El campanazo lo dio la renuncia de Alberto Abello, un reconocido economista que manejó durante años el Observatorio del Caribe, a la dirección de la Biblioteca Luis Angel Arango. Aceptó con entusiasmo, hace un año largo, trasladarse de Barranquilla a Bogotá a asumir el desafío que significaba estar a la cabeza de la biblioteca más grande del país con 1.200.000 títulos y una red con presencia en casi todas las capitales de departamento, allí donde el Banco de la República cuenta con sucursales. La frustración con la que se retira es más que evidente. Sin mencionar nombres, queda en evidencia un malestar reiterado y las dificultades de interacción laboral con la subgerente cultural del Banco de la República Angela Pérez*, quien lleva doce años en el cargo. “Las formas”, como dice Abello, importan mucho.
Con Alberto Abello son tres los profesionales que en cuatro años, y después de someterse a arduo procesos de selección, terminan renunciando a la dirección de la Luis Ángel Arango. Algo inusitado dentro de la tradición del Banco emisor. Desde que en el 2013, se retiró de la dirección después de casi seis años la historiadora, exdirectora de Colciencias, Margarita Garrido, no ha podido cuajar un proyecto a largo plazo de este centro cultural con presencia en casi todas las capitales de departamento. Garrido reemplazó al también historiador Jorge Orlando Melo quien estuvo once años al frente de la Biblioteca en tiempos en que el poeta Dario Jaramillo se desempañaba como subgerente cultural.
Angela Pérez, una manizalita, experta en literatura entró al Banco en reemplazo de Melo en 2006 y un año después, a raíz de la jubilación de Jaramillo, fue promovida a la subgerencia por el entonces gerente del Banco José Darío Uribe, casi que simultáneamente Margarita Garrido tomó las riendas de la Biblioteca, de donde se retiró para regresar a la academia como profesora en la Universidad de Los Andes y en la Universidad Externado. La reemplazó Alexis de Greiff, un físico de la Universidad de Los Andes, vicerrector de la Universidad Nacional y también ex Subdirector de Colciencias, quien no alcanzó a completar los dos años al frente. Llegó entonces Natalia Rui Rodgers bióloga ex vicerrectora académica de la Universidad Nacional quien no permaneció más de ocho meses y se retiró para ser la última vice ministra de Educación de Juan Manuel Santos. Ellos, así como otros funcionarios menores, se retiran guardando un discreto silencio público, muy al estilo de la cultura del Banco de la República, pero con un malestar enconado .
Después de una interinidad en la dirección de la Biblioteca, fue escogido el samario Alberto Abello Vives en un proceso de selección que tomó varios meses. Economista del Externado su gestión duró 19 meses. En un mensaje cifrado titulado Sobre mi retiro, para ser leído por quienes se han preguntado por su decisión, Abello se atrevió a volver público un rumor a voces en los corredores del emporio cultural del barrio La Candelaria. Sin referirse nunca a su jefe inmediata Angela Perez dejó entrever el malestar que se vive en la institución:
“Mis amigos preguntan sobre mi retiro de la dirección de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Fueron motivos personales los que llevaron a solicitar mi retiro (…) Digo motivos personales por las reflexiones íntimas que me llevaron a tomar la decisión. La filósofa y profesora de la Universidad de Barcelona Carmen Pardo, me enseñó con su obra En el silencio de la cultura que “ser amante de las artes [y de la cultura en general, digo yo] no impide ser un empleado dispuesto a hacer funcionar un sistema que ejerce violencia sobre todos y cada uno de los engranajes”.
