Conocí a Carilda en la ciudad de sus grandes afectos, Matanzas, Cuba, donde era una emblemática expresión cultural de la Universidad Camilo Cienfuegos. Su fallecimiento ha conmovido no solo a Matanzas y la isla, sino a los pueblos del mundo que la conocieron.
Al preguntarle recientemente sobre ella a nuestra amiga la periodista Nuria Barbosa León, del periódico Granma, me expresó que, pese a sus condiciones longevas, se encontraba en buenas condiciones. Pocos días después regresó a Cuba y le conmovió el doloroso impacto de su muerte.
En la Casa de las Américas habíamos escuchado su poesía en la sala Ernesto Che Guevara, donde no faltó el poema Me desordeno, amor, me desordeno, condenado al ostracismo cultural durante los tiempos de Batista, según nos comentaba el rector de la Universidad Teodoro González.
Mileydis Hernández, universitaria matancera, me la presentó. Era el año del más agudo bloqueo, 1994, conocido como el “Periodo Especial”, cuando llegué por primera vez a la patria de Martí.
Sus cuarenta libros se reeditaron en Nueva York, Colombia, España, Argentina y las principales ciudades del mundo.
Fue invitada de honor por el presidente Fidel Castro Ruz, dadas sus altas calidades humanísticas y literarias, a la recepción que le ofreciera a García Márquez para festejar sus setenta años.
Como se recuerda, el Nobel y Fidel Castro sostuvieron una fuerte amistad, unida por los lazos de la literatura, el rechazo al bloqueo y la búsqueda de la paz para Macondo.
Autora del Canto a Fidel, escrito en 1957, reveló el periódico digital Tv Yumari, edición del 5 de septiembre del 2018, que cuando lo escribió no pensó en las consecuencias y expresaba textualmente: “… no me importó, pero mi mamá lo leyó y empezó a llorar diciéndome que si yo me había vuelto loca. Si Batista descubre, me dijo, que una muchacha tan joven le escribe a ese hombre, su terrible enemigo, no te van a dejar viva, porque Batista es un tremendo asesino. Aun así, con todos esos peligros, lo envié a la Sierra Maestra”.
"Me parece imposible que haya muerto (refiriéndose a Fidel), siempre pensé, y quise, morir primero que él".
Durante su larga existencia dejó una prolífica vida de reconocimientos nacionales y extranjeros.
Tenía una personalidad altiva, fraterna, generosa y con enorme sentido del humor. Nos privilegió con su amistad. Las tertulias que sostuvimos con el Rector González y estudiantes universitarios perdurarán para siempre.
Carilda, transgresora de la moral menguada y timorata, afirmaba, en uno de sus conversatorios: “…creo que el poema, concentra la sensibilidad estética del alma y de la piel, está hecho de palabras pero supera la palabras, es un desenlace profano que exalta la celebración de los sentidos y otorga la oportunidad de darle justificación a las sorpresas que nos ofrece la vida”.
El fino acento sensual que caracterizó su literatura le dio espléndida luz a su obra y demostró que con la fuerza lírica la mujer podía alcanzar insospechados lugares de respeto, desmitificar el erotismo y colocarlo a la altura de la dignidad humana en los territorios del amor y del cariño.
Fueron frecuentes, en diferentes años, los conversatorios en la Universidad y en su casa, sitio de agradables encuentros fraternos.
Desacralizó dogmas, valores patriarcales dominantes y con fina ironía, trabajó por la independencia de la mujer, desbrozando prejuicios morales y sociales.
Postuló nuevos cánones estéticos y plasmó mensajes librepensadores, fascinantes y libertarios en sus poemas.
Trató e hizo amistad con Hemingway, Rafael Alberti, Gabriela Mistral, Nicolás Guillen, Lezama Lima, Benedetti, Roberto Retamar y el dramaturgo Sergio Corrieri. Casada varias veces, fue defensora de la feminidad y la libertad de elegir.
Carilda Oliver Labra, solía decir, a propósito de su poema universal: ‘‘Muy jovencita escribí el tal ‘Me desordeno, (cuando tenía 24 años), y la gente siguió desordenándose por su cuenta, pero me han echado la culpa a mí de todo”.
En su hogar, la novia eterna de Matanzas y la isla, ha cumplido, a los 96 años, con plena lucidez, una ordenada cita con la muerte.
He aquí su más conocido poema:
Me desordeno, amor, me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
Salan Aleikum.