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Opinión

Hagan sus apuestas

El juego de la democracia

Por:
marzo 06, 2014
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Un punto de especial consideración para el próximo domingo electoral son las propuestas, los programas. Así ha de ser; pero en verdad  que, en visión exacta, no existen las de bancada, como lo ordena la ley.

Recordemos: la ley de bancadas tiene por objeto estructurar los partidos o movimientos políticos (i) ofrecer exactitud en sus plataformas, reconducir la cohesión interna, realizar la organización y (ii) fijar las posturas de bancada. En consecuencia, nitidez en candidatos o elegidos respecto a las obligaciones con el elector y con el partido; y, en rango superior, las posibilidades de revocatoria del mandato y, la pérdida de investidura. En pocas palabras: convertir a los partidos, a los movimientos políticos, en vehículos de acceso al poder, es decir, ideología programática.

No obstante, se observa en la realidad del día a día que los compromisos son cuasipersonales, de coyuntura, de mero aprovechamiento circunstancial a ritmo de la noticia, de lo reactivo. Digámoslo de otra manera, la propaganda electoral se encuentra en una exhibición de llamativos avisos cuyo objetivo es acaparar la atención, que sean lo más escandalosos, los histéricamente provocadores;  invitando a que se unan a políticas públicas, que ya son planteamiento de gestión gubernamental, como por ejemplo la de vivienda gratis o, la rebaja al precio de la gasolina, de los hidrocarburos; en algunas oportunidades, la protección de los derechos de las minorías que, sin duda, es obligación del Estado, no de campañas independientes, voces aisladas; o, la propaganda que incluye a muertos: un total abuso; o, la curiosa impronta de la reelección de alcaldes y gobernadores que, como telón de fondo, será la excusa para la reelección presidencial o, la re reelección que, en su momento, fuera prohibida por la Corte Constitucional, en memorable decisión. En suma, “de todo como en botica” reza el adagio popular. Compromiso de bancada ninguno.

Un reino egocentrista, solitario, aislado. Los partidos o movimientos políticos dueños de las propuestas, de los programas, de las plataformas, es decir, la consideración de constituirse en ideología programática y, no de intereses individuales o caudillista. El conjunto vacío, se impuso.

Las encuestas ofrecen visones de cuanto se quiere de sabor y aroma; cada sector de la política se achaca, se autoproclama en la victoria y, casi todos, con el número que parece esotérico, mágico, de 20 curules para el Senado de la República. Repito, veinte: ¿será un número cabalístico? ¿Un deseo íntimo?¿Una amenaza de triunfo frente al contendiente? Cada quien en su aspiración, en su manejo de opinión. Y observen, ninguna cohesión, ninguna coherencia.

El acceso al poder se encuentra esclavizado, atrapado, por la propaganda, las encuestas, los comerciales de toda pelambre. Miren ustedes, el más sonoro: la utilización de una especie de línea caliente para promover a un frío candidato. Si no fuera la situación determinante, daría hasta risa, qué buen chascarrillo, se diría. Pero no. La Cosa Pública es vital, seria.

El Congreso de la República tiene por ejercicio las grandes reformas, las expertas intervenciones en temas como el control político. Sin embargo, cómo hacer efectivo el compromiso si algún miembro de bancada se sale de la misma en su propuesta o diseño, si no existe el planteamiento de bancada de inicio, es decir, como punto de esfuerzo y compromiso con el elector. Poco importa.

Y, una vez elegidos, ¿cuál es la decisión de compromiso con los propósitos del debate presidencial? ¿Con quién se irá cada cual? ¿Qué acuerdo diverso de los propósitos coyunturales los anima? ¿Da lo mismo cualquier candidato a la Presidencia, incluido el presidente candidato? Un desastre público.

Sin duda, la reelección presidencial, la atomización del poder del Congreso de la República en manos del Ejecutivo, la parapolítica, la yidispolítica y otros actos bochornosos, acabaron el debate. Perdón o, debo decir, ¿acabaron la democracia?

Alerta: en el fondo del escenario, se encuentra lo más aterrador: se juega por un escaño o, por el contrario, la discusión oculta es la supervivencia de la Constitución Política, del modelo de Estado y, el derecho a la democracia. ¡¡Hagan sus apuestas!! Y, que el juego de la democracia, el proceso electoral de hoy, no se convierta en la democracia en juego.

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