Ojalá el propuesto por el presidente Duque en el discurso inaugural de su gobierno fuera, en verdad, un Pacto por Colombia, y no lo que verdaderamente se va a protocolizar, que corresponde literalmente a su propuesta: un pacto de clase.
Un pacto de clase, cuya particularidad esencial es que será claramente ideológico y político: “gobernar superando las divisiones de izquierda y de derecha”, y para nada social, que es el que demanda el país con carácter prioritario.
Eso, ese, el pacto político, es lo importante, lo fundamental, lo imperativo para el Gobierno, porque es sobre su lomo encallecido que cabalgará sin los impuestos tropiezos que suele provocar esa oposición política de coyuntura, de mínima cuantía, horra de principios, que se reproduce en el Congreso de la República y ceba su reelección en las sobras de una mermelada contaminada de corrupción, de la que en campaña dijo Duque erradicaría por “extorsiva” y porque quiere una “política sin monedas por debajo de la mesa”.
Por si nos quedare duda acerca de la variable predominante en este pacto de clase, la política, acabamos de ser testigos de uno muy vernáculo: el de la protocolización de la trinidad perpetua Gaviria – Uribe – Pastrana, y viceversa, como adelanto de la que ya asoma en el horizonte de nuestra historieta política nacional: la del desenlace en “reconciliación” del largo entremés, Uribe – Santos – Uribe, y viceversa.
El que con mayor urgencia convoca, el pacto de yo con yo,
con y entre los mismos,
para detener el ascenso del proyecto incluyente promovido por Petro
Y el que con mayor urgencia convoca, el pacto de yo con yo, con y entre los mismos, para detener el ascenso del proyecto de pacto social incluyente promovido por Petro, y refrendado por 8 millones de colombianos.
En tal, va a concluir, colombianos y colombianas, el “gran pacto nacional”, que Duque circunscribe, para darle el pincelazo social de rigor, a empleadores, trabajadores, sindicalistas, educadores, estudiantes, y para nada extiende a ese vasto sector de colombianos excluidos y marginados por desigualdades e inequidades de todo tipo, tanto sociales como políticas, económicas, de género, cada vez más crecientes y asfixiantes de su condición humana en nuestras ciudades y campos.
Son esos compatriotas los que ya, de manera perentoria, demandan la construcción y ejecución de un gran pacto social por Colombia, para comenzar a saldarles la morosa deuda social, al igual que política, restablecimiento de derechos sociales y económicos inalienables, conculcados históricamente por el Estado y por la sociedad, solo que la verdad verdadera de cuánto va ocurrir en materia de tan superior y colectivo interés será otra y no ésta, que es la que demandan fervorosos del Presidente Duque.
Cuanto se avizora en el inmediato horizonte, y como remedo de otro histórico “gran pacto por Colombia”, político claro, es la puesta en escena de una reedición del Frente Nacional con animadores cuya estatura apenas si acusa trasuntos con la que tuvieron Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez.
Artífices de aquel “reparto igualitario de la administración del Estado”, del poder, entre liberales y conservadores, a la vez que parteros de la más denigrante aberración política que registra nuestra historia: la exclusión política ignominiosa del derecho a elegir y ser elegido; a profesar libremente el credo político que a bien tuviere el ciudadano y a ejercerlo con absoluta libertad de conciencia, y lo más caustico: a castrar nuestra incipiente democracia al reducirla e inmovilizarla en sus dinámicas incluyentes y pluripartidistas.
En tanto se cuece a altas temperaturas el pacto nacional convocado por Duque, ¿por qué no se ha puesto en marcha el pacto para detener el genocidio de líderes sociales propuesto por el Procurador General de la Nación?
¿Por qué?
Poeta
@CristoGarcíaTap
