En su hogar debe existir una formación, con firmeza al concepto de autoridad y respeto. Trae también como derivativo lógico la capacidad reducida del dominio sobre sí misma y la insuficiencia para la función razonadora. Queda así, pues, en la persona una situación desventajosa que no corresponde a las complicaciones y problemas de la vida, sus dificultades para afrontar la turbación del ánimo. No repara medios de defensa por dañina que sea su índole.
Escribo de la prostitución como una “profesión”, función laboral, modus vivendi, aquello cuyo destino las llevó al oficio, o como las llaman hoy: “trabajadoras sexuales”. No del otro tipo de “prostitución”, que es por placer, voluntad fisiológica o hiperestrogénia. Esas usan un lecho ajeno al propio por ese instinto mundano sin llegar a amar al compañero y cambiándolo indistintamente, sin apego tierno, afectivo, sino únicamente por lo pasional y erótico. Disfrutando, ellas sin importarles su hogar y a su compañero ocasional, dejando que la lleve su egoísmo placentero, desconociendo los sentimientos ajenos.
La separación de la familia que sufre la cortesana por la prostitución es de consecuencias fatales. Ella se crea circunstancias especiales que le imprimen lentamente una nueva personalidad moral, ya que sucede en los años en que más precisa la orientación paterna y que se hace desde todo punto de vista indispensable en el encause de la voluntad y de los sentimientos humanos.
Es en esta época, cuando se aprende en familia, conscientes lo que cultiva de sus padres, la noción perfecta de respeto y autoridad que se utilizará más tarde como fundamento para formar el comportamiento y regular la conducta en las relaciones sociales.
La falta de modelación oportuna a que nos referimos no deja esta afirmación la experiencia cotidiana del sujeto joven que sustraído prematuramente por la deserción u otro motivo de la función ejercida por el respeto paterno, sin recibir la represión de su autoridad
Siendo así el fenómeno es todavía más vulnerable la mujer, que con mucha frecuencia muestra un ánimo cambiante, como si una fuerza dominadora actuará en su interior y cuyas causas quizás radiquen en los imperativos biológicos que la gobiernan.
Puede imputársele, a la “prostitución”, en cuanto extravía la obra educativa de la familia, la casualidad de las infracciones y hechos antisociales cometidos por las cortesanas, que tengan su origen —en gran parte— en el desarrollo ignominioso de su oficio.
La percepción que la sociedad tiene de la mujer es lo que domina en parte el extravió licencioso a muchas de ellas que se dejaron llevar por la concupiscencia.