El mandato contundente de cerca de 12 millones contra la corrupción abre la posibilidad de despolarizar la confrontación política que hemos padecido en los últimos cuatro gobiernos y de la cual también estamos hastiados. El impulso conjunto del gobierno del presidente Duque y de las fuerzas políticas que promovieron la realización de la Consulta, al igual que la valoración positiva de sus resultados, indican que es posible una acción política no polarizada y el logro de acuerdos fundamentales en medio de las diferencias y la independencia.
El presidente Duque como jefe de Estado y representantes de las fuerzas políticas que lo eligieron y Claudia López como máxima dirigente de las fuerzas políticas que lideraron el claro mandato ciudadano en contra de la corrupción tienen en sus manos la posibilidad de iniciar una nueva era en las relaciones políticas entre gobierno y oposición.
La convocatoria del presidente Duque a todos los partidos y al comité promotor de la Consulta para “analizar juntos lo que viene en la agenda legislativa para enfrentar a los corruptos con toda la determinación”, constituye un gran paso en la dirección correcta. De igual manera la decisión de Claudia López de aplazar la presentación de siete proyectos de ley anticorrupción para buscar un entendimiento y unificación de esfuerzos con el Gobierno Duque suma esfuerzos a la búsqueda de un entendimiento
Este empeño político por su transcendencia enfrenta enormes desafíos y dificultades. Para el presidente dos son los desafíos y dificultades mayores. En primer lugar, lograr el respaldo unificado del Centro Democrático y del presidente Uribe, quienes asumieron una cerrada oposición a la consulta, contrariando el apoyo inicial dado. El Centro Democrático prefiere el trámite de leyes anticorrupción en el espíritu y conveniencia de los partidos de la coalición de gobierno e imponer sus mayorías y criterios en contra de los sectores de oposición y cualquier acuerdo.
La segunda dificultad, de no poca monta, es la esperada oposición de la clase política tradicional a la eliminación de las listas abiertas y su reemplazo por listas únicas y cerradas de partido, un gran nido de corrupción, como lo propone el presidente Duque en su proyecto de reforma política presentado al Congreso el pasado 10 de agosto. Los empresarios inversionistas de la política prefieren el actual sistema electoral, un orden de cosas que les permite hacerse elegir corrompiendo al elector, utilizar cuantiosos dineros en la compra de votos y la entrega de dadivas y el corolario obligado de busca recuperarlos vía saqueo de los recursos públicos a través de sus redes de corrupción. La limitación de la elección a tres periodos y la rebaja de sueldos a los congresistas provocan también resistencias corporativas de no poca monta entre los directamente afectados.
El respaldo brindado a la consulta y la reiteración de su compromiso con el mandato anticorrupción amplían el margen de maniobra de Duque para enfrenta a la clase política y sus intereses corporativos, en sus manos está fortalecer sus vínculos con el movimiento ciudadano.
Pero las dificultades no solo las tiene el presiente Duque, también las fuerzas políticas de oposición que lograron movilizar a los millones de colombianos contra la corrupción.
La principal dificultad es superar la forma tradicional como la izquierda y el centro izquierda han ejercido la oposición.
Tradicionalmente, en la izquierda principalmente, ha predominado el “maximalismo oposicionista”, que se caracteriza por una oposición per se, por principio, que se limita exclusivamente a ejercer una labor de denuncia sistemática, pero que se niega a cualquier acuerdo o negociación por el prurito de que “no debemos entregar nuestras banderas como oposición al régimen, “nuestra labor no es ayudar a embellecerlo.”. Los representes de la oposición por principio no distinguen un gobierno de otro, todos les parecen y los asumen como iguales, “Santos es Uribe Tres” afirmaron en su momento.
El desafío para las fuerzas políticas que respaldaron la consulta
es evitar la tentación de creer que los cerca de 12 millones que acogieron su llamado
son una cauda electoral que puede ser utilizada y aprovechada
La labor de simplemente denuncia y la negativa a pactar acuerdos con el gobierno y las demás bancadas políticas resultaría una estrategia estéril, matar el tigre y asustarse con la piel. Muy purista y radical sí, pero una frustración para todos los colombianos que están cansados de la corrupción, pero también de las denuncias sempiternas, sin que pase nada. Mucho ruido y pocas nueces. El país espera medidas y acciones concretas y quiere ver a los corruptos en la cárcel y que sean destruidas sus redes de acción corrupta. Quiere que el gobierno identifique rápidamente a los funcionarios corruptos y los castigue ejemplarmente, como ocurre en la mayoría de los países donde los dineros públicos son considerados sagrados e intocables. En China, por ejemplo, los funcionarios corruptos son condenados a la pena de muerte y en los Estado Unidos algunos delitos contra el tesoro público son castigados con cadena perpetua. En Colombia las penas contra un corrupto son irrisorias, casi que son una invitación a delinquir. Pasar tres años en la cárcel y luego salir horondamente a disfrutar de lo robado resulta un buen negocio, un riesgo que muchos han corrido sin que les pase nada o muy poco.
Otra dificultad y desafío para las fuerzas políticas que respaldaron la consulta es evitar la tentación de creer que los cerca de 12 millones que acogieron su llamado son una cauda electoral que puede ser utilizada y aprovechada. La opinión pública recibiría un tal proceder como un comportamiento oportunista y electorero. Esa ciudadanía libre merece ser respetada. Cada día trae su afán. Lo que se impone ahora es el fortalecimiento y respeto de este poderoso movimiento ciudadano que rodeado de un cerco de hostilidades logró interpretar el querer de millones de colombianos.
Este gran hecho político requiere continuidad. La deliberación y movilización ciudadana de respaldo al trámite de las leyes anticorrupción ayudarán a vencer las resistencias esperadas de los sectores que prefieren convivir con la corrupción, de quienes prefieren las miserias del actual orden de cosas que abrirle a paso a un nuevo país sin corrupción, pues no se le escapa que “un cambio siempre deja el camino abierto para el establecimiento de otros”.