Estimada María Clara, esta es, al igual que la suya, una columna de opinión, la cual espero, dada mi poca trayectoria en los medios escritos, no vaya a ser olvidada en un mail o tal vez censurada por no estar de acuerdo con “tan buena pluma”. Le empezaré recordando (tal vez no debería) que un buen periodista jamás se queda con solo una mirada (o fuente, como le quiera llamar) para poder establecer como cierta una idea. Para el caso en cuestión, usted arguye que el Dr. Camilo Nossa, su médico veterinario de cabecera, conceptúa que la esterilización es un acto reprochable pues los ejemplares castrados “pierden todo tipo de identidad” y se “pierden socialmente”, cuando lo cierto es que los animales castrados, al tener ausencia de hormonas, suelen estar más relajados. Por suerte usted no se alcanza a imaginar lo que una jauría de perros enteros (no castrados) de la talla y corpulencia de su amada perra, ojalá todos machos, harían en una reunión de parque. Dado que usted en su mezcolanza de ideas parte de varios ítems que no tienen relación los unos con los otros, me parece sensato contextualizarlos uno a uno evitando que se enreden y permitan equívocos.
Estoy seguro de que no fueron las palabras de mi colega al mencionar la palabra esterilización de donde parten sus conclusiones y mucho menos los grotescos equívocos, sino de su interpretación a las palabras del facultativo. Cuando habla sobre las esterilizaciones como algo nocivo, no puedo dejar de pensar y relacionar su punto de vista con las miles de perritas que son y serán esterilizadas en verdaderos antros, donde les es negado un suero intravenoso, donde las suturas son compartidas con el paciente que lo antecedió y donde la anestesia usada tiene más falencias en cuanto a la forma como la pobre tendrá que enfrentar el dolor —no solo posquirúrgico, sino quirúrgico—. Aunque suene como un chiste malo, los métodos anestésicos usados en las campañas de esterilización de bajo costo, hoy por hoy casi los únicos empleados, pues cursa en el ideario popular que entre más caro, peor es el médico veterinario cirujano que lo realiza, sin duda se quiere “enriquecer” con esa “noble profesión” a “costillas del trabajo de los dueños, usando el dolor de los animales”.
Sé que su miope mirada al mundo animal, en el que apenas se está estrenando gracias a la compra de su perrita akita, le ha impedido ver la situación de los profesionales que nos dedicamos a la atención del bienestar animal y humano, pero aún así se atreve a lanzar frases tan lapidarias como “los veterinarios solo ven el billete”. Pues bien, al igual que en el párrafo anterior tengo serias diferencias con usted. Hoy por hoy, los médicos veterinarios y médicos veterinarios zootecnistas que nos dedicamos a las atenciones animales nos encontramos ante una gran presión ocasionada justamente por algo que usted ha tocado de manera tangencial: el cambio de las familias y los cambios de roles al interior de las mismas. Las mascotas están ocupando espacios antes ocupados por personas, y dado que nuestra función no es ser jueces de los comportamientos de los poseedores de las mascotas, nos debemos dedicar a ser garantes de la salud humana y animal.
