Nuestra recompensa será la historia, exclamaba de manera repetitiva en mi mente en medio de la euforia del paro nacional estudiantil y las masivas movilizaciones que ya completan más de dos meses. Pero me falta completar la frase. Sigo pensando que nuestra recompensa será la historia, si la seguimos escribiendo.
El movimiento estudiantil logró unidad de acción para sentarse en una mesa de negociación con el gobierno a pesar de su heterogeneidad, que históricamente ha sido la causa de la cesación de los procesos de organización estudiantil colectiva a nivel nacional y local.
Después de tres semanas de intensa movilización pacífica y cese de actividades de los universitarios, el gobierno Duque respondió el 26 de octubre con un acuerdo celebrado con los rectores de las universidades publicas reunidos en el SUE, que compromete importantes recursos para la base presupuestal de las 32 universidades (IPC+3% para 2019 e IPC+4% entre 2020 y 2022), pero evidentemente insuficientes para cubrir la demanda de $4,7 billones de funcionamiento de las 32 universidades y los ITTU´S públicas. El acuerdo que, a pesar de haber sido construido durante semanas entre el SUE y el gobierno, dejó por fuera el actor mas importante del sector educativo: los estudiantes, que han sido el alma de las reivindicaciones de la educación superior pública.
Con la sostenimiento de las movilizaciones y los procesos de deliberación a nivel nacional propiciados en los encuentros de la plataforma UNEES, sumando los aportes de las asociaciones de representantes estudiantiles, ACREES y FENARES; además de las asociaciones de profesores, el primero de noviembre se logró sentar al gobierno nacional en una mesa de negociación y establecer unas garantías para el desarrollo de la misma, que aunque se suspendió casi de inmediato por la falta de voluntad de gobierno nacional, se retomó un par de semanas después gracias a la presión de las jornadas de movilización, a las que se sumaron las centrales obreras en rechazo al aumento del IVA en la mal llamada Ley de Financiamiento. Como resultado de la negociación se logró un acuerdo en la madrugada del 14 de diciembre, que se firmó horas después en la mañana que, aunque no resuelve la crisis del sistema de educación superior, es histórico en la medida que nunca antes un movimiento de estudiantes y profesores había conseguido $5,85 billones para los próximos 4 años de ningún gobierno.
Sobre el acuerdo: destacar y cuestionar. Primero, en lo financiero el acuerdo adiciona (en billones) $1,3 a base presupuestal, $0,32 de impuestos de cooperativas, $1 para inversión, $1,05 a COLCIENCIAS, $0,5 para pago de pasivos, $0,25 en becas doctorales, $1,25 a inversión provenientes de regalías y $0,18 a reconocimiento de descuento electoral. Segundo, la permanencia de la mesa por decreto ministerial para la construcción de las reformas a la Ley 30, al ICETEX, entre otras. Tercero, lo inoportuno, los voceros estudiantiles firmaron un acuerdo un día después de violentas represiones por parte del ESMAD en medio de las marchas estudiantiles en las que el estudiante Esteban Mosquera perdió un ojo, hecho visto como una falta de solidaridad por parte de los voceros.
A pesar de la tragedia por la violencia de la fuerza pública, el acuerdo significa la victoria política más importante a manos de un movimiento social en las últimas décadas en Colombia, por eso reitero todos los días que nuestra recompensa será la historia, pero la magnitud de esa recompensa será la educación universal, gratuita y de calidad, si y sólo si, el movimiento estudiantil logra efectivos procesos de autocrítica y mantiene la movilización como instrumento de reivindicación y veeduría de cara a los acuerdos, la mesa con el gobierno y los futuros retos de la educación pública.