A Angélica Lozano se le había ocurrido primero. En el año 2000, recién graduada de derecho de la Universidad de la Sabana, recogió 1 500 000 firmas para obligar al Congreso a emitir una ley contra la corrupción. No funcionó, no le pararon bolas, era demasiado joven. Casi veinte años después y de la mano de su pareja estuvo a 400 000 votos de conseguirlo. El listón era demasiado alto: 12 120 000 personas votando para combatir la corrupción es demasiada para un país dominado desde el 2002 por el uribismo. Fue una victoria, no hubo duda. Angélica, siempre eclipsada por el ego desmesurado de su pareja, se hizo al margen. Los reflectores cayeron sobre la señora López que está obsesionada con ser el reemplazo de su mentor, Enrique Peñalosa, en la Alcaldía de Bogotá.
Una de las razones por las que pensé hasta último momento votar en la Consulta Anticorrupción fue la bocaza de Claudia López. La admiré profundamente cuando era una valiente y brillante investigadora de la fundación Arco Iris, cuando formó parte del grupo de la Séptima Papeleta, el movimiento estudiantil que impulsó con fuerza la Constitución de 1991. Cuando se pasó a la política ya no me gustó tanto. Sus ganas de protagonismo son casi enfermizas y la superioridad moral con la que levanta su índice para acusar a sus colegas, los políticos, cada vez me dan más náuseas.
La exsenadora cada vez se parece más
a una de las congresistas que más dice detestar,
María Fernanda Cabal
La exsenadora cada vez se parece más a una de las congresistas que más dice detestar, María Fernanda Cabal, aunque, en honor a la verdad, la senadora del Centro Democrático no se ha retractado tantas veces como Claudia López quien en una entrevista en la W Radio dijo que Sergio Araújo, excandidato a la alcaldía de Valledupar, era testaferro de Jorge 40. Unos meses después tuvo que retractarse ante la Corte. De retractación también se fue cuando afirmó, sin pruebas, que el senador del Cesar José Alfredo Gnecco y el Representante por la Guajira Antenor Durán, eran el brazo político del temible Marquitos Figueroa y le tuvo que pedir disculpas públicas a Sigifredo López por haber desligitimado en Twitter su condición de víctima de secuestro.
La prudencia, precisión y rigor que tenía en su época de investigadora son cosas del pasado. Ahora es una política ambiciosa que quiere tomar como trampolín para la alcaldía de Bogotá el éxito de la Consulta Anticorrupción. Por eso es que el lunes en el programa de Vicky Dávila salió a cobrar cuentas a Gustavo Petro, quien le pidió más compromiso en la campaña y ese mismo día empezó a enervar redes con sus trinos contra el registrador denunciando, otra vez sin pruebas, un supuesto fraude.
Sabemos del esfuerzo que hizo para recolectar las más de 4 000 000 de firmas, que convenció a buena parte de los 45 000 voluntarios que salieron en la calle a predicar el evangelio anticorrupción, sabemos todo eso, pero yo, ni buena parte de los más de 11 millones de colombianos que salimos a votar por la Consulta lo hicimos por ella. Lo hicimos como un deber moral para intentar acabar el cáncer de este país, la corrupción. Que ni piense la señora López que tiene renta para llegar a la Alcaldía de Bogotá. Mi candidato, desde ya, es Hollman Morris, uno de mis héroes periodísticos, el hombre que conmovió al país con Impunidad, el documental que desenmascaró la farsa uribista de la Justicia y Paz. Pero tiene hambre y se le nota. Por eso fue el martes en la mañana al Congreso, para que pareciera que ella habría presionado a Iván Duque para hacer pasar los siete puntos de la consulta, cuando unas horas atrás el propio presidente había convocado la gran reunión que se realizó en la tarde del miércoles 29 de agosto.
Mejor que no hable tanto la senadora López, que por culpa de su incontinencia verbal deje de convertir éxitos inobjetables como los 11 650 000 votos que obtuvo la consulta en derrotas de opinión insinuando, otra vez irresponsablemente, que hubo fraude. A la que quisiéramos escuchar más es a Angélica Lozano, siempre clara y consecuente, pero ya sabemos quién es la que manda en la relación.