Hace mucho no iba al cine. Me da mamera. Sale uno tarde en esta ciudad de frío y lluvia a tener que agarrar un taxi, con la sensación incómoda de agua en los zapatos y la náusea de haber visto una mierda. Hace mucho no iba a cine, ¿para qué? Tengo Netflix que acaba de estrenar Élite, tengo HBO con todas sus putas series. Sin embargo me invitaron anoche. Era La buena esposa. Glenn Close y Jonnatan Pryce. Bah! Debería ser una película más. Tenía ganas de crispetas acarameladas. Entré. Creí que me iba a dormir, pero no. No.
Joe Castleman no puede dormir. Espera una llamada desde Estocolmo. El teléfono suena en la madrugada. Se ha ganado el Nobel. Joan, su abnegada esposa, está feliz. Viajan hasta Suecia y en las horas previas a la entrega del premio se desata un infierno personal que recuerda al mejor Ingmar Bergman. Ella es la verdadera autora de las novelas. Ella fue quien le dio vida a unas historias planas o unos personajes acartonados, sin vida. Ella fue la que soportó las infidelidades constantes, la ninguneada, los aires de genio de un hombre mediocre que todo se lo debe a ella.
Es increíble que a sus 71 años Glenn Close no se haya ganado un solo Oscar. Ha sido nominada en cinco oportunidades, se ha ganado el Globo de Oro y el Tony, su actuación en Atracción fatal es recordada como una de las más intensas de la Historia del Cine, pero la Academia siempre le ha dado la espalda. En La esposa su cara es un paisaje que va cambiando a su antojo. El control sobre sus personajes es total. Las aspirantes a actrices deberían ver la película, no fijarse en el argumento, ni en los diálogos, concentrarse solamente en ver cómo los músculos de esta mujer cambian, se tensan, se relajan. A su lado está el señor Jonathan Pryce, quien se volvió famoso para los milenials por su participación en Game Of Thrones, podría también a aspirar a la nominación. Las feministas van a detestar a este usurpador, cínico y cruel papá y esposo. No se necesitan untarse las manos de sangre o degollar a alguien para ser un villano.
La buena esposa es una película más que digna. Tiene la osadía de burlarse de la solemnidad del Nobel, una institución arrasada por las acusaciones de acoso sexual por parte de sus miembros. Está tan bien contada que es inevitable no cuestionarse ¿cuántas mujeres habrán quedado eclipsada por culpa de sus maridos? ¿cuántas no habrán ayudado a forjar una obra sin esperar ni siquiera el reconocimiento? ¿Será La esposa una historia real?
Salí tan contento de la sala del cine que no me importó salir de noche a Bogotá y volver a mojarme con la eterna lluvia ácida que cae en esta ciudad post-apocalíptica.
