Cuando decidí leer el libro El Karina de Germán Castro Caycedo, jamás imaginé que hubiera sucedido en nuestro país una acción militar tan desmesurada, tan intrépida, tan global y tan magistralmente escrita. El pasado 14 de noviembre se cumplió el aniversario número 37 del hundimiento del buque por parte de los propios guerrilleros, quienes lo habían comprado en el puerto alemán de Hamburgo y que venía repleto de armamento ilegal escondido en sus bodegas.
El trabajo de investigación que hizo Castro Caycedo es admirable. Es un libro donde los involucrados, sean estos, guerrilleros, traficantes de armas, marinos, militares o aventureros; cuentan lo que vivieron —desde sus ojos— y no desde la perspectiva del escritor. Pero, no por eso, es menor lo que aporta la experiencia y el oficio del avezado cronista, quien recopila, ensambla e integra, hasta construir magistralmente, la historia completa de una acción significativa en la historia bélica del país, y que transcurre en medio mundo: Alemania, la costa norte de áfrica, Panamá, el desierto tropical de la Guajira, el océano pacífico vallecaucano y la selva amazónica colombiana.
Según los datos conocidos, esta fue una acción de tráfico de armas y municiones desde Europa hasta Colombia, realizada por parte del ya desmovilizado grupo guerrillero del M-19. Este tráfico de armas constaba de un arsenal de fusilería de 1000 unidades, además de aproximadamente un millón de municiones, que estaban dentro del barco, encargado de llegar a la costa pacífica para así robustecer la lucha armada del M-19.
Dentro de ese barco había tres tripulantes guerrilleros, quienes eran los encargados de hacer el transporte del cargamento, Fernando Erazo “Salvador”, Héctor González y Jairo Rubio “Henry”; además de otros tripulantes empleados, que no pertenecían al movimiento revolucionario. De los tres Karinas, los últimos dos están con vida.
El 3 de noviembre de 2018 fuimos tres generaciones Barco, mi abuelo (96) mi padre (64) y yo (18), a visitar a Jairo Rubio, “Henry”; pues después de leer el libro, quise conocer más sobre el increíble tema de El Karina. Jairo Rubio había sido vecino de la familia en el barrio Colón de la ciudad de Cali, de ahí la amistad entre él y mi papá. Llegamos a su casa donde luego de abrirnos y saludarnos, pude percatarme que tenía una colección inmensa y variada de artículos relacionados con Simón Bolívar. Justo con ese tema comenzó la plática, pues luego de preguntarle por los cuadros y demás cosas que tenía en su casa, nos expresó su admiración por “El Libertador”. Desde ese momento intenté imaginarme los ideales de esa persona, además, de los del movimiento que anteriormente defendía.
Le dije que mi interés por el libro y por la historia del Karina había empezado cuando el año pasado, estando en vacaciones con la familia, en el pequeño pueblo de Dibulla, en la Guajira, mi papá me contó sobre lo sucedido allí, con el despegue del avión de Aeropesca, que había secuestrado el M-19 en Medellín y que estaba repleto de armamento, así como de su posterior y épico amerizaje en el río Orteguaza. Ese relato dramático había picado mi interés por leer el libro y después por conocer lo que en el libro no se cuenta, desde el punto de vista de un actor directo como lo fue Jairo.
Jairo, antes de empezar su relato, nos mostró un libro gráfico sobre el M-19, lleno de fotos con apuntes a mano de los protagonistas, sobre la dirigencia de esa guerrilla, así como de quienes participaron en El Karina. Nos dijo que esas misiones eran absolutamente compartimentadas, por lo que ellos solo conocían lo estrictamente necesario, de tal suerte que, si alguno de ellos era capturado, no se cayese la misión. Precisó que solo dos personas tenían pleno conocimiento de todo, una de las cuales era Jaime Bateman Cayón.
Él luego nos cuenta cuál era el ideal de país que quería construir el M-19 y nos dice: “básicamente un país mucho más democrático, donde hubiera mucha más participación, donde hubiera espacio para la política. El M-19 luchaba por la practica real de la democracia". Esto también ayuda a comprender qué era su movimiento, además de lo que diferenciaba al M-19 de otros grupos al margen de la ley en esa época.
Al preguntarle sobre quién considera el más grande en el grupo del M-19, él sin dudar contesto que fue Bateman. “Pablo” (que era su alias), fue el líder más relevante que tuvo este movimiento, era quien representaba el ideal de la guerrilla, era el modelo, por lo que su misterioso “accidente aéreo”, fue el golpe más duro que recibió el M-19. Seguidamente nos contó cómo lo conoció y el tiempo que pasó escoltándolo.
Nos dijo que el hundimiento del barco fue una acción legendaria por la lucha tenaz que hubo previamente; pues eran tres jóvenes contra el acorazado Sebastián de Belalcázar. Cuando lograron, por fin, hundir el barco, a Jairo se le enredó una soga de El Karina en la bota, haciendo que se hundiese junto a las armas. Luego del forcejeo que hizo para que se desenredase el lazo, la bota salió del pie y ahí fue cuando quedaron los tres guerrilleros a la deriva. Así que, sin nada que perder, llamaron a gritos al Sebastián de Belalcázar para que los matasen, pero en vez de eso, la tripulación oficial, gallardamente, los subió al acorazado, capturándolos, precisamente ese 14 de noviembre de 1981.
Cuenta Jairo que fueron llevados al batallón, donde se aprestaron para recibir una larga condena, pero con la llegada de Belisario Betancourt a la presidencia se levantó el estado de sitio, y los casos como el de Jairo pasaron de la justicia penal militar a la justicia ordinaria. Además, como cuando los capturaron no tenían nada de armas, literalmente estaban en calzoncillos, fueron liberados luego de 9 meses y 9 días. Jairo, después de eso, dedicó casi toda su vida a la construcción de vivienda popular y a la construcción de liderazgos sociales.
La historia de El Karina es fantástica, cinematográfica. Fue una operación que cubrió tres continentes, sus protagonistas estuvieron a punto de morir en varias oportunidades, pero nadie murió, ni en el combate marino, ni en el amerizaje en el Orteguaza. Se movieron todo tipo de influencias para cumplir el cometido, pero como en esas películas de suspenso con final insólito, el botín o armamento quedó sepultado en el fondo del mar. Ni para la guerrilla ni para el ejército.
Lo más increíble es que, por efecto de la compartimentación, Jairo, quien vivió gran parte de esa odisea en la que arriesgó con convicción su propia vida, nunca tuvo acceso a conocer los pormenores de la gesta. “Solamente tuve conocimiento de todos los hechos, cuando leí el espléndido libro de Germán Castro Caycedo” concluye.