No todo es ciencia
Esta vez no erraré el tiro, pensó. Cuántas veces habrá oído decir que en una gran novela el futuro suicida se hace dibujar o pintar o siquiera señalar de su querido amigo el médico el lugar exacto en donde se encuentra el corazón, y cuántas veces habrá releído que el médico, intuyendo sus acciones malsanas, ha indicado el único punto de la geografía humana en donde una bala puede atravesar el cuerpo sin más daño que el rompimiento de un tejido reparable. Esta vez no ha acudido donde ningún médico, esta vez la enciclopedia Larousse le ha dicho dónde queda el corazón, sin trampas o mentiras, y esta vez sí que no errará el tiro.
Ikea
La invité a mi apartamento después de gastarme los últimos cincuenta euros que quedaban en mi bolsillo. Cuatro gin-tonic y un paquete de Marlboro dieron cuenta de ellos. Ya desde la salida del bar la cosa parecía tener color, habíamos hablado del buen gusto y el arte, un poco de política y algo de glamour, y la mirada de mi conquista lo decía todo. Como decimos en las altas ligas: la tenía en el bote. Fuimos caminando tomados de la mano y no más abrir la puerta de mi apartamento y encender la luz de la sala, ella soltó un “pero si tienes un apartamento tipo Ikea” que yo no supe ni pude interpretar y que acabó repentinamente con todo. Para colmo, debí sacar 10 euros para pagarle el taxi y ahí me di cuenta que el jarroncito chino en donde están mis ahorros es made in Ikea. La próxima vez que salga de marcha me encargaré de no encender las luces.
Posavasos
Comenzó escribiendo un relato que pensó que le saldría de unas diez páginas, algo así, y pensó que iba a resultar tan bueno que se lo iban a comprar las editoriales en millones de euros y de ahí saldría una película de Bollywood. Pero, para su gran tristeza, el cuento, ya en la páginas tres, perdió cualquier interés, los protagonistas se fueron a tomar unas cervezas al bar de la esquina y el amor entre Romeo y Anietta quedó convertido en una ligera amistad. Nuestro amigo el escritor no supo qué hacer y dudó bastante en botar las pocas páginas escritas a la papelera, no sin antes hacer con todas ellas un gran bollo. Estuvo a punto de hacerlo, pero su amor por escribir pudo más, y el tipo pasó de ese relato de pocas páginas a un cuento de cincuenta, y al ver que todo quedaba igual de mal siguió escribiendo y acabó con una novela de mil quinientas páginas que solo le ha servido como posavasos. Es que a veces la literatura sirve para tan pocas cosas.
Y hablando de …
Y hablando de regalos, ya que ya estamos en navidad. Pues felicidades con esta gotita
Descuento autómata
Se levantó de la cama y se bañó muy rápido y más aún lo hizo al vestirse. Cerró de un portazo y bajó de dos en dos las escaleras, contento de saber que hoy es día de descuentos en la tienda de pantalones que queda a pocas calles al norte, un treinta por ciento, recordando la talla, treinta y cuatro, memorizándola para cuando le pregunte el dependiente. Todo está bien hasta cuando sale a la calle y ve el río de gente caminando hacia el sur, como autómatas o con pilas, y es en ese momento que se da cuenta que hoy es día de descuento en la tienda de abrigos de ante, cuarenta y dos por ciento se dice en la radio y evitando tropezarse con la gente se coloca detrás de una señora con moño rojo que anda a paso lento hacia el sur mientras piensa de qué color es que va a comprar el abrigo.