¿A dónde irán los besos que guardamos, que no damos? Canta el español Víctor Manuel. Ahora, la pregunta relevante en este contexto se la hace Darío Jaramillo mientras abre una nueva camisa blanca ¿Y a dónde se van los alfileres?
Diana Beltrán es una artista bogotana que afirma que para hacer una obra le ha toma 39 años en hacerla. Toda la vida de experiencia. Como antecedente tenemos el diagnóstico de “Prosopagnosia o agnosia facial que es la ceguera de las caras no está relacionada con la inteligencia general, la atención, la memoria y la capacidad cognitiva. A menudo, aprender más sobre su trastorno y descubrir que no están solos resulta un gran alivio para estos enfermos” dice Wikipedia. Diana Beltrán retoma esta experiencia para crear su especial lenguaje propio.
Diana Beltrán expone su obra en la Galería CasaCano. Acá podemos ver un buen trayecto de su obra como fotógrafa que busca la tridimensionalidad mientras alfileres de acero niquelados le otorgan el sentido de profundidad al espacio. O, como ella lo comenta: “busco la expansión del espacio fotográfico”. Con los alfileres que tiene cabecillas, también dibuja caras o sostiene círculos que arma de nuevo para entender otra realidad donde el ojo es su órgano más expresivo y el dolor su mayor preocupación. Además, porque le interesan las dualidades: belleza-dolor o lleno-vacío, colectivo-individual, indiferencia-diferencia, furia-apatía, lápiz-alfiler, línea-sombra.
Comenzó su trabajo recortando círculos exactos a sus fotografías mientras descomponía la apariencia de la realidad y la devuelve en sus ensamblajes armados con sus alfileres que sostienen las partes de la imagen que responden a la proyección de una luz. Y una caja de luz en donde dibuja un rostro con alfileres es su último trabajo.
Todo este ejercicio trata de perder la forma para volver a encontrar la imagen. Para esto, el fondo tiene que ser limpio y en acrílico. Material en donde la artista perfora pequeños agujeros que serán la guía de su mapa corporal armado con alfileres niquelados. Estos también tienen su propia expresión a medida que no van siendo rectos. Tal y como aparecen en la caja de votación donde crea un cubo y que lleva el como nombre Catacresis Cubo I. Metáforas del político corrupto que como aparece en el libro tercero de la Retórica de Aristóteles observó que toda metáfora surge de la intuición de una analogía de cosas disimiles.
Por otro lado, se encuentran las “líneas suspendidas” recorta y arma la gestualidad del cuerpo y deja en el vacío de algunas partes que las une con el fondo y para dejar en su alfabeto de formas de la deconstrucción.