Siempre le he preguntado a mis padres con que mujer les gustaría verme casado o viviendo o teniendo hijos. Ellos siempre han tenido sus predilectas pero al final me dicen: “lo importante es que sean decentes”. Mamá RAE tiene varias acepciones de la palabra decente, pero en ninguna lo relaciona con términos como ladrón, desconfiable, aprovechado, tramposo entre otros. Esto vino a mi mente luego de la jornada electoral que aún me genera resaca.
Al ver los resultados de las votaciones no podía entender como varios congresistas que se dedicaron a demostrar lo poco que les interesa el bien común y sólo trabajan para enriquecerse obtuvieron su curul, como el senador conservador Juan Manuel Corzo (más de 56.000 votos) alias ‘a mi no me paran los policías de transito’. También están aquellos que pese a sus vínculos con grupos que aparentemente se habían desmovilizado, siguen representando a los colombianos, como Jaime Amín que entró por la lista cerrada del Centro Democrático.
Después de meditar y recordar la situación de nuestra amada “republiqueta”, entendí que es difícil luchar con la lógicas que se aplican en distintas regiones del país, como el voto por el tamal o el voto por la amenaza. No me siento capaz de cuestionar a un campesino, recordando lo ‘fácil’ que es serlo en este país, que ve como en una época determinada le regalan comida o cosas para la casa. Tampoco me siento capaz de criticar a aquellos que deben votar luego de que son persuadidos por un rifle de asalto. Esto es Colombia, el campo y la ciudad son dos cosas distintas.
En los lugares donde podría hablarse del voto consiente, ese que viene del apoyo la reflexión real, parece que se sufragara por reflejo. Y no me refiero a ideologías, porque sería entrar a catalogar cual es buena o mala, tiene que ver con que al parecer la gente poco le importa la decencia de sus elegidos. Volviendo al ejemplo de las novias es hablar que no vienen al caso sus gustos sino que sean decentes. No importa si su candidato es de izquierda o de derecha, importa si es decente, y muchos no lo son. La gente sabe que son corruptos pero aún así los elige ¿Es un todo vale? ¿Roba pero hace? ¿Prefiero que robe este y no otro? O ¿No me importa que robe porque no siento que sea mío? No se cual sea la razón, aun no lo entiendo.
Lo que si sé es que de nuevo el congreso quedó con esos mal llamados servidores públicos que se han dedicado a enriquecerse toda su vida a costa del erario público, con esos hijos de políticos que solo vienen a mantener el negocio familiar. Y no me atrevo a mirar los de la lista cerrada del Centro Democrático porque ahí si que nos metieron golazos.
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