29 de julio de 1995. El cerco a los Rodríguez Orejuela se cerraba. Miguel, el hermano menor, sintió un dolor fuerte en el pecho, el brazo derecho paralizado, la falta de aire. A las 10 de la mañana de ese caluroso lunes les dijo a sus hombres que lo trasladaran inmediatamente a la Clínica de Occidente de Cali. En 30 minutos le aplicaron inyecciones, respiradores, y lo revivieron. Afuera su chofer, guardaespaldas y hombre de confianza, Jesús Zapata, vigilaba que no llegara el Bloque de Búsqueda. Unos movimientos sospechosos lo alertaron. Sacaron al capo en silla de ruedas. Cuando los 50 hombres del Bloque de Búsqueda llegaron a la clínica el hombre más buscado de Colombia después de la muerte de Pablo Escobar, ya no estaba. La policía buscó los registros de los 73 pacientes que estaban internados en la clínica. Cuarto por cuarto en los seis pisos de la edificación esculcaron. Durante dos horas la búsqueda fue incentiva. No encontraron nada.
Una de las razones de peso por las que Miguel Rodríguez Orejuela perdió su guerra contra el Estado fue su salud. Mientras estuvo en La Picota Miguel Rodríguez salía cada cierto tiempo a la clínica Shaio a hacerse continuos chequeos de presión circulatoria. Después fue trasladado a Valledupar, luego a la cárcel de Girón y de ahí fue trasladado, el 1 de marzo de 2005, a Puerto Salgar, a la base militar de Palanquero, de donde salió el 11 de marzom a las 2:35 de la tarde, a Estados Unidos. Antes de subirse al avión fue sometido a un exhaustivo chequeo. Nunca más regresaría a Colombia.
Miguel fue condenado junto a su hermano Gilberto el 26 de septiembre de 2006 a 30 años de cárcel. Además tuvieron que devolver propiedades que superaban los USD $3.000 millones. Al principio Miguel Rodríguez fue enviado a una prisión federal en el sur de la Florida, una cárcel de máxima seguridad. A comienzos de esta década lo trasladaron a una de mediana seguridad gracias a haber negociado con la justicia norteamericana. La Institución Correccional Federal Edgefield es su casa desde hace siete años. El penal alberga entre 500 y 549 reclusos. Ubicada en la frontera entre Georgia y Carolina del Sur, el ambiente es distendido y está lejos de tener la rigurosidad de otros penales donde ha estado el segundo hombre más fuerte del Cartel de Cali. Incluso allí se desarrolla un programa para rehabilitar adictos al alcohol y a las drogas. Los presos más notables que están en esa cárcel son el jamaiquino Cristopher Coke, capo de la banda Shower Pose que inundó de cocaína las costas de Florida, condenado a 30 años de cárcel; y Thomas Noe, recaudador de fondos del partido Republicano que canalizó dinero de manera ilegal dineros a la campaña de Bush. Está condenado a 18 años de cárcel.
Miguel Rodríguez se ha podido comunicar desde allí con relativa facilidad con sus familiares más cercanos, su esposa, la ex reina nacional de la belleza Martha Lucía Echeverry, y su hija Diana. Con sus otros dos hijos, Juan Miguel y Maria Fernanda, no ha tenido contacto en estos años. Ellos vivieron un tiempo ocultos en Buenos Aires. Juan Miguel está acusado de guardar varios narco bienes de su papá y su tío. También es señalado de haberse llevado $9.000 millones producto de la venta de los jugadores del América de Cali Pablo Armero, Fabián Vargas, Javier Reina, Brayan Angulo y Sergio Herrera. El poder que aún conservaría Juan Miguel se refleja en que, cuando la Selección Colombia que dirigía José Nestor Pekerman visitó por la eliminatoria al mundial de Brasil el Monumental de River, se le vio en los pasillos del estadio buscando entrevistarse con los jugadores.
A los 75 años Miguel Rodríguez Orejuela esperaba en su celda el milagro de salir con vida del cautiverio. Si las cuentas eran claras le faltaban otros diez años. En la madrugada del miércoles 17 de octubre un infarto lo sorprendió en su celda. No se tiene mucha información sobre su estado de salud pero el pronóstico no es bueno. Con su muerte se cerraría definitivamente uno de los capítulos más oscuros de la historia del país.