Llegó en un buen momento este encuentro académico de expertos sobre la verdad, la memoria y el conflicto, para estudiantes, docentes, investigadores y periodistas.
En esta coyuntura, en que en el país sigue la discusión sobre la conformación de la Justicia Especial para la Paz, con nuevos magistrados y sin una sala especial para juzgamiento de militares involucrados en delitos cometidos en el marco del conflicto armado, de la nueva dirección que tendría el Centro de Memoria Histórica, este tipo de encuentros toman mayor relevancia, porque se trata precisamente de discutir el papel de la comunicación para rescatar la verdad y reconstruir la memoria histórica de los acontecimientos.
Cómo rescatar el encuentro con el otro, retomar la praxis comunicativa para fundamentar los géneros discursivos, el narrar los acontecimientos sin olvidar que esa es una facultad propia del hombre que proviene de su intercambio de experiencias (buenas-malas, positivas-negativas), pero alejándola del lenguaje de los violentos, responsables o perpetradores, el cual se fundamentó en buena medida en el rumor, el murmullo y el cotilleo, haciendo juego al horrorismo; ese término acuñado por filósofa Adriana Cavarero, quien invita a mirar las tragedias de nuestro tiempo desde el lado de las víctimas.
Pero más allá de ese contar, la cátedra buscó invitar a que los medios de comunicación, los periodistas, los opinadores, los comunicadores e investigadores de estos fenómenos lo hagan desde una especie de épica de la escucha.
Así como tener muy presente que la comunicación y el periodismo ya están en el centro mismo de la disputa por la memoria histórica colombiana, como lo ha mencionado el mismo Centro Nacional de Memoria Histórica de forma soslayada en algunos de sus informes.
Tal cual lo señaló Germán Rey en el cierre de la cátedra: “se trata de entender que los temas de verdad y memoria van más allá del conflicto, se trata de un proceso que involucra al país mismo”. Y en ello la comunicación, los comunicadores, los periodistas son fundamentales en no permitir que se caiga en la trampa de pensar que solo desde la institucionalidad, desde lo formal, desde lo estatal o lo enmarcado dentro de una entidad o norma se puede contar esa verdad y contribuir a tejer la memoria.
Es decir, no solo es desde la justicia ordinaria, desde la Justicia Especial para la Paz, la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, desde el Centro de Memoria Histórica donde se debe hacer la tarea, si no desde las propias experiencias sociales y populares de memoria que tienen mucho por contar. Ejemplos: los velatorios, los Bracitos Nasa, Escuela Audiovisual de Belén de los Andaquíes, Mural de Cementerio, el Bosque de la Memoria, Semillas Contra la Guerra, Primer Reinado Trans en el río Tuluní, Reporteritos de Toribio, Mujeres Ave Fénix…
Los cuales no han sido estudiados, abordados con el rigor y la importancia debida, pero por sobre todo escuchados por la sociedad. De eso se trata al hablar de construir una Colombia común a todos, de tener un diálogo con el otro. Algo así como “construir-proyectar desde la comunicación”, según señaló Rey, aunque ello parezca contradictorio.
Para construir lenguajes de nuestra memoria histórica y la verdad, debemos asumir desde la comunicación dimensiones como escuchar, narrar, compartir, reconocer, encontrarse, dialogar, conservar, proyectar, rememorar y conmemorar, para que una vez allí pensemos si ello se cuenta a través de investigaciones académicas, artículos científicos, noticias, reportajes, crónicas, documentales, audiovisuales, libros, series de televisión, películas, entre otros. Claro, no olvidar preguntarnos: ¿dónde se está dando la disputa por la verdad y la memoria con la comunicación como eje trascendental?
