En una época en que se ha hecho patente lo irresponsables que hemos sido con el planeta, lo que incluye el mal manejo de residuos, incluidos los plásticos, se hace urgente revaluar y erradicar algunas prácticas a las que nos hemos acostumbrado casi sin darnos cuenta en diversas industrias, incluida la editorial.
Es práctica común que al ser impresos, los libros se empaquen en un sellado plástico que en teoría ayuda a protegerlos, tanto físicamente como del polvo una vez se muestran en los anaqueles. “Es que así les gusta a las librerías”, me comentó alguna vez un impresor al preguntarle por qué siempre llevaban ese sellado plástico.
Pero transportar y almacenar los libros en cajas de cartón reciclado, y buenas prácticas de aseo en las librerías deberían bastar para conservarlos en buen estado.
Claro que también es necesario un cambio cultural en toda la cadena, empezando por el consumidor final, el lector, quien debe tener claro que si los libros dejan de llevar ese sellado plástico al que estaba tan acostumbrado es por el bien del planeta.
Tomando en cuenta que millones de libros se imprimen al año en el mundo, es fácil darse cuenta de que son toneladas de basura plástica las que se generan con este tipo de empaque.
En la pirámide jerárquica del manejo de residuos, la primera medida es la prevención, es decir, evitar el uso de materiales que a la postre se convertirán en basura (más abajo vienen otras como la reutilización, el reciclaje y como último recurso, la disposición final).
Y si quienes aman o viven del libro son las personas razonables que suponemos, sin duda entenderán la conveniencia de este cambio cultural hacia prácticas más sostenibles ambientalmente. Por lo mismo, no dudo que pronto empiece a erradicarse el sellado plástico en esta industria. El buen ejemplo empieza por casa.