Lo único que se sabe es que todo se resolvió rápidamente y con chistes del secuestrado: “me botaron por insoportable”. “Es más, debería estar todavía allá porque era un fin de semana bien bonito”. Y hasta hubo un acto de bacanería: sus captores le dieron 20.000 barritas para el taxi. Conclusión: el secuestro terminó con final feliz y todo el mundo contento: el Gaula, la Policía, el alcalde Alex Char y la familia Acosta. Pero en Barranquilla las cosas no se quedan ahí: apareció doña Duda y la orquesta La Especulación empezó a sonar. Esto sin perjuicio de cómo las autoridades, con helicóptero y todo, se movilizaron para dar con el paradero del secuestrado. Algo que merece un aplauso pero que ha generado una pregunta que ya se volvió recurrente: ¿si el secuestrado no tuviera los carros de alta gama del señor Fito Acosta, incluyendo un Lamborghini, la autoridades se habrían movilizado de igual manera?
De acuerdo a los hechos que se conocen hasta el momento, el viernes por la mañana la pareja iba muy feliz en su camioneta blindada cuando un presunto retén (“con motos nuevas como las de la policía”, según el secuestrado) lo detuvo y se lo llevó. El viernes a las 6:30 de la tarde apareció su esposa, y el sábado, en taxi, llegó a su casa el señor Fito Acosta bien vestidito y sin ojeras. Según el secuestrado, sus captores eran personas muy profesionales, y asegura que lo tuvieron por los lados del barrio la Pradera. Huelga decir que el señor Fito Acosta es un empresario nuevo en Barranquilla, pues su inmobiliaria MetroArea está desde el 2014. Y es el mismo que aparece en un video en YouTube contando millones de pesos y diciendo que son para las “ putas de esta noche”.
En Barranquilla los secuestros, por supuesto, no son el pan de cada día. De los años 80 hacia atrás se decía que en Curramba nadie se atrevía a secuestrar porque secuestrado y secuestradores terminaban en parranda, y si el secuestro iba en serio, alguien terminaba sapeando el plagio. Pero la cosa se puso maluca, cuando el 6 de junio de 1999, secuestraron al finado concejal Orlando “el cachaco” Rodríguez, junto a su hijo, Boris, por los lados de la Ciénaga del Torno. Y otro dos secuestros ocurrieron en el Atlántico pero que tuvieron eco en Barranquilla: el de la exdiputada Betty Echeverría de Daníes (1992) y el del diputado del M-19 Gregorio González (1999), quien fue vilmente asesinado por sus captores.
Lo que sucedió con el señor Fito Acosta debe ser aclarado lo más pronto posible, y Gaula, Policía y Fiscalía deben proceder con todo el rigor para que las especulaciones no terminen enseñoreándose del caso. Si el retén de la policía fue cierto, entonces la misma institución debe aclarar el hecho, porque casos se han visto de policías comprometidos en episodios más graves, pero si se comprueba que no había ningún retén por el almacén de PriceSmart, entonces quiere decir que la autoridad brilla por su ausencia y que los bandidos andan como Pedro por su casa en una ciudad que todo lo ve y lo escucha. Igualmente, el empresario Fito Acosta ha tomado tan folcloricamente su secuestro que uno no sabe si es producto de su bacanería o hay algo bizarro en el asunto.