"¡La máquina del tiempo se ha descompuesto!" son las palabras de José Arcadio Buendía, en Cien años de soledad, al percibir que siempre es lunes, que no se avanza, que el tiempo se detuvo. Dicho en otros términos, la situación no cambia.
Una vez más la serpiente se muerde la cola. Desde 1918 el movimiento de los estudiantes de Córdoba (Argentina) abrió la aspiración de una universidad distinta. En Colombia, 1924, Germán Arciniegas buscaba la transformación de la vetusta academia, dedicada a la formación de profesionales… En 1929, se asesinó a Gonzalo Bravo Pérez cuando los estudiantes salieron a la calle en protesta contra la “rosca” que se hallaba en el poder… El 8 y 9 de junio de 1954, en el gobierno de Rojas Pinilla, los estudiantes fueron asesinados. En el Frente Nacional, 1971, la protesta se inició en la Universidad del Cauca, y el 26 de febrero, en Cali, se reprimió con un saldo de 20 universitarios muertos. Y del Frente Nacional para acá se puede seguir con la enumeración hasta llegar al presente.
Y vuelve la historia que se repite porque los estudiantes se declaran en asamblea permanente, organizan marchas, mesas de diálogo y viene el cuento: “no hay recursos”. Para desbaratar la movilización viene la tergiversación: “los estudiantes pintan grafitis”, “no permiten la libre locomoción”, “son unos vándalos”, “fuman marihuana”, “se emborrachan” y, por tanto, ante el desorden no hay más remedio que darles palo, gases, bala… pues “no se puede permitir que se altere el orden”. Y se justifica la “suspensión del semestre”, el “cierre de la universidad”, “expulsión de revoltosos”… Toda una serie de enredos para no asumir la responsabilidad que la educación pública es un elemento central para hacer posible un Estado moderno.
Y claro que la represión trae estudiantes muertos, policías heridos, detenidos, judicialización, amenaza, cárcel… y de esa manera se recupera la “normalidad académica” y viene el olvido hasta que vuelve a crecer la conciencia estudiantil tres o cuatro años después.
Sin embargo, no se afronta el ser de la universidad. El incremento presupuestal a las instituciones de educación superior es algo elemental. La cuestión del Icetex no es nueva, desde hace años aparece cada vez que los estudiantes levantan la cabeza. No se nombran profesores de planta. La mayoría de los profesores son ocasionales y mal pagos. No hay autonomía universitaria, pues en conjunto los miembros de los Consejos Superiores no saben qué es la universidad, tampoco les interesa y sin embargo la dirigen. Buena parte de los recursos se agotan en la formación de profesionales. Se continúa en la transmisión de conocimiento sin que importe la creación de conocimiento y el auge de la ciencia.
Y viendo como cada cierto tiempo surge de las cenizas el ave fénix del movimiento de los estudiantes se hace evidente que lo que ocurre es la incapacidad de los gobiernos para hacer posible la universidad como centro formador, al mismo tiempo que el movimiento de los estudiantes se queda en dos o tres cuadras de los edificios de la institución lejos de la sociedad.