¡Atención políticos!
El próximo domingo nueve de abril no votaré en blanco, sino que, después de mucha reflexión, he decidido vender mi voto. Y lo hago porque es justo recuperar un poco la inversión de años y años de votar con el solo interés de aportar mi voz a la democracia colombiana.
Me harté de votar, como dicen, ‘a consciencia’. Es más, hoy pienso que nadie es más inconsciente que aquel romántico ciudadano que madruga a rayar un número buscando un país mejor. Eso ya lo hice y seguimos igual. Por ello, colombianos, me harté de regalar mi voto. Es mejor seguirle el juego a nuestros políticos: cojámosle los cincuenta mil pesitos que esos, finalmente, se ven más que las obras del gobierno Santos. Y, como suele pasar, nuestros políticos paguen o no paguen, siempre se pierden.
Para mí, aquel que espera un puestico en la alcaldía de su pueblo o un contratico de dotación de toallas higiénicas en centros educativos de la zona rural ¡Así hay contratos! ese, más que cualquier otro elector, es un hombre consciente. En Sahagún, por ejemplo, ciudad en la que he vivido toda mi vida, ambas cosas son muy comunes y los votos están más amarrados que los tamales que se reparten el día de la elección. Es decir, son votos con grado sumo de consciencia.
Un amigo decía una frase con la que, después de muchos años, he venido a estar de acuerdo. Él decía que vender el voto no es vender la consciencia, sino estrictamente el voto. La consciencia, cuestión más profunda que el simple acto carnal de rayar la cara de un tipo digitalmente perfeccionado, se superpone a este tipo de nimiedades y se introduce en el plano de lo eterno. Y seamos sinceros: nada es más fugaz que una elección. En conclusión: en este momento necesito unos pesitos y la forma más fácil de conseguirlos es por medio de mi voto.
De igual forma, si lo miramos con detenimiento, la plata que se utiliza para comprar votos es plata usurpada al pueblo, que salió de él y a él debe volver. Y yo solo veo, amigos míos, una forma de recuperarla: vendiendo el voto. Entonces, político, tú que la tienes, dámela acá.
Estoy seguro que después de leer esto saldrá más de un afectado a rasgarse las vestiduras y a decir que por eso es que la corrupción existe, que por eso es que los políticos no hacen nada, que así el pueblo nunca saldrá de pobre. Insulsez. Retórica inocua. Mejor dicho: simple habladera de paja. Yo sé por qué se lo digo. Yo soy, señor votante, la prueba patente de que votar desinteresadamente es tan inútil como los cuatro años de reforma legislativa del Congreso.
Explico lo anterior: la corrupción es inherente al hombre y si no me creen miren hacia España. Allá no se compra un solo voto y la corrupción los tiene carcomidos. Que los políticos no hacen nada, pues, ¿qué se puede esperar? son políticos. Esta gente compre o no compre votos, nunca hará nada. El mejor ejemplo de lo anterior es el Polo Democrático. Ellos nunca han comprado votos. Bueno, casi nunca porque aquí en Sahagún hace cuatro años los Moreno en asocio con Emilio Tapia se gastaron medio Carrusel de la Contratación en comprar los voticos de mis conciudadanos. Pero mi pueblo, en medio de su sabiduría y experiencia en el negocio electoral, cogió la plata y ¡chao! Y en cuanto a lo de que el pueblo nunca saldrá de pobre. La pobreza, como dice Calixto Ochoa, es un destino necesario. Así que nada: se vende el voto.
Te voy a hablar claro, político: yo te vendo el voto, pero no me vengas con eufemismos a decirme que tú no compras votos, sino que los financias o le das ayudas al pueblo. No señor, lo tuyo se llama compra y lo mío, venta. Pero tranquilo, que eso no importa, aquí lo importante es que tú la tienes y yo la necesito. Y otra cosita, tampoco me pidas que vaya a tus marchitas de apoyo, que si no hay Silvestre, Mister Black o Peter Manjarrés yo para allá no voy. Y por último, te aclaro algo, político: el hecho de que te venda el voto no me obliga a hacer parte de tu comité de aplausos. Eso que lo hagan los que esperan el puestico, yo solo quiero la plata. De ti solo espero los cincuenta mil pesitos.
¡Atención, colombianos!
Quiero vender mi voto. No se sorprendan, tampoco se aterren. Y como aún no aparece el comprador de mi derecho he puesto en el mismo sitio donde decía ‘Se vende hielo’ un letrero mucho más grande que habla de mi decisión de vender el voto.
Yo, queridos colombianos, voy a vender mi voto, porque si no la aseguro yo, otro lo hará. Pero no teman… el domingo de las elecciones, demócrata e inconsciente, madrugaré a ejercer mi sagrado derecho y, como suele hacerlo todo el mundo, votaré por quien a mí me dé la gana.
@victorabaeterno