En la madrugada del viernes Alejandro Pizano Ponce de León se despertó con la peor de las noticias. Su papá, Jorge Enrique Pizano, quien fuera controller de la concesión Ruta del Sol y testigo clave de la corrupción de Odebrecht, había muerte de un infarto en su finca en Subachoque. Sus testimonios iban encaminados a señalar responsables de las coimas que se movieron entre públicos y privados alrededor de la concesión de la Ruta del sol II. Aunque luchaba contra un cáncer linfático desde hace dos años, la enfermedad estaba controlada. Horas antes de su muerte había hablado con su hijo quien vivía en Barcelona, con su esposa con siete meses de embarazo.
Al llegar a Bogotá el joven arquitecto de 31 años supo de la depresión que consumía a su papá desde hacía meses. Un profesional reconocido a quien la vida se le había enredado por cuenta de su relación con la brasilera Oderbrecht. Lo atormentaba la investigación penal que pesaba sus hombros a raíz del contrato Tunjuelo-Canoas celebrado con la constructora brasilera cuando se desempeñaba como gerente del Acueducto con en el 2009, en la Alcaldía de Samuel Moreno Rojas. Desesperado, Pizano había visitado en la última semana a periodistas como María Jimena Duzán intentando probar su inocencia. Le confesó a la propia periodista le confesó que temía por su vida. Jorge Enrique Pizano sabía demasiado no solo de este caso sino del escándalo mayúsculo de la Ruta del sol II, en el que ocupó el rol de controller encargado por la Concesionaria Ruta del Sol. Pizano fue el primero en advertir irregularidades desde el 2015, tal como se lo hizo saber al abogado de Luis Carlos Sarmiento, socio de la concesionaria a través de Episol, su amigo Néstor Humberto Martínez.
Alejandro Pizano llegó en la madrugada del sábado. Alcanzó a asistir al entierro de su papá. Para recordarlo su familia, Alejandro, y sus otros dos hermanos, viajaron a Subachoque donde había muerto Jorge Enrique. Ese mismo día Alejandro se desahogó en Twitter. El arquitecto no era un usuario muy frecuente a redes sociales. No tenía Facebook y en Twitter sólo tenía 914 seguidores. La última vez que había trinado algo había sido el 21 de octubre. El domingo 11 de noviembre fijó un trino que reflejaba su amargura frente a lo sucedido, buscando desesperadamente a quien atacar. Etiquetó allí a su primo segundo, Daniel Samper Ospina.
Luego, en el atardecer del domingo, pasaría lo impensado. Quiso ir a la oficina de su papá donde éste había muerto 48 horas antes. Se sentó en su escritorio. Lo acompañaba su esposa. Alejandro bebió de una botella de agua saborizada con gas que estaba al lado del computador, según el relato de su hermana Juanita Pizano. Cayó delante de su esposa. Dos horas después murió. La botella y el líquido restante que en están protegidos bajo cadena de custodia por el CTI de la Fiscalía, tenía cianuro, como lo confirmó Medicina Legal; el estomago se le destrozó según el informe forense.
Una tragedia familiar rodeada de misterio.
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