Durante estas semanas de negociaciones en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP24) en Katowice (Polonia), todo el mundo se encontraba a la expectativa de la confirmación de un país de América Latina como el encargado de albergar la próxima conferencia (COP25). Chile y Costa Rica sonaban como los candidatos más opcionados para ser los anfitriones, luego de que Brasil retirara su oferta de presidir la COP25 en el 2019, argumentando dificultades presupuestarias y por el proceso de transición del recién electo como presidente, Jair Bolsonaro.
Al término de la conferencia, fue anunciado Chile como el país que estará encargado de la titánica misión de presidir esta conferencia en la región latinoamericana. Costa Rica, por su parte, anunció que apoyaría a Chile y además, alojaría una conferencia previa, conocida como PreCOP. Los retos y desafíos para Chile serán enormes, teniendo en cuenta crítica coyuntura en la que se encuentran las negociaciones climáticas, pues los avances en la COP24 no han sido los esperados.
Durante las negociaciones, países como Arabia Saudita, Rusia, Kuwait y EE. UU., mostraron su desinterés ante las advertencias del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) que es reconocido como el grupo más importante de científicos que abordan este tema y que en su informe especial, expresaban la urgencia de aumentar la ambición frente a los diferencias de un calentamiento global de 1,5º C contrastado con los graves impactos de un escenario de 2ºC, siendo este último el más probable con los actuales compromisos. Polonia (país anfitrión) fue premiado con el “Fósil del año” (Fossil of the year) que le entregó la ONG Climate Action Network-CAN a esta delegación como forma de repudio a posiciones como la del presidente Duda, quien afirmó que Polonia podrá seguir usando carbón durante los próximos 200 años. Adicionalmente, uno de los objetivos centrales de esta conferencia no se ha cumplido a cabalidad, ya que el conocido “libro de reglas” del Acuerdo de París, estuvo lejos de definirse de manera completa.
Es esta entonces la oportunidad para que luego de cuatro años de que esta conferencia se haya realizado atravesando el atlántico, sea recibida en el continente americano y mucho más importante en un país de América Latina, donde se espera acelerar el logro de los objetivos del Acuerdo de París e integrar mucho más las visiones regionales, donde el aumento de la ambición, la adaptación al cambio climático y el financiamiento climático son prioritarios. De esta manera, los beneficios para la región son considerables y para Chile, podría significar una oportunidad para convertirse en un líder en la materia.
Sin embargo, es evidente que este país latinoamericano aún tiene que afrontar algunos retos y dificultades, como el que el actual gobierno no haya firmado el Acuerdo de Escazú, demostrando falta de compromiso y voluntad política con este acuerdo regional que busca garantizar el acceso a la información, la participación de las comunidades y la justicia en asuntos ambientales. Además, le espera asumir un alto compromiso a nivel diplomático y logístico, así como afrontar los retos financieros que le permitan llevar a cabo una conferencia de este nivel, donde cada año se reciben a una aproximado de 20.000 personas durante dos semanas que dura este evento global.
Los retos y oportunidades son diversas, será tarea tanto de Chile como de la región asumirlos con la importancia que se merecen y lograr una gran conferencia que permita lograr la ambición que se necesita para evitar las consecuencias catastróficas de las que la la ciencia ya nos ha alertado.
