Perspectivas geopolíticas en Oriente Próximo e islam político: el caso sirio

Perspectivas geopolíticas en Oriente Próximo e islam político: el caso sirio

El fortalecimiento de las relaciones entre Rusia e Irán, sumado a otros factores, hace que los estadounidenses vean frustradas sus intenciones

Por: Andrés Felipe Serna Vélez
noviembre 13, 2018
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Perspectivas geopolíticas en Oriente Próximo e islam político: el caso sirio
Foto: Kremlin - CC BY 4.0

Durante las últimas tres décadas la política exterior de los Estados Unidos frente a Oriente Próximo no ha sido un asunto fácil de lidiar, no lo fue para Bush padre durante la Guerra del Golfo (1991), ni para Clinton en medio de la segunda intifada entre palestinos e israelíes (2000), ni mucho menos para George W. Bush con Irak (2003), cuando el pentágono y el congreso norteamericano justificaron su intervención, señalando a Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva.

En el caso de la guerra del Golfo Pérsico fue más notorio que en el terreno internacional la bipolaridad mundial había desaparecido, y surgía un nuevo mundo dominado por la unipolaridad. En términos geopolíticos, la caída de la Unión Soviética permitía garantizar el orden internacional, proteger los intereses estadounidenses, y cooptar una región como Oriente Próximo que por sus recursos estratégicos, impulsa la maquinaria industrial a escala mundial [1].

Tras el escalamiento de las tensiones políticas con Irak, a partir del bloqueo económico, diplomático y militar impuesto por los norteamericanos después de la invasión de Saddam Hussein a Kuwait en 1990, el periodista Bob Woodward analizó en Negar la evidencia (2006), los dudosos argumentos del gobierno de George W. Bush para invadir y ocupar Irak a principios del año 2003. Si bien parte de la popularidad de Bush se respaldaría en su reacción ante los atentados del 9/11, al cual le apostó la mayor parte de su capital político, a medida que caían en combate más soldados estadounidenses y se desmoronaban los principales argumentos para la intervención: la detección, control y eliminación de armas de destrucción masiva, y la supuesta conexión de Hussein con grupos terroristas, fue cada vez más notorio el engaño al que apelaría Bush para fortalecer las fuerzas armadas, asegurar la producción petrolera y poseer un mayor control geopolítico.

No obstante, ante el crecimiento de las hostilidades con Irán y a pesar de la superioridad militar de los estadounidenses, la continuidad de sus políticas tendrían un serio revés, en tanto el objetivo de estimular guerras civiles para desestabilizar países como Libia y Siria en la denominada “primavera árabe” del 2011, aunque derrocarían del poder a Gadafi en el primer caso, no tendrían en Siria los mismos efectos.

Por el contrario la prolongación del conflicto sirio y el variado número de actores que intervienen en él, incluidos grupos terroristas, rebeldes y tropas israelíes, hacen que sea más difícil aún la terminación de las hostilidades y el desarrollo de un acuerdo con cada una de las facciones involucradas. De allí que las acciones estadounidenses en Siria no tengan los mismos efectos, a causa de su considerable inestabilidad política y el recuerdo de la opinión pública mundial del fracaso norteamericano en la posguerra en Afganistán.

El fortalecimiento de las relaciones entre Rusia e Irán, sumado a fuerzas paraestatales como Hezbollah en el Líbano, hacen que las intenciones estadounidenses sean opacadas en momentos que Rusia, en una atinada combinación de diplomacia y operaciones militares, ha impedido el derrocamiento de Bashar al-Asad. Los planes rusos de reconstrucción y la inversión de capital chino (mayor poseedor de bonos de deuda estadounidense), hacen pensar en una nueva perspectiva geopolítica en la región, en especial cuando Putin ofrece sistemas de defensa antiaérea (S-300 Y S-400) a Turquía, la India y Siria.

