“Es lo que hay” se dice con tono de resignación en el Pacífico colombiano. Y es la expresión que no me abandona desde las elecciones del 9 de marzo.
Cuando muchas personas estábamos seguras de que el péndulo político en Colombia venía de regreso de la ultraderecha, las elecciones del 9 de marzo nos demostraron que todavía hay trayecto y posibilidad de moverse más a la derecha. Y lo hizo.
Esto es una derrota para muchos y muchas. Hay que admitirlo. Para los anhelos de paz, de democracia, de redistribución, de reconciliación… derrota. Una amiga pregunta: ¿Qué se hace en la vida cuando se está ante un fracaso, una derrota, una bancarrota? Pues pensar, sacar aprendizajes y tratar de empezar de cero.
Con cuatro escenas vividas entre el sábado 8 de marzo y hoy, quiero ilustrar “eso que hay” y tratar de extraer alguna pista para la vida:
- Una vecina, mientras se acaricia las piernas cruzadas por várices, cansadas de tantos pasos me dice: No voto, porque, gane quien gane, mañana tengo que levantarme a lo mismo: A luchar por conseguir con qué dar de comer a mi familia. Nadie me ha dado nada. Esto no lo mejora nadie.
- Son las siete de la noche del 9 de marzo y el optimismo moderado que me acompañaba hasta antes de las cuatro de la tarde, se ha esfumado ante cada boletín de la Registraduría. Me sorprendo a mí misma frente al televisor, haciendo fuerza porque el Partido de la U o el Liberal, acumulen más votos para desplazar del primer lugar al temible Centro Democrático y al putrefacto Partido Conservador.
- El 10 de marzo, reviso mi correo electrónico y mis redes sociales. Muchos y muchas han colocado en sus muros el video de César Augusto Londoño diciendo “País de mierda” o simplemente, colocan esta frase como eslogan en este día.
- Mi mamá, que ha tenido una crisis de neumonía el fin de semana me llama haciendo bromas sobre su tratamiento y me cuenta que esta semana empieza el conteo regresivo para tener un nuevo integrante de mi familia: El hijo de mi sobrino Alejandro y su compañera Paola.
Con mi vecina recuerdo que pesa demasiado la historia de exclusiones, antidemocracia y miedo que arrastramos en Colombia, “la democracia más antigua de Latinoamérica”. De allí la abstención que nunca rebaja del 50% o 60%, con argumentos que comprendo y he compartido buena parte de mi vida, como la desconfianza hacia el sistema político y el escepticismo basado en que, no importa quién llegue a los puestos de poder, cada día seguimos levantándonos a trabajar y a defendernos del hambre, la soledad y las injusticias.
Duele, pero “es lo que hay”: Millones de personas de espaldas a los debates, los egos, los discursos, los boletines electorales, de espaldas a los lugares y movimientos que definen en gran parte sus destinos.
Otra cosa que duele pero es lo que hay: el proyecto de ultraderecha y su estrategia paramilitar, han acumulado grandes éxitos en este país:
- Ha tenido durante casi 16 años la tercera parte del Congreso. En estas elecciones se mantiene esa proporción.
- Tuvo 8 años como presidente a su “comandante integral”, hoy senador electo.
- Y lleva 4 años más con un presidente que fue ministro de Defensa en el período de su apogeo.
- Tiene empresarios legales e ilegales, gremios completos, bancos que les lavan sus finanzas.
- Tiene cooptada gran parte de las fuerzas armadas, que conservan sus fidelidades con la anterior administración, armando complots contra cualquier proceso de paz o tendencia que pueda dañar sus millonarios negocios.
- Tiene canales de televisión, emisoras y columnistas que le hacen vocería.
- Y no tiene solo poder de intimidación, sino de seducción. No solo cuenta con defensores acérrimos entre sus beneficiarios. Muchas personas que han sido víctimas de sus medidas de concentración de la riqueza y de sus privatizaciones, le apoyan ciegamente, sin importar ninguna de sus comprobadas fechorías.
Quienes optamos por el cambio, la paz y la rebeldía estamos furiosos unos con otros: los del Polo con los del Voto en Blanco, los del Voto en Blanco con la izquierda, todos contra el abstencionismo…Y en general, contra la gente. Nos asombra y asquea la alienación y mansedumbre con que la gente sigue a la clase que ha perpetuado las desigualdades y violencias más atroces. Como dice Etienne de la Boétieen el Discurso de la servidumbre voluntaria: “…Son, pues, los propios pueblos los que se dejan, o, mejor dicho, se hacen encadenar, ya que con solo dejar de servir, romperían sus cadenas. Es el pueblo el que se somete y se degüella a sí mismo; el que, teniendo la posibilidad de elegir entre ser siervo o libre, rechaza la libertad y elige el yugo; el que consiente su mal, o, peor aún, lo persigue…”
Uno de los aprendizajes que puede dejarnos esta coyuntura es que la derechización del país solo se puede enfrentar juntando la cantidad de esfuerzos pequeños y marginales que desplegamos desde el centro hacia la izquierda. Toca, como dice el I Ching: Desplegar una fuerza de mayor magnitud en sentido contrario que la fuerza que nos impide la vida.
Toca aprender de la vida, que sigue renovándose, abriéndose paso en medio de la confusión y las infamias. Solo así, valdrá la dicha celebrar la salud de mi madre, la llegada de Jacobo y de los miles de colombianos y colombianas que abren sus ojos como preguntando “¿Y qué es lo que hay?”.