Conocí el mundo de los casinos hace diez años y de tanto apostar caí en la ludopatía (enfermedad que consiste en la incapacidad para controlar el juego). Todo lo que recibía de sueldo me lo gastaba en casinos y en mi mente se arraigó la idea desesperada de apostar gruesas sumas de dinero para recuperar las pérdidas.
Llegué a un nivel de endeudamiento y de desesperación tan alto que me alejé de mi familia, de mis amigos y perdí mi empleo. Aun así quería continuar apostando, imaginando que con un golpe de la suerte cambiaría toda mi vida.
Ante las constantes pérdidas y la degradación como consecuencia del juego compulsivo busqué ayuda en un grupo de jugadores anónimos, comunidad anónima que no tiene registro legal y ofrece ayuda “gratuita” a los jugadores compulsivos adictos a las apuestas.
Me dirigí a un grupo ubicado en la localidad de Kennedy. Allí varias personas que tenían la misma problemática de apostar compulsivamente comparten semanalmente sus experiencias y esperanzas, se apoyan en literatura y en un programa de recuperación de doce pasos. Todo esto me ayudó a detener la obsesión por el juego y las apuestas.
Al poco tiempo encontré un buen empleo, mejoró mi vida familiar, pagué gran parte de las deudas contraídas por el juego y conseguí un pequeño capital que me permitiría vivir con total comodidad, sin apostar y sirviendo en la comunidad.
Lamentablemente uno de los líderes del grupo de la localidad de Kennedy al enterarse de que tenía algo de dinero, y abusando de la confianza depositada en él, me dijo que le prestara para unas inversiones que iba a realizar en unos locales de motos que tenía.
Ante la propuesta que parecía seria, y al entender que esta persona llevaba más de diez años sin apostar (según él), le presté mis ahorros de varios meses de esfuerzo y de trabajo.
Este líder de la comunidad empezó a incumplir con la devolución del dinero, a sabotearme en público por cobrarle y a refugiarse en el anonimato de la comunidad para cometer sus fechorías.
Más grave fue la situación cuando al hablar con otras personas de la comunidad me manifestaron que el líder del grupo de Kennedy también les pidió fuertes sumas de dinero prestado y que por la confianza e ignorancia le prestaron dineros que jamás devolvió.
Al indicarle al grupo las fechorías que cometía el líder el rechazo por denunciar estas irregularidades fue total, tanto así que los dos líderes del grupo de Kennedy me expulsaron de la comunidad.
En conclusión, no vuelvo a confiar en “comunidades espirituales” de garaje que buscan aprovecharse de las necesidades emocionales de las personas para socavarles dinero. No solo perdí mi plata en los casinos, sino también me estafaron en el lugar donde fui a buscar ayuda “gratuita” para detener el problema del juego compulsivo.