Chavismo y Uribismo: religiones monoteístas y monotemáticas

Chavismo y Uribismo: religiones monoteístas y monotemáticas

Por: Javier Mauricio Santoyo Martínez
marzo 11, 2014
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Chavismo y Uribismo: religiones monoteístas  y monotemáticas

Al movimiento MIRA lo crucificaron políticamente al reconocer en un video que no aceptaba discapacitados en el púlpito. ¿Pero podrían existir dos religiones más discriminatorias que el MIRA?

A juzgar por los hechos pareciera que sí. El Chavismo y el Uribismo son dos religiones tan parecidas que resultan excluyentes, sus fieles no pueden convivir en un mismo continente, no aceptan la diferencia, ni los términos medios, y sus profetas utilizan las mismas técnicas de adoctrinamiento para mantener a sus masas controladas.

En Venezuela hacen llamar a su líder desaparecido, el Comandante Eterno, eso lo dice todo, en Colombia muy seguramente buscarán el título de Senador Vitalicio, para honrar al hombre que les reveló los mandamientos de la seguridad democrática.

Los seguidores de estas dos religiones tienen perfiles sicológicos parecidos: son agresivos frente al que trata de cuestionar su fe, son crédulos de la palabra hasta morir por ella, no aceptan otros credos como alternativa, y consideran que sus profetas son únicos e irrepetibles al estar revestidos de un aura divina.

Lo más importante en estas dos religiones, es la técnica de manipulación para tener a la feligresía convencida de sus fines altruistas. Una estrategia bien diseñada que combina elementos comunicativos, sicológicos, propagandísticos y emocionales, permite por ejemplo, llevarlos a votar, salir a protestar, olvidar rápidamente el pasado, y responder a las agresiones deliberadamente.

Esa estrategia político-religiosa crea y proyecta en los medios masivos de comunicación una figura de los profetas, parecida a la de un Dios: milagrosos, compasivos, firmes pero con el corazón grande y misericordiosos. Los resultados son positivos entre sus seguidores. Él profeta colombiano ha sido capaz de crear dos movimientos (primero la U y después CD) que le rinden culto a su personalidad; cuando se cansó del primero cambió rápidamente de iglesia, llevándose lo sacerdotes consejeros y obviamente a los monaguillos, que hacen el trabajo de evangelización.

Para poner a prueba la confianza profesada por sus fieles, sacó en las elecciones una lista cerrada donde solo él era el protagonista. Sus seguidores votaron a ojo cerrado por su imagen, y algunos se vinieron a dar cuenta de los senadores que eligieron, en el conteo de votos. La fe por encima de la razón.

Por su parte el Chavismo mantiene una doble imagen para tener a su feligresía obedeciendo. Por una lado la del Comandante Eterno, que ya está en la condición de Santo, dando mensajes de vez en cuando desde el cielo, y por otro, la del profeta maduro que cumple las sagradas escrituras de la Revolución dejadas por su Padre. De Maduro, menos carismático que su mentor, se diseñó una imagen de líder duro, inflexible, radical, pero generoso en recursos con su rebaño de las barriadas.

Los dos profetas han logrado entrar tanto en la mente de los discípulos, que cualquier señalamiento en su contra, es revertido a su favor, hay un trance hacia la negación y los denunciantes terminan acusados, Para el caso de Colombia, si un testigo implica al profeta en chuzadas o falsos positivos, termina desacreditado ante la secta, acusado por los apóstoles de nexos con las fuerzas demoníacas de la izquierda. En Venezuela, cualquier debilidad económica o social interna, es achacada por el profeta a escuadrones diabólicos del imperialismo que lo quieren raptar.

Y como en toda religión, estas dos tienen un libro de oraciones para enfrentar a los infieles. En el Uribismo es popular el rosario de la seguridad democrática que se reza una y otra vez para espantar los impíos y desterrar el Castro-Chavismo. En el Chavismo, además de las plegarias al creador Chávez, es popular recitar “lacrauribe” ante cualquier tempestad, y los “pitiyanquis” para evitar invasiones.
Los profetas del Chavismo y el Uribismo se necesitan para sobrevivir. Una religión no es viable sin satanizar la otra. Sus adeptos tienen que seguir diezmando con devoción.

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