"Que falte todo menos plata para el trago"

"Que falte todo menos plata para el trago"

Somos un país borracho, donde la falta de dinero no es excusa para no seguir bebiendo: pedir prestado, empeñar o gastarse lo de los recibos es lo más común

Por: fabian andres fonseca castillo
noviembre 25, 2018
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Foto: Pixabay

A propósito de la polémica suscitada por el supuesto aumento de IVA a bebidas gaseosas y alcohólicas por parte del gobierno.

Es muy peculiar en nosotros celebrar cuanta fiesta haya, tan peculiar es que un colombiano se diferenciaría de cualquier otro ciudadano del mundo cuando se habla de celebraciones. Ya hasta creo que en nuestros genes está incorporado un sistema muy bien estructurado que nos incita y lleva, como muy bien dice el dicho, a "botar la casa por la ventana".

Es también muy recurrente en el colombiano promedio tener un discurso y jerga que lleva a darle razón y lógica a la fiesta, a la celebración o al agasajo, tanto es así que aunque haya escasez o ausencia de dinero, la gran mayoría hace todo lo que sea necesario para conseguir patrocinador, endeudándose, empeñando o simplemente descompletando lo que ya tenía separado para otros fines no tan divertidos, sino más bien necesarios.

Celebramos de todo, las oportunidades son variadas, la oferta y la demanda están muy bien equilibradas, y sobre todo la disposición de los colombianos es más que un hecho. Por ende, cumpleaños, aniversarios, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios, grados, bienvenidas, despedidas, nacimientos y hasta fallecimientos son y serán motivo de reunión, fiesta o, para ser más humilde, del compartir. Creo que hasta ese "compartir" fue creado sin intención o sin querer queriendo por la misma religión, ya que si nos ponemos a pensar la mayoría de celebraciones o fiestas están derivadas de un hecho o motivo religioso, lo que lleva a pensar que las incoherencias en Colombia son muy probables.

Sin embargo, muchos se pondrán a pensar: ¿dónde está lo malo o negativo de que el país sea tan amigable, ameno y amante a las celebraciones, más cuando cada vez es "necesario" debido a que el mundo cada vez es más hostil, frío, individualista y menos humano, donde ya en varias sociedades las fiestas o celebraciones pasan a un segundo plano, dando a entender que estos son menos humanos o que carecen de nociones de comunidad, integración o amistad (aunque yo dudo mucho de esa pasionaria afirmación)?

No obstante, el punto de este artículo no es desacreditar la importancia de la fiesta o la celebración, ya que creo que no tiene nada de malo, más bien la veo como una oportunidad antropológica para conocer la sociedad colombiana, hacer diagnósticos etnográficos y culturales de lo que podríamos ser, y, sobre todo, dar base investigativa para realmente entendernos en nuestros fenómenos, problemáticas y peculiaridades, que posiblemente no merecen de orgullo sino más bien autocrítica, esa que nos hace mucha falta como sociedad...en fin, este artículo quiere hacer una crítica a ese país borracho, como muy bien dice el título de este escrito, ya que gracias a que nos hemos creído autoridad o justificación en el mundo para ser embajadores de las fiestas, nos hemos convertido en una nación, sin llegar a exagerar, alcohólica, borracha.

Ese país borracho y alcohólico, donde, por ejemplo, ser abstemio (persona que no consume bebidas alcohólicas) es sinónimo de ser aburrido, agazapado, dormido y hasta tonto; donde fiesta sin licor no es fiesta; donde celebración sin borrachos, no es divertida; donde el centro de atención y el regalo más preciado de cualquier ocasión es una botella, una canasta y el exceso de cervezas; donde el licor es para muchos la base sobre la que gira el centro de la reunión, del compartir o, de lo que muy bien sabemos los colombianos, la fiesta. Tanto es nuestro padecimiento, que la sobriedad de algunos abstemios es vista como rareza, asombro y hasta crítica, donde ya prácticamente nos hemos convertido en una sociedad con patologías del alcohólico, de ese que crea un lazo de necesidad y ansiedad por ingerir licor, donde este no tiene control de sus límites de consumo, y donde posiblemente se convierte en un ente enfermo que debe ser tratado.

Es tan preocupante la situación que el hecho de ser alcohólico o borracho en Colombia es visto como algo normal, como una actividad legal y hasta "necesaria", volviendo al trago la insignia o sello personal de la sociedad colombiana. Se naturaliza y relaciona el hecho de ingerir bebidas alcohólicas como un medio para obtener felicidad, amigos, superioridad y hasta amores, donde muchos ahogan equivocadamente sus penas, alegrías y hasta su supuesta personalidad en el acto excesivo de beber y beber, llevando al filo su humanidad, su decoro y su integridad y la de los demás, ya que en muchas ocasiones la enfermedad y el exceso daña la razón, la tolerancia y el respeto por los otros, por la sociedad, incitando a la violencia, a la intolerancia, a la riña, a la violación de todo, al accidente de tránsito y hasta la muerte.

Para muchos será exagerado todo, aunque recuerdo que no estoy en contra de las celebraciones, pero es necesario repensar los excesos de la sociedad, esos excesos que cada vez nos convierten en un pueblo muy peculiar, donde esa peculiaridad no es motivo de orgullo, sino de vergüenza, esa vergüenza que ya poco nos queda, ya que, como anteriormente dije, todo lo naturalizamos o normalizamos y lo convertimos en una necesidad o práctica común cultural, de seguro para no sentirnos mal o disimular nuestra penosa enfermedad.

Según un informe de 2017 de Euromonitor International, Colombia es el quinto país de la región en consumo per cápita de alcohol, consumo que de acuerdo a las proyecciones progresivamente tiende a crecer. Otro dato de ese mismo informe señala que al año un colombiano gasta más de 800.000 mil pesos en bebidas alcohólicas, información que es igual o más preocupante que la emitida por la Universidad Externado y la Universidad Nacional (2017), que señala que los jóvenes universitarios gastan más dinero en ocio que en comida o textos académicos durante su carrera, especialmente en los últimos semestres. No obstante, lo más preocupante de todo lo encontré en un estudio desarrollado por la organización Nuevos Rumbos en asocio con Bavaria, que evidencia que la edad en la que los jóvenes empiezan a ingerir alcohol es cada vez menor y se sitúa en una edad promedio de 12 años, con mayor tendencia en hombres (16%).

Finalmente, y partiendo de esos datos, cabe pensar que sí es posible que tengamos una enfermedad muy grave, ya que hasta ni los menores de edad se salvan de una patología que muchos han hecho creer justa y necesaria, y hasta naturalmente propia y nuestra, donde cada vez más la vemos como muestra de orgullo y familiaridad, sabiendo que lo que nos esta es convirtiendo en un pueblo borracho, que hoy le preocupa que le suban el IVA, ya que de seguro es más importante la cerveza que une a los amigos, como dice el comercial, que el decoro y la tranquilidad de no ser un pueblo de excesos, padecimientos y enfermedades que carcomen hasta a nuestros jóvenes.

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