Los coordinadores de los colegios son unos héroes que articulan la vida escolar tanto por dentro de la institución educativa como en sus relaciones con el entorno. Sin embargo, pareciera que no existen ni en el lenguaje del sistema educativo ni como propósito de investigaciones académica.
Dentro de las instituciones educativas todos saben que son personajes imprescindibles. Rector, docentes, estudiantes, padres de familia, voceros de la comunidad circundante, acuden a los coordinadores para que resuelvan todo tipo de líos cotidianos, incluyendo los de la violencia intrafamiliar o los de cómo sustituir a un profesor ausente.
Sin embargo, tienen a su cargo responsabilidades de importancia estratégica para la calidad de la educación en Colombia. Ni más ni menos, deben planear y organizar, entre otras cosas, la revisión y formulación del PEI (proyecto educativo institucional); diseñar y poner en marcha mecanismos para la toma de decisiones en la planeación y dirección del colegio; rendir informes sobre el desempeño académico de cada estudiante. Son responsables de las relaciones de los actores escolares con el entorno (comunidad, empresas); organizan las jornadas pedagógicas; responden por la ejecución de los estándares básicos de competencias, las mallas y orientaciones curriculares… El rosario de tareas sigue…
El de coordinador es un cargo en extremo exigente
y en cuyo desempeño hay peligro de que las responsabilidades estratégicas
se ahoguen en la resolución de toda suerte de chicharrones
El de coordinador es un cargo en extremo exigente y en cuyo desempeño hay siempre el peligro de que las responsabilidades estratégicas se ahoguen en la cotidianidad de la resolución de toda suerte de chicharrones.
Pertenecen, desde luego, al equipo directivo de las instituciones educativas. No obstante, quizás comenzando por el nombre mismo, coordinadores, se disuelven frente a otras categorías que claramente pertenecen al mundo de la educación, como “rector”, “docente”. Comprometidos como los que más en la marcha de los colegios, tienen un nombre ocupacional que comparten con cualquier rama de la producción de bienes y servicios. Hay coordinadores de logística, de comunicaciones, de campañas políticas, de transporte. En fin.
Hay meritorios premios al maestro y al rector, pero no al coordinador. No son reconocidos.
Un elemento, por cierto de gran arraigo en la cultura colombiana, se refiere a considerar el cargo actual como paso previo a mejores destinos. Así, el cargo de coordinador es visto por muchos como escalón para convertirse algún día en rector. Nada de extrañar en un país en el que ser ministro (o ministra de educación), con excepciones, ha sido apenas un preludio a otras aspiraciones.
Otro aspecto, muy de la norma criolla, es que, además de las tareas que, por ley, les corresponde, deben ejecutar aquellas que el rector a bien considere. Una dosis de azar encontrar la dosis de pertinencia adecuada…
Hay, en fin, una crisis por la mezcla de lo urgente con lo importante, de las responsabilidades misionales asociadas a la calidad de la educación con los problemas del día a día. Dificultades emocionales de niños y jóvenes, la relación entre directivas y maestros, la construcción de relaciones con la comunidad…
Los coordinadores han comprendido que juegan un rol de “sandwich” entre los diferentes actores, con las tensiones asociadas a las relaciones entre rectoría y docentes, o las que se presenten, por ejemplo, entre sindicatos y autoridades de la institución.
Hay, en fin, una crisis de identidad por la forma en que los coordinadores deben desplegar su trabajo. Resolver dicha crisis es tarea del sistema educativo en conjunto, aunque los coordinadores mismos deben jugar el papel determinante. Son líderes que deben promover algo que se llama el liderazgo distribuido, orientado a generar la capacidad colectiva de innovar, de afrontar riesgos, de producir cambios que, finalmente, se traduzcan en que Colombia cuente con excelentes ciudadanos, aquellos que la sociedad del conocimiento y el siglo XXI reclaman.