A pedazos se cae la casona de la I.E Simón Bolívar de Calima El Darién

A pedazos se cae la casona de la I.E Simón Bolívar de Calima El Darién

Este espacio de tradición, hoy ocupado por estudiantes, es un símbolo de identidad municipal y nacional que se niega a desaparecer, por eso la comunidad pide ayuda

Por: Cristian Alejandro Benavides Guevara y Sebastián Narváez Morales
octubre 18, 2018
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A pedazos se cae la casona de la I.E Simón Bolívar de Calima El Darién

La memoria tiene una relación afectiva con el espacio biográfico. Es decir, los lugares y los objetos se asumen como aspectos relevantes en la construcción subjetiva del ser humano. En ese orden, lo inolvidadizo[1] se refiere a todo aquello que ha dejado una marca que no cicatriza en el ser. La casa, el hogar, la cocina, el desván, la sala, se vinculan a lo inolvidadizo debido a la carga (dramática y poética) afectiva que tienen las personas en relación con ellos. De ahí que haya un vínculo estrecho entre el espacio y la subjetividad de quien lo habita[2]. Incluso, los recorridos que una persona realiza por su pueblo, su ciudad, posibilitan que la memoria salga a cada paso. Al cruzar una esquina, al ver un edificio, una casa o un parque, la persona recuerda su relación afectiva con ese espacio.

Por este motivo, en el presente texto se expresa un llamado, un S.O.S, a los entes gubernamentales, y a quienes competa, con el fin de que la casona de la Institución Educativa Simón Bolívar, ubicada en Calima El Darién, Valle del Cauca, sea intervenida en su dimensión física, ya que de lo contrario, cristalizaría la pérdida de una estructura que representa un bien cultural para el pueblo y, por extensión, para la nación. En lo sucesivo se esgrimirán los aspectos por los cuales la casona se asume como una estructura que está unida a la construcción subjetiva de los darienitas, y también, al patrimonio costumbrista de la nación.

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Uno de los primeros aspectos que reivindican el llamado a conservar la casona es el que advierte de plano su carácter costumbrista. Así las cosas, el costumbrismo toma un carácter nacional y social por cuanto se ocupa de las costumbres y las tradiciones de los pueblos. Los cuadros de costumbres reflejan la realidad inmediata y las tradiciones propias, bien sea en el ámbito del lenguaje y de las estructuras construidas para habitar. De acuerdo con Rafael Maya, “El costumbrismo, en Colombia, fue algo más que una escuela literaria. Fue una modalidad del pensamiento nacional que involucró, en la amplia zona de sus posibilidades literarias (…) El costumbrismo aspiró a dar una explicación, si no profunda, sí muy acertada de la vida social del país a mediados del siglo pasado, y a dejar consignados en sus páginas aspectos interesantes, unos fugaces y otros permanentes, de la vida política, social y religiosa (…)”[3].

En ese orden de ideas, la casona se erige como un cuadro de costumbres en el que se enmarca la tradición del pueblo darienita, su sentir y habitar el mundo. En ella reposa la memoria de una cultura, es decir, se erige como símbolo de una identidad municipal y nacional que se niega a desaparecer con el pretendido avance de la modernidad. La casona es, en otras palabras, símbolo del habitar un pueblo, lo cual se relaciona con la posibilidad de crear, de construir mundo. Martin Heidegger dice que es poéticamente como el hombre habita el mundo, y  ese habitar se concretiza en los espacios que han formado parte constitutiva de su formación personal.

Por otra parte, iniciada su construcción en el año de 1918, la casona fue concebida como un espacio para impartir el saber al pueblo darienita. Este espacio se construyó como una estructura alterna que garantizara el desarrollo social del incipiente municipio. De este modo, esta estructura ha acompañado la formación académica e intelectual de los habitantes de Calima el Darién. Es un espacio que representa la primera relación de los habitantes del municipio con el mundo del conocimiento. Así pues, como egresados de la Institución pensamos que nuestro pensamiento se emparenta con el de la comunidad darienita.

En términos de Wilhelm Dilthey, la conciencia individual revela una conciencia histórica. De ahí que como habitantes del municipio y egresados de la institución concibamos a la casona como parte fundamental de nuestra formación académica y subjetiva, pero también como el símbolo de una identidad municipal. En la casona reposan las voces, los murmullos de quienes nos precedieron, la lucha y la valentía por democratizar el saber y la latencia de las raíces de nuestros fundadores. Asimismo, desde un punto de vista antropológico, la subjetividad no es algo acabado, sino que por el contrario, es una elaboración constante. Esta interpretación hace hincapié en que si no se conserva el patrimonio cultural, las generaciones venideras no podrán disfrutar de lugares y espacios en los que reside el pensamiento ancestral de sus antepasados y, por ende, olvidarán sus raíces, su identidad.

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La casona es eco de las construcciones arquitectónicas que se evocan, por ejemplo, en María, de Jorge Isaacs.  De ahí que desde la institución educativa se hayan ejecutado proyectos pedagógicos que hacen de la casona la analogía con la Hacienda el Paraíso, lugar en el que ocurre el idilio entre Efraín y María. Asimismo, los estudiantes han velado por la conservación de la casona por medio de la elaboración de pinturas, la siembra de jardín y la inscripción de leyendas en sus muros. En otras palabras, la comunidad educativa, desde docentes hasta estudiantes, se han abocado por una apología de esta estructura. Todavía más, la casona ha sido la posibilitadora de la visita del escritor William Ospina a la Institución, quien expresó su apoyo por la conservación de la estructura.

No obstante los esfuerzos realizados por la comunidad educativa, la casona, al igual que un ser humano, se ha venido deteriorando hasta el punto de cristalizarse en un peligro para la comunidad que la habita. Debido a los materiales con los que fue construida (caña brava, bahareque, teja de barro y piso y estructura de madera) esta estructura no soporta el peso de materiales como el cemento. Por esta razón, si bien la casona fue declarada bien inmueble arquitectónico cultural, es imperativo que se tomen las medidas necesarias para el restablecimiento de su estructura física, sin el detrimento, claro está, de su espíritu ancestral.

 

 

[1] Término acuñado por Leonor Arfuch en su texto Memoria y autobiografía, 2013. Advierte Arfuch. “Más que indagar sobre la memoria- al amparo de un singular ya establecido- me interesaba lo “inolvidadizo”, según la feliz expresión de Nicole Lorax, aquello activo y punzante, performativo, capaz de conformar y subvertir el relato, de aparecer sin ser llamado” (p. 14).

[2] Por ejemplo, cuando un espacio, una estructura, un  lugar, desaparece, se lleva junto con él algo de nuestra biografía y, por ende, de nuestra subjetividad.

[3] Maya, R. (1969) Cuadros de costumbres. Cali: Carvajal & Compañía.

 

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