y de Navarra, cuyas relaciones de orden tributario con el Estado están reguladas mediante sus respectivos sistemas forales tradicionales, y de Canarias, Ceuta y Melilla, para las que la ley orgánica prevista en el
artículo 157.3 de la Constitución, de financiación de las comunidades autónomas, establece peculiaridades, Cataluña, al igual que las comunidades restantes, carece de una autonomía fiscal especial. La mayoría de los impuestos son recaudados por la Agencia Estatal de la Administración Tributaria, por lo que sus ingresos dependen de las transferencias que recibe de la Administración central. Situación que es aprovechada por los independentista para clamar al cielo por la explotación, el desangre, la expoliación, el se comen nuestro pan, nos arruinan, nos fagocitan y demás términos y calificativos de todos los epulones sobre sus hermanos más pobres.
El independentismo suicida
Hoy en día el español es también la lengua materna de aproximadamente un 55 por ciento de los catalanes. España y Cataluña no son dos realidades diferentes. Los catalanes que opinan que sí lo son, forman una minoría de menos del 23% de la población que se siente exclusivamente catalana; más del 72% de los encuestados se identifican como españoles en varios aspectos. La economía de España y la de Cataluña también están íntimamente relacionadas porque cerca del 40% de las exportaciones de Cataluña se destinan al resto de España. Cataluña salió muy favorecida en autonomía en varias materias, a saber: educación, salud, algunas infraestructuras, la vigilancia policial y las prisiones, hasta en materia de relaciones internacionales goza de lo que se denomina “acción externa” —lo que implica relaciones con otros países— siempre y cuando no interfiera con las prerrogativas del Estado español. La pertenencia de España a la UE es apreciada altamente por los catalanes. Pero, el catalanismo secesionista parece no apreciar estas ventajas y cree poder mantener la pertenencia a la UE si llegase a separase de España lo que sería casi que absolutamente imposible.
Los independentistas catalanes abusan de los poderes concedidos por la Carta y violan la ley, desafían a los tribunales y usurpan los poderes del Estado. Por ejemplo las escuelas públicas dan la mayoría de las clases en catalán, incluso a los niños que hablan español como lengua materna. En el “proces”, se sospecha que el gobierno catalán utiliza indebidamente fondos públicos para construir las estructuras que necesitaría un nuevo Estado. Algunos alegan, como Rafael Arenas García, que esto ha implicado la configuración de bases de datos, ilegalmente y fuera del marco regulador, para permitir la futura recaudación de impuestos lo que en este momento es gestionado en gran parte por el Estado español; con estas acciones desleales pro independencia ponen bajo amenaza todas las ventajas que proporcionan la estabilidad, la prosperidad y la seguridad que los catalanes han venido disfrutando durante décadas al formar parte de la Unión Europea y durante siglos al ser parte de España.
El Gobierno español y el Govern catalán se reunieron en Barcelona el día 21 de diciembre para tratar de construir un ambiente propicio a reanudar el diálogo, afectado por el juicio contra los líderes independentistas presos y en huelga de hambre, pese a que Quim Torra trata de asimilar este conflicto con el esloveno. El presidente Sánchez trataba entonces de reconstruir un dialogo roto por Mariano Rajoy al judicializar el problema catalán, en medio
de la crítica de las derechas y de los radicales del catalanismo político, dedicados a la violencia en las calles y carreteras para exigir un referendo de autodeterminación. Aupados naturalmente por el epulón de Catalunya Puigdemont y su fallido sucesor, Torra, empecinados en que se les reconozca la identidad nacional catalana como “nación”, reducir los aportes al Estado español y convertir a este en uno republicano. Sin embargo, lo que se está incubando es una posible guerra civil entre catalanes. Estos pierden el seny, el buen sentido de que han dicho hacer gala desde siempre. Ahora todo es crujir de dientes, radicalización de unos y salidas pacíficas de otros. A veces logra unirlos la consigna de:”Tumbemos el régimen de 1978”.
Los epulones ricos y “guardados” en Andorra y otros paraísos fiscales simulan pactar con España, pero parte de la base no los sigue y se bate con la Policía española, con frecuencia bajo la mirada complaciente de los Mossos. Y el atorrante Torra echando leña al fuego para regocijo de los grupos de extremistas de choque de los GAAR y sus microacciones de sabotaje de carreteras, vías urbanas, pedreas, cocteles molotov y escraches. Mientras, la Alianza Libre Europea suscribe un manifiesto de apoyo a los presos del ‘procés’ y una defensa de la independencia de Gales, Escocia, Cataluña y Baviera para lograr la construcción de una Europa de los Pueblos porque, según ellos, la Europa de los antiguos estados nacionales ya no satisface la demanda democrática de empoderamiento entre los pueblos de Europa.
Mientras los presos políticos hacen huelga de hambre, cinco expresidentes de la Generalitat y cuatro expresidentes del Parlament, así como el síndico (defensor del pueblo) piden a los organismos de derechos humanos su libertad; entre ellos el rico epulón de Catalunya, Carles de Puigdemont, libre como el viento y sus hermanos catalanes convertidos en pobres lázaros del subdesarrollo que se ha iniciado con el abandono de industrias, fábricas, negocios y bancos. El año de 2019 será mucho más difícil para Catalunya porque la radicalización de supremacistas, independentistas y “renacientes” será mayor. Se impone hacerle seguimiento a esta escalada, porque ella irá de la mano con la radicalización de otros nacionalismos europeos y del callejón de Sarajevo podría surgir otra conflagración mundial. Lo trágico que sucede en Europa, se hace tragedia mundial.