Recientemente tuve la oportunidad de visitar el Museo del Comunismo, ubicado en la ciudad de Praga, en la República Checa (Chequia).
Este país ha sufrido lo inimaginable por causa de su ubicación geográfica, su población multiétnica, el apetito de imperios y potencias; y recientemente por causa de la arbitraria división de la zona por las naciones que ganaron la Segunda Guerra Mundial, circunstancia que afectó a los pobladores de dos regiones muy diferentes en costumbres y creencias, forzándolos a vivir contra su voluntad en país artificial e imposible que durante 40 años se llamó Checoslovaquia.
Durante todo ese tiempo los habitantes de ambas naciones, la Checa y la Eslovaca, debieron soportar las imposiciones alucinadas de una élite gobernante obtusa y tan lejana de ellos como de su realidad. Moscú y Praga no solo están separados por más de 1900 kilómetros, sino por un abismo de sistemas de gobierno. Mientras los checos habían construido la economía más fuerte y pujante de la región a base de favorecer el emprendimiento y la iniciativa privada, los antecesores del socialismo del Siglo XXI llegaron con un manual de destrucción de la economía de mercado, insistiendo tercamente en su fracasada idea del control estatal de todo lo que se mueva en los territorios conquistados a la fuerza.
Fieles al manual que aún hoy en día sirve de guía a quienes insisten en autodestruirse, el politburó comenzó tranquilizando a la población, escribiendo sobre piedra que iban a respetar la propiedad y la iniciativa privadas. A este anuncio siguió el inevitable decreto que ordenaba la privatización de empresas con más de 500 empleados, jurando por todos los santos que no iban a tocar a las pequeñas y medianas empresas. Un año y medio más tarde, ya las empresas de todos los tamaños se encontraban o bien en control del Estado, manejados por los ignorantes apparatchik, o destruidas y liquidadas sin indemnización para sus propietarios.
Luego siguió el campo. Con la excusa de expropiar las tierras fértiles improductivas, los dirigentes de la Rusia Humana expropiaron todas las tierras, productivas o no, arrasando de paso al sector agrícola y convirtiendo al país pionero en la exportación de productos agrícolas en un importador desesperado por conseguir el suficiente alimento para garantizar que hombres y animales pudieran sobrevivir al invierno sin morir de hambre. Por fortuna en la Checoslovaquia de esos tiempos no se existían tierras aptas para el cultivo de aguacates.
Por fortuna en la Checoslovaquia de esos tiempos
no existían tierras aptas para el cultivo de aguacates
El resultado de imponer a la fuerza modelos fantasiosos de producción, basados en la utopía y en la aniquilación de la tierra mediante el uso excesivo de pesticidas; así como de todos los sectores de la industria y el comercio a base de expropiaciones paranoides supuestamente en beneficio del pueblo, fue la pauperización del país y sus habitantes, lo que contrastaba con el maravilloso mundo igualitario pregonado a los cuatro vientos por la propaganda estatal. Por fortuna para la región, la caída del Muro de Berlín significó el fin de la pesadilla de 40 años para el país, así como la división en dos estados con población afín, que ahora conviven en armonía y tratan de recuperarse de cuatro décadas de depredación y desastres. En palabras de uno de los sobrevivientes de esta catástrofe, fue una verdadera suerte que la tragedia del comunismo durara solo 40 años, ya que cuando por fin terminó todavía se encontraban con vida muchos de los industriales, agricultores, comerciantes y planeadores de la era pre soviética, quienes tomaron en sus manos la colosal tarea de reparar los daños que el experimento comunista había causado.
Debemos aprender de las dolorosas experiencias ajenas. Rusia anda en medio de una profunda crisis ya que no queda nadie que recuerde cómo se construye y se preserva una economía de mercado; Cuba tendrá el mismo problema cuando cambie de régimen; y si los venezolanos no se apuran van a quedarse físicamente sin gestores públicos y privados capaces, que reemplacen a la caterva de ignorantes y corruptos de charretera que hoy ocupan los numerosos ministerios que día a día se inventa el régimen para seguir contando con su apoyo.
Nuestro país no puede y no debe ceder a la tentación de hacer ese tipo de ensayos. No hay ninguna necesidad de jugar con nuestra frágil economía. Más fácil, más lógico y más seguro es seguir trabajando en corregir sus evidentes fallos para enmendar el rumbo.