Este hermoso pueblo del departamento de Sucre, enclaustrado en los Montes de María, también llamada la formación serranía de San Jacinto, donde se encuentran cinturones montañosos como el cerro de Membrillal, Coraza y de Cáceres, el famoso pico de la Piche, con montañas predilectas para el turismo ecológico como las elevaciones de Paredilla, Sillete del Medio, cerro de Canal, cerro Grande, cerro de Sereno, el Cerrito, cerro de las Campanas, cerro el Cielo, compartido su majestuosidad con extensos y fértiles valles, rodeados por cristalinos arroyos que bordean el municipio, tales como los de Coraza, el Bajo Don Juan, la Muerte, Joney, Culumbita, el Ojito, Sereno, Pajarito, El Zuan y Agua Florida.
Pero tanta belleza no pudo ser disfrutada por habitantes y turistas en épocas de antaño, producto del surgimiento de los grupos al margen de la ley, donde, desde 1985 hasta 2017, el municipio registró el desplazamiento de más de 40 mil personas, producto del hostigamiento del frente 35 de las Farc a cargo del sanguinario extinto Martín Caballero y del temible y también sanguinario bloque Héroes de María de las AUC al mando del desaparecido Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, que se enfrentaban por obtener el dominio de sus fértiles valles, frías aguas y escarpadas montañas, ya no para el placer turístico, sino para delinquir y maltratar a la población civil, por ser la zona un sitio estratégico para el envío de cocaína a Estados Unidos, por su cercanía al mar Caribe colombiano.
Quién no recuerda la masacre del 3 de noviembre de 1998 cuando un grupo de hombres de las Auc, al mando de ‘Cadena’, asesinaron a siete indefensos pobladores colosuanos y obligaron a los familiares de las víctimas a desplazarse del pueblo, o la terrible noche del 8 de octubre de 2004, cuando los guerrilleros llegaron al municipio y asesinaron a cinco personas de una misma familia, porque una de las mujeres tenía una relación sentimental con un miembro de la fuerza pública, sin contar con la famosa masacre de Pichilín realizada el 4 de diciembre de 1996 por la aseveración de que allí se encontraba un campamento del frente 35 de las Farc y otro del ELN.
Pero hoy en día, la realidad es dura y los hechos de vida también, son innumerables las masacres acaecidas en el municipio y pueblos circunvecinos de los Montes de María. Recordar es vivir, pero positivamente, subsanando en parte las heridas y no dejando entrar nuevamente los elementos de la violencia.
Sin embargo, ello no es así, la hospitalidad de su gente y el estoicismo de aguante y perdón no conjuga con la falta de interés y políticas públicas definidas de parte del gobierno nacional departamental y municipal, en aspectos muy puntuales como es la seguridad, el desarrollo y la ayuda al campesinado. El gobernador de Sucre, Edgar Martínez Romero, su alcalde Dáger Paternina, y los cuerpos de seguridad, tienen abandonado la integridad de sus habitantes y de los visitantes ya sea para asuntos turísticos o de investigación.
Con la construcción de la doble calzada Sincelejo-Toluviejo, y el paso por la vía Caracol, Las Piedras, Colosó, las nuevas vías de acceso, por Chalan y la de Morroa-Pichilín-Colosó, se han convertido en manjar predilecto para el desplazamiento de malhechores, bandidos, chirretes, atracadores, cuatreros y vendedores de vicios provenientes de todos los Montes de María, y en especial de los barrios subnormales de Sincelejo, Tolú y San Onofre, en unión de bandidos nativos de Colosó, convirtiendo la zona en un polvorín que muy pronto explotará.
Con el reciente atraco, en la estación de primates, a indefensos estudiantes y profesores de la Universidad de Córdoba, intentando violar a varias estudiantes, cuando lo que hacían era investigaciones propias de sus carreras, se creía que la seguridad se maximizaba, pero ha sido lo contrario, con la autorización dada por el alcalde del ingreso de mototaxistas a los arroyos, y el aumento desmesurado y sin control de ellos, se acrecentaron los atracos a turistas, el robo en las residencias, los atracos en la vía, roban ganado día y noche, se roban los cultivos de los campesinos, y mientras se da dicho auge, las autoridades minimiza los hechos, dando lugar a que la inseguridad se acreciente y la percepción también.
Las autoridades deben actuar rápido y con firmeza, se requiere un turismo seguro y organizado, apoyo para los sectores de la producción, aumentar su autoestima con créditos, tecnificación y comercialización de sus productos, quitarles el estigma del temor y el terror de antaño y más cuando se observa que el municipio no progresa y se da el lujo de ser la única cabecera municipal, que solo tiene una calle pavimentada y unos cuantos pedazos mal construidos, muy a pesar de que tiene más de 100 años de haber pasado de ser un corregimiento del municipio de Ovejas, y conseguir su independencia administrativa en 1907.