Hace un par de noches, en una conversación con unos amigos, uno de ellos se me acercó y me mostró unas fotos de gente marchando con carteles y gritando en las calles de París. Cuando las vi lo primero que pensé era que había ocurrido alguna masacre o algo por el estilo, pero resultó no ser así.
Después de investigar un poco, me di cuenta de que los franceses estaban protestando en contra del alza de los precios del combustible que se aprobó para entrar en vigencia desde el primero de enero del a 2019. Los chalecos amarillos han sido los grandes protagonistas en las protestas a las que se enfrentan los franceses, algunos representados en los grupos sindicales, que buscan reclamar menos impuestos y más poder adquisitivo. La situación ha llegado a tal punto que el Primer Ministro Francés se vio en la necesidad de citar a los líderes del movimiento para buscar una salida a la crisis, aunque el encuentro aún no se ha llevado a cabo.
El presidente Macron buscaba desactivar las protestas, sin ceder a las peticiones, sin embargo, un pueblo que a lo largo de la historia ha sido un promotor de la lucha por los derechos no lo iba a permitir. Por eso el resultado de sus protestas fue que el gobierno finalmente suspendiera la subida de las tasas al combustible.
Ahora, muchos se preguntarán basados en la coyuntura que Colombia atraviesa, ¿en qué afecta eso al país? Una respuesta general sería que en absolutamente nada, pero resulta que no se trata de eso. La importancia que deberían tener las acciones de los franceses en los colombianos es que algunas figuras públicas han estigmatizado a las protestas, tildando a los que las promueven y a todos sus participantes de rebeldes y vagos, y seguramente no faltaría el que los llame “guerrilleros”. En Colombia, se ha vendido la percepción de que cualquier tipo de acción distinta a la de la política tradicional va a transformar el país en otra Venezuela y que los que promueven las marchas son los guerrilleros. Lo anterior no es una apología de ninguna ideología política ni mucho menos de incentivar a alterar el orden público, simplemente es a tomar conciencia de que no solo en Francia o cualquier otro país los ciudadanos tienen derechos y deberes, sino que los colombianos también pueden gozar de ellos. Lo que hicieron los chalecos amarillos no es nada distinto a lo que están haciendo los estudiantes en las calles de algunas ciudades de Colombia.
Para cerrar, probablemente si además de las fotografías me hubieran preguntando qué está pasando en Francia, habría respondido: los ciudadanos están haciendo uso de un recurso que en algunos momentos es necesario para reclamar derechos y buscar cambios que enriquezcan a una sociedad que probablemente tendría como resultado otros retos que se tendrán que enfrentar, pero se hará como bajo valores democráticos.