Son las elecciones, idiotas no somos
Opinión

Son las elecciones, idiotas no somos

Uribe sabe que el IVA a la canasta familiar compromete su imagen y su gran objetivo político: aumentar el poder regional del Centro Democrático en las elecciones del 2019

Por:
noviembre 07, 2018
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La desconcertante e inesperada  decisión del expresidente Uribe de no respaldar el aumento del IVA de los productos de la canasta familiar no está motivada por razones  tributarias, ni mucho menos por razones de equidad social, son razones políticas de conveniencia las que explican su publicitado proceder

A Uribe, un viejo zorro de mil batallas, no se le escapa el costo político que significa cargar con el desprestigio y la indignación  de millones de colombianos, para quienes el aumento del IVA a los productos de la canasta familiar significa meterle la mano al bolsillo, acrecentar su miseria, meterse con la comida. Una evidente traición, a los ojos de todos, de la promesa de campaña de mejorar el ingreso de los más pobres, y en contravía de las propuestas del propio Uribe de aumentar del salario mínimo por una vez y establecer una prima adicional equivalente a medio salario mínimo para quienes devenguen hasta  tres salarios mínimos. Ha aprendido de la Iglesia la importancia de cuidar el rebaño, de mantener la fe en su Iglesia.

Uribe sabe que tan impopular medida compromete su imagen, su partido y en especial su gran objetivo político inmediato: acrecentar y consolidar el poder regional del Centro Democrático en las próximas elecciones del 2019. Una vez recuperado el poder nacional, ahora quiere ir por el poder regional y de paso consolidar su imagen de gran salvador, de adalid y defensor  de las causas populares, mostrar que a la derecha el populismo no le es extraño ni le avergüenza. Por eso su  ruidosa decisión de desmarcarse, de declararse parte de la oposición en esta materia

La calculada decisión de oponerse a la columna vertebral de la reforma tributaria busca también desvalorizar y contrarrestar el señalamiento de que Duque es un títere de Uribe, con el cual la oposición de izquierda ha buscado debilitar la imagen de Duque como presidente  y señalar a Uribe como el verdadero poder detrás de trono. Uribe no pierde el rumbo en su empeño de consolidar el régimen político de la seguridad democrática, la confianza inversionista y  la cohesión social que ha construido con tanto empeño, mide cada una de la acciones del gobierno  de Duque, toma distancia según su conveniencia y planes, cuida sus tres huevitos. No le importa coincidir con los fieros opositores al gobierno de Duque, mantiene la iniciativa, quiere brillar con luz propia, siempre está en campaña. Nunca pierde de vista su gran objetivo político estratégico: mantener el país por siempre bajo el ala protectora y tutelar del pensamiento de derecha y al Centro Democrático como el partido garante de tal destino.

En su empeño de consolidar el régimen de derecha que ha construido, Uribe no está solo. Las coincidencias y acercamientos con el vargasllerismo, integrante también de la coalición de gobierno, son  cada vez más frecuentes. La oposición de Vargas Lleras a la reforma tributaria de Carrasquilla y Duque  no es gratuita. Él también cuida lo suyo de cara a las elecciones locales y con la mirada puesta en el 2022. Siguiendo la senda trazada por Uribe ha dicho: “Cosas muy malas trae la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque, como la ampliación del IVA a toda la canasta familiar y su muy difícil devolución a los estratos más pobres”. “Proyecto inequitativo, facilista y que en su afán recaudador impedirá, una vez más, que la política fiscal se ponga al servicio de la competitividad del país y de la generación de empleo productivo”.

Fernando Londoño, caracterizado vocero de la derecha extrema del Centro Democrático, se suma a Uribe y sin ambages propone aprovechar la reforma tributaria para acabar de una vez por todas con instituciones que le resulta  incómodas y perniciosas para su ideal de Estado autoritario. Por eso aconseja a Duque: “Si hace falta “financiar”, como ahora dicen, algo como el 6 % del total, bien podríamos, Presidente Duque, intentar recortes por parejo, o caerle a gasticos cuya falta no nos tendrían tan adoloridos… No eche en saco roto la vieja idea de acabar con ese esperpento del Consejo Superior de la Judicatura… Cierre ese engendro de la Corte Constitucional, epicentro de Golpes de Estado, de normas espurias que corrompieron la Nación, como la del libre desarrollo de la personalidad y muchas otras semejantes o peores, y ahí le queda para subsidiar a mucho pobre, amparar a mucho desplazado…Y siga con el Poder Judicial. ¿Nos quiere contar para qué tanta Corte? En los Estados Unidos tienen una sola de nueve miembros y vaya si hace su tarea…Prohíba consultas, referendos, cabildos abiertos y cerrados.  No siga hablando y gastando plata en el embeleco sin orillas del posconflicto. Y no le aumente 14 magistrados a la JEP. Quítele 28, que da lo mismo suprimirlos que mantenerlos”.

 

Ni el uribismo ni el vargasllerismo están dispuestos
a cargar sobre sus hombros el desprestigio y la pérdida de credibilidad
que entraña la reforma tributaria

 

Ni el uribismo ni el vargasllerismo, las dos expresiones mayoritarias de la derecha en Colombia, están dispuestos a cargar sobre sus hombros el desprestigio y la pérdida de credibilidad que entraña la reforma tributaria. Son las elecciones, idiotas no somos, es su lema.

Con su postura oposicionista Uribe ha creado una turbulencia política y mediática que distrae y confunde a la opinión, al tiempo que prepara las condiciones de negociación y aceptación de la inevitable reforma en la que está empeñado Duque y su ministro de Hacienda. Pedir más de lo que en verdad se quiere, poner el listón alto, incluir medidas duras y al final transar y mostrarse magnánimo es la vieja táctica que siempre han utilizado todos los gobiernos cuando de esquilmar con nuevos tributos al “pueblito” se trata.

De no menos importancia  es la estrategia de Uribe de impedir que la izquierda capitalice para si el gran descontento popular que entraña gravar la canasta familiar. Deslegitimarla como oposición única, coparle el espacio de abanderada de los intereses de los sectores populares, quitarle el agua al pez, impedir que la indignación social fortalezca a la izquierda y acreciente su nada despreciable poder, convalidado por más de 8 millones de ciudadanos que votaron en favor de Petro.

Ya el magistral Augusto Monterroso en sus brevísimos Monólogos del Bien y del Mal nos advirtió que a veces el mal se disfraza de bien para hacer quedar mal al bien, y de paso salvar su pellejo, su imagen, su poder, su presente y sus planes futuros.

 

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