Las dificultades y éxitos del gobierno de al-Asad se explican también por los procesos internos que impulsaría antes del 2011, puntualmente en la aplicación del islam político para tratar de acrecentar la fidelidad política de la población. Por lo tanto, es necesario analizar las bases del actual partido de gobierno: el Baaz Árabe Socialista, fundado en 1947 como un partido nacionalista, laico y socialista, panárabe en su esencia y con influencia en Siria e Irak. Sus principios doctrinales se basan en la unidad árabe, la libertad y el socialismo y en Siria, gracias a sucesivos golpes de estado llegaría a controlar el gobierno en 1963, trasladando la concentración del poder hacia el oeste (Damasco) donde se consolidaría una forma de autoridad laica y hereditaria, comandada primero por Hafez al-Asad desde 1970 hasta el 2000, cuando su hijo Bashar al-Asad le sucedió. El traslado de poder antes mencionado no es un dato menor, puesto que esto se enlaza con la peculiar situación de que la comunidad alauita concentrada al oeste, pese a su minoría (15%), controla hasta el día de hoy a los sunitas, que son el 70% de los 22 millones de habitantes [2], además de abarcar las principales funciones del Estado.

Al malestar generado en los suníes, depositarios habituales de la autoridad política y militar desde la época omeya y enemigos del Estado secular, se sumó el cambio de actitud de las autoridades sirias frente al fenómeno islamista, sin abandonar su objetivo principal de blindar la república hereditaria, especialmente después de la invasión estadounidense a Irak en el 2003, que acrecentó el antiamericanismo y el temor del gobierno sirio de que ocurriese lo mismo en su propio territorio [3]. El hecho de que se permitiera a facciones yihadistas cruzar hacia Irak para confrontar al enemigo exterior (EE.UU), que ante el fracaso de sus aspiraciones, retornaron a suelo sirio a enfrentar el enemigo interior: el estado “secular” sirio, es considerado por analistas como Álvarez-Osorio como una errónea estrategia política, por ser un auténtico peligro para un régimen que se expone como laico, socialista y panarabista.

Al respecto Pedro Montávez menciona que el panarabismo es sobre todo un movimiento político encaminado a desterrar la influencia extranjera y alcanzar cierto grado de unidad entre los Estados árabes, sobre una base secular. Entretanto el panislamismo es “una reafirmación categórica de la unidad política de todos los musulmanes [...]que políticamente apunta a detener la marea de secularización dentro de cada país musulmán y a promover la unidad entre todos ellos a fin de restablecer una única comunidad de musulmanes" [4], mientras algunos islamistas perciben el nacionalismo árabe como un peligroso elemento secularizador, que sustituye el islam por el arabismo [5]- Durante el siglo XX otras ideologías fundamentales del mundo árabe, ya sea el socialismo o el confesionalismo, fueron elementos que bien se conglomeraron a la corriente islamista o le atacaron directamente. Por eso resulta particular que el islamismo político fuera promovido por Arabia Saudí y sus aliados estadounidenses, como el mejor freno contra el comunismo “ateo” y el nacionalismo panarabista de Nasser y el baathista, como ocurrió durante la Guerra Fría árabe entre Egipto y Arabia Saudí, donde el islamismo fue la ideología favorita de la reacción proestadounidense.

La combinación de la inserción extrajera y la permisividad de los yihadistas, fue consecuente con la islamización del entorno sirio, y así se registraría en declaraciones de imanes radicales como Muhsin al-Qaqa de Alepo, que llamó a la yihad contra los invasores de Irak y reclamó la instauración de un Estado islámico, y los numerosos casos de atentados terroristas: los tiroteos del Mezze (2004); la montaña Qasioun (2005), la plaza de los Omeyas y el ataque contra la embajada de Estados Unidos (2006). Por ello, la posición de Siria como icono de un nacionalismo árabe cada vez más islamizado, se contradijo con la ilegalización de los Hermanos Musulmanes, mientras de forma paralela daba su apoyo a los movimientos yihadistas en medio de la invasión estadounidense a Irak.

