Los excesos que sacaron a Pékerman de la Selección Colombia

Los excesos que sacaron a Pékerman de la Selección Colombia

Desde antes de empezar el mundial se sabía que una parte del Comité Directivo de la Federación, encabezada por Álvaro González, no quería más al argentino

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septiembre 04, 2018
Los excesos que sacaron a Pékerman de la Selección Colombia

La convocatoria de Miguel Ángel Borja, Cristian Zapata y Abel Aguilar, que llegaron tocados a Rusia, alborotaron aún más el avispero. Al regresar del mundial, a pesar de la fiesta que se vivió en el Campin organizada por el patrocinador Águila, disimulaba la verdad: Pékerman tenía los días contados en la selección. Sumado a que la Federación tomó muy mal el desinterés del argentino en su continuidad. Nunca presentó un informe final de la actuación de Colombia en el campeonato del mundo, y tampoco demostró algún indicio de apartar a Lezcano del entorno de la selección.

Es por eso que hoy, en las instalaciones de la Federación Colombiana de Fútbol, en el barrio La Castellana de Bogotá, terminó un ciclo de 6 años en donde Colombia clasificó a dos mundiales consecutivos y logró su mejor figuración de la historia siendo quinto en Brasil 2014. Esta la historia del técnico argentino:

Nacido en un pueblo perdido de Argentina, Pékerman arrancó vendiendo helados en la calle cuando tuvo que abandonar el futbol por una lesión cuando jugaba en el Medellín y terminó manejando un taxi hasta que encontró su camino como entrenador.

José Néstor Pekerman tenía 28 años cuando los ligamentos de su rodilla derecha se le rompieron. Había jugado poco más de cien partidos con el Deportivo Independiente de Medellín y ya se había ganado a la exigente afición del poderoso de la montaña. Pero la rodilla le dijo no más y allí estaba, impotente y pálido, pensando en que tendría que volver, que a pesar de que la dirigencia antioqueña le había demostrado todo el respaldo necesario para que continuara el contrato mientras efectuaba su recuperación, él renunciaba al club porque tenía la certeza de que ya nunca más sería el rendidor volante de marca que había sido.

Regresó a Buenos Aires con la frustración de saber que ya no volvería a jugar un partido de alta competencia y con Vanessa, la hija que había nacido en su periplo colombiano. Era 1978 y la dictadura de Videla había hecho del Mundial en la que la Argentina sería anfitriona, una cortina de humo para ocultar las vejaciones que los militares desplegaban a lo largo y ancho del país.

Las oportunidades laborales que podía tener un ex futbolista en la Argentina de la dictadura de Videla eran escasas, así que literalmente pintó su auto y lo disfrazó de taxi. Así mantuvo a su familia durante dos años, mirando con angustia, rabia e impotencia cada vez que por accidente sus ojos se encontraban con uno de los tantos potreros que había en esa época en la ciudad fundada por Pedro de Mendoza.

No era la primera vez que la desgracia se cernía contra Pekerman. Siendo apenas un niño tuvo que ver cómo su familia salía por problemas económicos de Dominguez, un pequeño poblado en la Provincia de Entrerrios habitado en su mayoría por inmigrantes judíos que habían huido del antisemitismo que se destilaba en la Rusia de Stalin. Dejó amigos y un amor que apenas germinaba. Dejó las calles en donde jugaba y su querida escuela. Sin salir de la provincia su familia se ubicó en el puerto de Ubicuy, al pie del caudaloso río Paraná, en donde su padre, Óscar, puso un bar en donde los turistas irían a calmar su sed. Pero el negocio nunca resultó y los Pékerman tuvieron que volver a empacar.

José era un niño laborioso que, aunque estudiaba y le encantaba jugar al fútbol, ayudaba a su familia en vacaciones vendiendo, junto con su hermano, helados en las polvorientas y ardientes calles del despoblado puerto. No había cumplido 15 años cuando el estruendoso fracaso del bar, obligó a su familia a marcharse de nuevo. Esta vez buscarían el éxito en Buenos Aires. Para lograrlo su papá puso una pizzería en donde José hacía los domicilios. En las escasas tardes en que quedaba libre el jovencito le daba a la pelota. Jugaba tan bien que un día, mientras disputaba un partido en la cancha de Martín Colorado, su barrio, contra la novena división de Argentinos Juniors, el técnico del club se fijó en el férreo volante y le ofreció ingresar a la institución. En una primera instancia el muchacho dijo que no, alegando que su padre lo necesitaba para hacer los mandados de la pizzería, pero Óscar, entendiendo que el futuro de su hijo no sería el de ser un domiciliario, le apoyó su decisión de empezar una carrera en el futbol.

Una carrera exitosa que lo llevaría a salir de su país, a jugar con el Deportivo Independiente Medellín, pero que se terminaría muy rápido.

Él sabía que lo de manejar un taxi sería apenas un episodio que después contaría con una sonrisa cruzándole en la cara. Los vínculos que lo unían con Argentinos Juniors, el club que lo descubrió como jugador, eran estrechos. Le ofrecieron en 1982 hacerse cargo de las divisiones inferiores del bicho. Su labor fue tan buena que tres años después, en 1985, el humilde club ganaba la copa libertadores con una plantilla cargada de juveniles que, como Fernando Carlos Redondo y Claudio Borgui, había salido de la labor de Pékerman.

Su talento para descubrir a jóvenes estrellas se confirmó cuando, en el 2003, recién salido de su labor como adiestrados de selecciones juveniles de Argentina, descubrió en España a un rosarino de 15 años que estaba a punto de aceptar el ofrecimiento de España de conformar la sub-20. Inmediatamente lo vio llamó a Hugo Tocalli, su amigo y sucesor en la juvenil para decirle que llamara de urgencia al crack. A pesar de que los plazos para hacer la convocatoria se habían cumplido, organizaron un amistoso en Rosario contra Paraguay. El partido iba dos goles por cero cuando Tocalli decide ingresar al menudito jugador. Esa tarde, Lionel Messi, poniéndose por primera vez la camiseta albiceleste, convertiría seis goles. José siempre tiene la razón.

José Néstor, hoy, puede decir, con toda seguridad, que ninguna de las desgracias que ha sufrido lo han logrado vencer, que gracias a su mentalidad y a su trabajo honesto e incansable, ha podido convertir sus reveses en victoria. Se despide de la Selección Colombia, pero no por haber fallado en lo que más le gusta: el fútbol.

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