Existen más de 50 enfermedades que pueden ser transmitidas de las mascotas al hombre. De hecho, la Organización Mundial de la Salud OMS ha determinado que las próximas epidemias que atacarán a los humanos serán de origen animal, de ahí nuestra enorme responsabilidad. Sin embargo, paralela a esta realidad profesional, hoy nos enfrentamos a situaciones de seguridad. Todos hemos conocido energúmenos clientes que en enajenaciones mentales nos han insultado o tal vez agredido porque los servicios médicos veterinarios tienen valor y no los pueden pagar; o porque los procedimientos de difícil atención no salieron como lo esperaban; o porque no pudieron atender su mascota con la rapidez que ellos deseaban. Miles de investigaciones al ejercicio profesional son realizadas de parte de Comvezcol anualmente tratando de establecer responsabilidades profesionales por las demandas interpuestas por los propietarios contra los profesionales. A la par que esto sucede, los requisitos para la apertura de nuevos y mejora de los antiguos centros veterinarios —llámense clínicas, hospitales o consultorios veterinarios— se volvió la norma. Visitas de inspección de Secretarías de Salud, del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y ahora del Instituto de Bienestar Animal del distrito son el pan de cada día de los profesionales, al punto de sentirnos ser sujetos de persecución de parte de las entidades de control. Exigencias y más exigencias, las que sin lugar a dudas cuestan dinero, sin contar con lo que debe invertir el profesional en capacitarse para dar solución a los múltiples problemas médicos que aquejan a las mascotas. Ah, y ni qué decir de los cuantiosos recursos invertidos en equipos que deben usarse para prestar el servicio, que entre más complejo sea más dinero costará en capital humano y equipos, y cuyo coste claramente deberá ser trasladado al propietario de cada ejemplar.
Reconozco que lo único acertado de la nota es la enorme humanización que se está dando alrededor de la tenencia animal, pero, por desgracia, se equivoca usted diciendo que son los animalistas quienes lo hacen, pues, en términos porcentuales, una inmensa mayoría de los propietarios tiene comportamientos claramente humanos hacia sus mascotas. No obstante, tal vez en nuestra sociedad esa tendencia animalista no sea del todo mala y hoy sea más que necesaria. El grado de sadismo de muchos compatriotas hacia los animales avergüenza a cualquiera que se diga llamar ser humano. No por nada fue expedida hace poco la ley que tipifica como delito penal el abuso animal. Es tan increíble el grado de salvajismo que existe en el país, que cientos de personas haciéndose pasar por médicos veterinarios lastiman a los animales en procedimientos de todo tipo, aun en los más delicados como son los quirúrgicos; peor aún con la anuencia de algunas fundaciones animalistas “que buscan el beneficio animal” cuando verdaderamente esconden sus oscuros intereses. En Cúcuta, por ejemplo, un abogado operaba a cientos de gatos y perros, muchos de los cuales murieron en sus manos por sus nefastas técnicas quirúrgicas, y quien hasta no hace mucho se hacía llamar el veterinario de los que “no tienen voz”.
Para finalizar mi análisis en relación a su escrito, le diré que se equivoca usted nuevamente en adjudicarle la responsabilidad al criador responsable de lo que acontece con los cachorros. Son criadores de traspatio y personas que “desean que su perrita tenga una cría” quienes generan todo tipo de inconvenientes, pues no es solo usted sino cientos de miles de personas como usted, sin experiencia, sin espacio, que terminan montando una perra, tal vez con el primer perro que ve, sin siquiera conocer cuál es su comportamiento (la heredabilidad de las conductas caninas han quedado demostradas), sin saber si el genotipo y el fenotipo es el adecuado y que al ver el producto de sus cruces no son tan ajustados a los estándares de la raza o al ver que los cachorros se crecieron, terminan regalándolos al primer postor, sin siquiera saber si le dará una vida medianamente buena. Claro, como usted no tiene idea de crianza, ni tiene el espacio, jamás se atrevería a hacer lo que muchos criadores serios y responsables haríamos con quienes han criado un cachorro que tanto esfuerzo y sacrificio nos ha costado: si no puede tener el cachorro, tráigalo, que yo me encargo de él.
Como ve, mi estimada María Clara, ha usted omitido, tal vez de manera involuntaria, muchas de las cosas que están sucediendo en torno a la tenencia de mascotas. Olvidaba decirle que la esterilización, no a muy temprana edad como está sucediendo, ha demostrado ser benéfica para animales que no serán puestos a criar, evitando enfermedades como piómetra y tumores de mama, entre las más comunes.
Hasta la próxima.
* Este artículo es una respuesta a uno producido por María Clara Gracia, que de manera soez enloda el accionar de los médicos veterinarios.