Adicionalmente, los Hermanos Musulmanes hicieron lo que no pudo concretar el estado Sirio: reconocer la diversidad confesional en una heterogénea sociedad y proponer la creación de un Estado moderno que acepte el pluralismo, tanto en lo ideológico como en lo confesional. Este tipo de propuestas junto con el rechazo a la violencia por parte de los Hermanos, por las nefastas consecuencias que tuvo la insurrección islamista y el elevado costo a pagar: su ilegalización y persecución, le ayudaron a establecer un diálogo con el resto de las fuerzas opositoras en Siria, en el denominado Pacto Nacional que fijó las líneas maestras de la oposición que tuvieron auge durante la primavera árabe del 2011, con un Estado basado en el pluralismo y en la alternancia política, la justicia, la equidad y la garantía de los derechos humanos, civiles y políticos, que permitan la participación de las mayorías en las decisiones nacionales.

En conclusión, para poder darle continuidad a la república hereditaria seriamente afectada por la pérdida de identidad nacionalista, fue necesario que pese a su ideología secular, manipulase el Islam como parte de la estrategia de supervivencia del régimen, con el fin de cooptar el discurso religioso para compensar la fragilidad de su escaso respaldo popular. Manipular la religión era necesario, usarla para los fines políticos de al-Asad, obligatorio.

La progresiva islamización de la sociedad, indica que el Estado fue incapaz de detenerla, y por eso se hizo necesario reprimir cualquier símbolo de extremismo religioso, empezando por endurecer su posición frente al islamismo radical y poniendo mayor interés por contrarrestar los efectos negativos de las formas autoritarias de poder que impiden cualquier abertura política, la falta de oportunidades económicas. La perpetuación del partido Baaz en el gobierno, sumado a lo anteriormente visto, podrá lograrse en el caso que Siria, gracias al apoyo económico, militar y político de Vladímir Putin, resulte victoriosa en la batalla final en la provincia de Iblid, último bastión de resistencia de los opositores de al-Asad. Quizás en un futuro cercano, pueda unificarse el país y transitar hacia un gobierno que brinde mayor estabilidad a la región, en un periodo en que el gobierno estadounidense de Donald Trump, entre el aislacionismo y las dificultades de una proyección contundente de poder en Oriente Próximo (salvo el caso de Israel, Arabia Saudita, Egipto y Turquía), a pesar de su fuerte discurso es temeroso de intervenir de forma notoria en el conflicto sirio.

[1] Hugo Cardona Agudelo, “La geopolítica en el Medio Oriente y el nuevo orden mundial después de la guerra del Golfo Pérsico, 1991,” en El Cuaderno-Escuela de Ciencias Estratégicas 3, no.5 (2009): 118. URL: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3035213.pdf.

[2] Actualmente la población siria se aproxima a los 18 millones. La disminución demográfica se explica por la naturaleza de un conflicto que abarca desde una guerra civil en oposición al régimen de Bashar al-Asad, la entrada de elementos radicales del islam como ISIS y la intervención de Estados Unidos y Rusia en la contienda, que presuponen un escalamiento internacional del conflicto. El resultado de los elementos anteriores, es el incremento de refugiados y grandes movimientos de población por fuera de las fronteras sirias. Para mayor información de la variación demográfica en Siria, véase el Fondo de Población de las Naciones Unidas: https://www.unfpa.org/es/data/world-population/SY.

[3] El partido Baaz también tuvo influencia en Irak, a tal punto, que Saddam Hussein estuvo en la dictadura gracias a éste partido hasta el 2003. Por eso en Siria los temores eran bien fundados, puesto que la presencia de miembros radicales y las reservas petroleras, podrían resultar como una excusa válida para una intervención americana de gran envergadura. Véase: Álvarez-Osorio, Ignacio. “Las paradojas del islam político en Siria.” CIDOB d’Afers Internacionals, no.93-94 (2011): 163-178.

[4]Pedro Martínez Montávez, “Nacionalismo e Islamismo en el mundo árabe contemporáneo,” Hermes, no.4 (2002): 2.

[5] José F. Durán Velasco, El conflicto árabe israelí. Una visión no estatolátrica (Madrid: Bósforo Libros, 2009), 241.

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