Después de conocidos los señalamientos de acoso sexual por parte de sacerdotes del Colegio San Viator se escucharon voces de padres, estudiantes e incluso de la representante estudiantil hablando en defensa del sacerdote rector Albeyro Vanegas Bedoya. Estos reclamos se unificaron en el hashtag #CreoEnSanViator.
Sin embargo, ante las abundantes muestras de apoyo al colegio o al rector por parte de muchos estudiantes y padres de esta comunidad educativa, y sin lanzar un juicio condenatorio contra el cura rector, hay unos elementos a considerar en este tema.
Lo primero es que hay una víctima. Daniel Osorio fue un joven presa de acoso sexual, al grado que cayó en una profunda depresión y finalmente puso fin a su vida. No es algo menor como para dejar pasar de lado y excusarlo con carteles de apoyo sobre la Autopista Norte. El suicidio fue real y las notas del joven indican que fue por el abuso sexual de sacerdotes en esa institución, no en otra. Hay muchos hashtag de #CreoEnSanViator, pero ¿nadie en esa comunidad educativa cree en Daniel Osorio?
Daniel ingresó al Colegio San Viator a los ocho años de edad y estuvo allí hasta noveno grado. Como todo menor víctima de abuso, sus notas bajaron y su felicidad desapareció tan pronto empezaron los abusos sexuales. Osorio fue retirado del afamado colegio en el 2012 y eso no puede ser excusa por el colegio para alegar que el suicidio ocurrió después, en el 2017, cuando Osorio ya no era estudiante de la institución. Fueron las profundas lesiones psicológicas infringidas en esa institución la que llevaron al peor desenlace posible, y dejar pasar esto desapercibido es algo de tremenda insensibilidad e inhumanidad.
Los casos de abusos en el San Viator tienen dos elementos que son importantes. Primero, que hay otro estudiante que narra hechos de abuso del hasta hace poco rector Albeyro Vanegas Bedoya. Segundo, que este señor tiene precedentes en otra institución por los mismos hechos.
Nicolás Machete Hernández denunció los comportamientos del sacerdote Albeyro Vanegas. Este estudiante, que toda la vida ha sido alumno del San Viator, y que tiene una beca en esta institución, afirmó que el sacerdote "siempre se mostró muy cariñoso, muy amable, siempre era un abrazo bien apretado o un abrazo de mucho tiempo. Un día me dijo que, porque yo no había vuelto a la oficina y cuando voy a la oficina, él me sienta en un sofá y me pregunta que cómo van las cosas después de la beca. Luego de eso, lo que él hace es alzarme, ponerme en sus piernas y lo que él hace es besarme". En un segundo encuentro el joven grabó un audio. Esto lo hizo por recomendación de una abogada que consultó después de ese primer encuentro.
En caso previo del sacerdote Albeyro Vanegas Bedoya tuvo lugar en el 2006 cuando era rector del Gimnasio Los Pinos. En ese incidente un estudiante, también becado, lo acusó de haberlo sentado en sus piernas y besado. Algo que coincide con el modus operandi narrado por Nicolás Machete.
El Tribunal Superior de Bogotá sentenció en junio de 2008 que “eran creíbles tanto el relato del menor como el del procesado”, por lo que por haber una duda razonable se resolvió el caso a favor del investigado.
El juez 32 Penal del Circuito lo absolvió en 2007, al calificar como “inverosímil” la declaración del niño, cuya defensa no aportó pruebas suficientes de que el hecho había ocurrido. El Tiempo estableció que la Corte Suprema de Justicia no aceptó la demanda en una instancia superior. El padre había dicho que durante ese proceso había tenido una absolución clara. No obstante, lo que hubo fue falta de pruebas concluyentes. Demostrar el abuso ocurrido en sitios cerrados es algo difícil. La defensa de la víctima del Gimnasio Los Pinos alegó que dentro del proceso nunca dejaron contrainterrogar a los testigos que presentó. Si esto último se hubiera dado quizás otro resultado se habría obtenido.