En eso estaba inmerso y me preguntaba si la gestión cultural misma podría ser un factor de generación de malestar entre quienes la realizan. Mi trayectoria en el campo de la cultura, por el contrario, me ha puesto del lado de los que creen que la cultura puede contribuir al bien estar de quienes habitan y laboran en el entramado social y dejan huellas civilizatorias. Venía de hablarle a mis alumnos en las universidades de esa savia [como lo es la cultura] del llamado desarrollo en su versión de proceso en busca de la transformación humana y las libertades culturales. Había aprendido a trabajar en espacios colaborativos, de tolerancia intelectual, y en instituciones al servicio de la gente y del país y no de quienes las ponen a su servicio. Cada vez fueron más fuertes las incompatibilidades con quienes de una u otra forma están dispuestos “a hacer funcionar un sistema que ejerce violencia sobre todos y cada uno de los engranajes”. (1)
Ángela Pérez escogió entre la burocracia corporativa de un banco central frente a la misión cultural de la entidad que como toda institución de este tipo se debe a la gente, y a pesar de la naturaleza particular del Banco de la República su vocación es pública. Pérez terminó atrapada por los formalismos administrativos que olvidan la especificidad del sector, al punto de darle a escritores, casas editoriales, músicos, artistas y curadores tratamiento de proveedores, como si se tratara de vendedores de resmas de papel, o de AZ. Un manejo, además de corte vertical y autoritario que ha chocado con directores de las distintas áreas y cuyos efectos se ven ya en el freno forzado a una dinámica cultural que marcaba la gestión del Banco de la República. La renuncia de Abello es un campanazo que invita a una reflexión sobre la vocación de una subgerencia cultural que finalmente tiene responsabilidad publica que no puede confundirse con las instituciones al servicio de los intereses personales como lo dice Abello en la explicación de su retiro.
“Había aprendido a trabajar en espacios colaborativos, de tolerancia intelectual, y en instituciones al servicio de la gente y del país y no de quienes las ponen a su servicio”.*
Un llamado de atención elegante pero claro que no puede seguir haciendo carrera en el Banco de la República. Se destapa una crisis precisamente en el año en que la Biblioteca Luis Angel Arango cumple sesenta años y frente a la que muy seguramente el gerente general Juan Jose Echavarría tomará cartas en el asunto con la claridad de quien sabe para qué y para quienes es la cultura.
*La subgerente cultural Angela Pérez fue solicitada para conocer su opinión pero declinó responder.
** Textos completo del mensaje de Alberto sobre su retiro:
Mis amigos preguntan sobre mi retiro de la dirección de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Quiero informarles que fueron motivos personales los que me llevaron a solicitarlo y a definir una fecha de mi salida de común acuerdo con el Banco de la República, que no fuera traumática para ninguna de las dos partes. Así, estuve vinculado hasta el pasado 21 de noviembre. Agradezco al banco, por supuesto, la oportunidad de aprender y aportar a esa magnífica red de bibliotecas durante 19 meses. Los directivos tienen un informe de mi gestión.
Digo motivos personales por las reflexiones íntimas que me llevaron a tomar la decisión. La filósofa y profesora de la Universidad de Barcelona Carmen Pardo, me enseñó con su obra En el silencio de la cultura que “ser amante de las artes [y de la cultura en general, digo yo] no impide ser un empleado dispuesto a hacer funcionar un sistema que ejerce violencia sobre todos y cada uno de los engranajes”. En eso estaba inmerso y me preguntaba si la gestión cultural misma podría ser un factor de generación de malestar entre quienes la realizan. Mi trayectoria en el campo de la cultura, por el contrario, me ha puesto del lado de los que creen que la cultura puede contribuir al bien estar de quienes habitan y laboran en el entramado social y dejan huellas civilizatorias.
Venía de hablarle a mis alumnos en las universidades de esa savia [como lo es la cultura] del llamado desarrollo en su versión de proceso en busca de la transformación humana y las libertades culturales. Había aprendido a trabajar en espacios colaborativos, de tolerancia intelectual, y en instituciones al servicio de la gente y del país y no de quienes las ponen a su servicio. Cada vez fueron más fuertes las incompatibilidades con quienes de una u otra forma están dispuestos “a hacer funcionar un sistema que ejerce violencia sobre todos y cada uno de los engranajes”.
Alberto Abello Vives.