Venezolanos y colombianos somos un solo corazón
Opinión

Venezolanos y colombianos somos un solo corazón

La tragedia que espera a los pueblos de Venezuela y Colombia es inimaginable. La guerra fratricida que pretenden corporaciones y banqueros es cuestión de dementes

Por:
septiembre 28, 2018
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El asunto de Venezuela adquiere caracteres muy peligrosos. Lo veíamos venir, es cierto, pero el haberlo previsto no dejaba de hacer parte de la posibilidad. Ahora en cambio, considerando el cariz que adquieren los hechos, es obligado reconocer que las cosas se han tornado gravísimas. Lo que está de por medio es cuestión de vida o muerte.

Desde luego que si alguien de izquierda asume una posición, y más si proviene de un movimiento armado como lo fueron las Farc, de inmediato se dirá que se trata del punto de vista de un mamerto, carente por tanto de objetividad, viciado de unilateralismo y cargado de pasión clasista. Colgado el estigma, cualquier reflexión valdrá un simple cero a la izquierda.

Afirmaré inicialmente algo que choca de plano con lo políticamente correcto. Los titulares con los que se presenta a Venezuela, su revolución y su gobierno, no se corresponden para nada con la realidad que se vive en el hermano país. Ahora se quiere hacer creer a todo el mundo que el chavismo representó un imperdonable error histórico.

Venezuela, desde los tiempos de la dictadura de Juan Vicente Gómez, se convirtió en la dispensadora de enormes ganancias para las compañías norteamericanas que saqueaban impunemente su riqueza petrolera, con la complicidad y beneficio de una clase política apátrida y corrupta. Su economía rentista representó un doloroso lastre para el país.

Cuando en 1989 el pueblo del país hermano se rebotó por cuenta del hambre y la situación económica angustiosa que padecía, la respuesta de su gobierno democrático fue la matanza de miles de ciudadanos que fueron baleados, encarcelados y torturados de manera brutal. Nadie denunció tal crimen ante alguna corte internacional.

 

 

Mienten de modo descarado quienes nos pintan que Venezuela
era un país dichoso, pujante en progreso, con una economía afortunada
y las más sanas costumbres políticas.

 

 

Mienten de modo descarado quienes nos pintan que Venezuela era un país dichoso, pujante en progreso, con una economía afortunada y las más sanas costumbres políticas. La verdad se trataba de un país apropiado por verdaderas mafias bipartidistas, que hacían del erario público su botín diario, al tiempo que reprimían y asesinaban la inconformidad social.

Fue ese pueblo el que libró la histórica batalla electoral que llevó a Hugo Rafael Chávez Frías a la presidencia. Contra todos los pronósticos nacionales y extranjeros. Desde Norteamérica hasta el sur del continente, los amos del capital y de la tierra sintieron que se les abofeteaba en el rostro. Y desde entonces se propusieron hacer fracasar el proyecto bolivariano.

Les resultaba imposible admitir que una nación latinoamericana y un pueblo en su parecer ignorante, se decidieran a prescindir de ellos, de las políticas de latrocinio dictadas por la banca internacional, pero sobre todo que aspirara a asumir el control directo de su riqueza petrolera, por encima de la oposición que pudieran hacer las grandes corporaciones mundiales.

Todos en América y el mundo fuimos testigos del golpe del 11 de abril de 2002, cuidadosamente planificado por el gobierno de George Bush y los más estirados sectores oligárquicos de Venezuela. Ellos planearon la masacre con francotiradores de la que luego culparon a Chávez. El apoteósico levantamiento popular les aguó la fiesta y volvió a poner las cosas en su sitio.

¿Qué presidentes latinoamericanos levantaron su voz para denunciar la infamia? Y cuando sobrevino el paro petrolero, dirigido por sindicalistas corruptos, que entonces sí fueron presentados por la prensa neoliberal como auténticos trabajadores, ¿quiénes salieron a repudiar la parálisis económica que condenaba a todo un pueblo a las más angustiosas carencias?

Aquí, hace unos meses, los pilotos de Avianca fueron convertidos en bandidos. ¿Quién defendió su justa causa contra un poderoso multimillonario? Sin importar que el chavismo triunfara en casi 20 procesos electorales calificados por la fundación Carter como los más transparentes y limpios del mundo, todos acusaron a la revolución bolivariana de atropellar a la democracia.

Y todos, los gringos con sus bloqueos financieros, comerciales y sanitarios, los gobiernos  neoliberales del continente, las mafias binacionales de contrabandistas, los empresarios venezolanos acaparadores y especuladores, la gran prensa internacional, la OEA y las bandas paramilitares de narcos se empeñaron en hacer imposible la obra de gobierno chavista.

La mayor reserva petrolera del mundo está en Venezuela. ¿Qué importa por ello matar de hambre a su pueblo para tumbar su gobierno? Los fabricantes de armas se regodean, Colombia adquirirá equipos antiaéreos por miles de millones de dólares, al tiempo que asegura que no hay recursos para la paz. Lo que planean encender Trump y sus secuaces es un horror sin nombre.

La tragedia que espera a los pueblos de Venezuela y Colombia es inimaginable. Que los venezolanos solos arreglen su problema es lo justo, son un país soberano. La guerra fratricida que pretenden corporaciones y banqueros es cuestión de dementes. Como no consiguieron sacar a Maduro pese a tanta manipulación, decidieron apelar a la muerte en masa de dos pueblos hermanos.

No podemos permitirlo. Venezolanos y colombianos somos un solo corazón.

No podemos permitir que nos embarquen en un conflicto sinsentido a dos pueblos hermanos. Foto: La Cháchara

 

 

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