¿Cuál es la probabilidad que dos estudiantes de instituciones diferentes, que no se conocen, ambos estudiantes becados por ayuda económica, coincidan en denunciar hechos de abuso de manera tan similar? Algunos defensores del San Viator han alegado que Nicolás Machete conoció el caso del Gimnasio Los Pinos para crear su caso. Pero, ¿qué necesidad tiene un estudiante becado en poner en riesgo su estabilidad, reputación y relaciones interpersonales inventando una historia de acoso? Hay cosas que hacen dudar de la inocencia del padre Albeyro.
Volviendo a Daniel Osorio, las declaraciones que dejó por escrito mostraron una profunda afectación. La madre del menor dice que el joven fue llevado a la finca del recreo del colegio, que pertenece a los clérigos de San Viator, donde era abusado por sacerdotes. Los hechos al parecer fueron muchos, y que mencione a “sacerdotes” en plural debería alertar a todos los padres de familia. De ser esto cierto, habría una gran red de abuso y encubrimiento. Los casos destapados en Irlanda, Estados Unidos, Chile y Australia muestran que esto no es para nada desconocido en la Iglesia católica. Aunque Daniel Osorio no dejó ningún nombre porque fue amenazado, su madre señala al rector de aquel entonces: Carlos Luis Claro Arévalo.
Ecos desde Medellín y Pereira
El caso del San Viator, al norte de Bogotá, parece recordar el del exrector del colegio Paulo VI, el sacerdote Roberto Cadavid. Este clérigo fue denunciado en 2005 por abuso a un menor. Todo parece indicar que el cura rector Cadavid pagó una suma de dinero a su víctima para comprar su silencio. Sin embargo, el pederasta volvió a atacar y en 2012 se presentó otra acusación. En ambos episodios recibió el respaldo de la Iglesia, que en últimas lo recomendó a la Diócesis de Brooklyn, con el permiso encubridor de monseñor Ricardo Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín.
Este caso, como tantos otros, nos muestra que de dejarse libres los abusadores sexuales volverán a atacar y también que no podemos esperar colaboración del alto clero.
En el caso del dinero pagado para evitar la demanda a Cadavid, El Tiempo publicó una foto del cheque de uno de los pagos y determinó que los recursos salieron de la institución educativa, que recibe fondos de la alcaldía local por recibir niños de bajos recursos de la comuna 3 de Medellín. O sea que de dineros públicos salieron los 30.481 dólares con los que el padre Cadavid compró el silencio de uno de sus exmonaguillos.
Los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes muestran que los niños suelen ser más vulnerables, especialmente los que tienen necesidades económicas. Además, causa alarma que los casos denunciados en el Colegio San Viator (2017) y Los Pinos (2006) coincidan en que eran chicos que necesitaban la beca académica. Estos recuerdan en parte el caso del sacerdote Luis Enrique Duque Valencia, quien abusó de dos menores dejados bajo su cuidado (ellos eran mucho más vulnerables, eran desplazados del conflicto armado).
Pues bien, Daniel Osorio vivió humillado mientras los sacerdotes que abusaron de él lo amenazaron. Estas amenazas han estado presentes en otros casos de abuso de clérigos. En el 2011 el sacerdote Jairo Alzate Cardona se desempeñaba como profesor del colegio El Dorado de Pereira y castigaba, dejando sin descanso, a un niño de 10 años. Era entonces cuando el cura aprovechaba para besarlo, tocarlo y obligarlo a que le practicara sexo oral. El niño llegaba a la casa asqueado a lavarse la boca. La mamá empezó a notar el comportamiento extraño de su hijo y después de interrogarlo el niño confesó que el sacerdote católico lo amenazaba con matar a su madre si lo delataba.
Por último, deseo recordarles a las decenas de personas que en las últimas horas han salido a defender el honor de la institución con el hashtag #CreoEnSanViator que antes que preocuparse por el buen nombre de una institución o la reputación de su iglesia, sería bueno que se pusieran por un momento en los zapatos de Daniel Osorio y su madre. Lo que esta familia vivió por causa del abuso sacerdotal debe llevarnos a reflexionar para detener la revictimización de los chicos abusados y exigir justicia por encima de cualquier deseo egoísta. Por mi parte, yo le creo a Daniel Osorio.