A los países les suele pasar con frecuencia lo mismo que les pasa a los amigos cuando deciden que se van de farra los viernes en la noche: hay unanimidad que el menú debe ser amplio y generoso… pero hay mucho menos unanimidad cuando hay que pagar la cuenta.
Francia enfrenta una serie de protestas callejeras que algunos comparan con las revueltas de campesinos del siglo XIV, y que sin duda son el desafío más peligroso que ha enfrentado hasta ahora Emmanuel Macron, quien ha prometido transformar no solo la industria energética francesa, sino también partes de su economía y la red de protección social. Macron estaba muy firme en no echar reverso en sus reformas porque sabe que Francia ya no puede costear su ‘Estado de Bienestar’ y para afrontar los crecientes gastos tiene que aumentar los ingresos. Pero le tocó echarse para atrás. Según informa la prensa, “El primer ministro francés, Edouard Philippe, anunció una suspensión de seis meses el aumento de los impuestos sobre los combustibles para analizar con calma el camino a seguir... Esta decisión se produjo en respuesta a las protestas nacionales de los llamados ‘chalecos amarillos’ contra el aumento al impuesto, que estaba programado para comenzar a regir a partir de enero. Para intentar apaciguar los ánimos, el gobierno anunció también la suspensión del alza de las tarifas del gas y de la electricidad durante el invierno. Pero estas medidas fueron rápidamente consideradas insuficientes para algunos miembros de los "chalecos amarillos", que han ampliado sus reivindicaciones. Macron, que no ha hablado públicamente sobre esta crisis desde su regreso del G20 de Buenos Aires el domingo, espera con estas medidas evitar que se reproduzcan las escenas de guerrilla urbana del sábado. Sobre todo porque desde hace unos días se multiplican en las redes sociales convocatorias para nuevas manifestaciones el próximo sábado. Pero no es seguro que lo logre.”
Buena parte de los franceses y colombianos,
especialmente los de izquierda, suelen gritar al unísono:
“Que los impuestos los paguen los ricos”.
En Colombia, a diferente escala, pasa algo similar a los que enfrenta Macron: un grupo importante de personas exige aumentar los gastos y se resiste a que haya más impuestos. Es decir, no vacilan en que el menú debe ser lo más generoso posible, pero a la hora de pagar la cuenta se escabullen. La suerte de las democracias que han establecido ‘Estados de Bienestar’, con las obvias diferencias de modo, tiempo y lugar, suelen ser muy parecidas: los ciudadanos exigen prodigalidad en los subsidios y derechos, pero son retrecheros cuando hay que financiarlos. Buena parte de los franceses y colombianos, especialmente los de izquierda, suelen gritar al unísono: “Que los impuestos los paguen los ricos”. Olvidan que cuando a un rico se le exprime sin compasión, suele votar con los pies y emigrar. En una sociedad donde no hay ricos, amigo lector, usted puede tener la absoluta certeza que solo va a haber pobres. Y los pobres difícilmente tienen con qué subsidiarse los unos a los otros.
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Apostilla: La inesperada y monumental votación que obtuvo el partido Vox en Andalucía va a poner en serio peligro la gobernabilidad del presidente Pedro Sánchez en España. Sánchez fue elegido por una coalición de partidos independentistas y de izquierda, coalición atada con babas. Si no se aprueba el Presupuesto, es casi seguro que Sánchez se vea forzado a llamar a elecciones, que muy seguramente va a perder. ¡Algunos argumentan que Sánchez es aún más tonto que Rodríguez Zapatero, lo cuál es mucho decir!
