¿Será que vamos a acabar en una bicicleta repartiendo productos para plataformas como Rappi? En Estados Unidos la demanda por trabajos de bajo pago en lugares como bodegas y restaurantes está aumentando, en cambio muchos trabajos tradicionales de clase media de manufactura están disminuyendo; aunque de igual forma la demanda por puestos bien pagados que requieren muchas actividades técnicas como programación se incrementan. De los primeros ya se ven varios en nuestras ciudades, personas a las que los aplicativos o Apps mandan a comprar cosas que nunca han visto en su vida, y cuyo valor sobrepasa muchas veces el dinero que obtendrán por una semana de trabajo.
Estoy a favor de estos nuevos Apps que le consiguen más clientes a médicos, manicuristas, masajistas, profesores y lavadores de carro entre otros, usualmente con servicio a domicilio, conexiones entre oferta y demanda que son los principales desarrollos que se están presentando dentro de los emprendedores tecnológicos en el país, y con resultados muy prometedores. Los clientes solicitan estos servicios principalmente por la oportunidad y ventaja de no tener que trasladarse en nuestras caóticas ciudades donde más de una “vuelta” al día es para titanes. Cada vez vemos más motos y bicicletas de repartidores con chalecos de diferentes colores, muchas veces por zonas peatonales, y aunque entiendo que el modelo está basado en el concepto de que cada repartidor es responsable de respetar las vías, considero que las empresas dueñas de las plataformas o los organismos de tránsito deberían exigirles más en el respeto vial antes de que nosotros, los peatones, acabemos por los aires con una bicicleta que viene en contravía o mirando el mapa en su celular.
Sobre los puestos bien pagados en tecnología, en Colombia hay un déficit de ingenieros en sistemas y telemática que se estima ronda los 95 000 este año, por lo que, si como política de país no fomentamos este tipo de estudios desde los colegios, quitándole el miedo a las matemáticas, no podremos aprovechar las ventajas tecnológicas y continuaremos rezagados económicamente, exportando principalmente productos básicos o commodities como ha sido nuestra historia.
El caballo de batalla de Trump ha sido la recuperación de los puestos de manufactura, de volver a la economía del hierro y el acero. Ya estamos viendo los efectos económicos esta guerra comercial, un rifirrafe de subida de aranceles que con seguridad no traerá nada bueno a largo plazo. Esta no es una opción a la que nosotros podamos recurrir. Lo cierto, es que no existe mucho desacuerdo en que la tecnología está cambiando las habilidades y ocupaciones en demanda, y que estas continuarán incrementando las desigualdades en ingresos.
De acuerdo con un análisis de la OCDE el 14 % de los empleos de sus países miembros, (donde desde este año estamos incluidos) son “altamente automatizables”, lo que significa que su probabilidad de automatización es del 70 % o superior. Según el estudio, el riesgo de la automatización no se distribuye equitativamente entre los trabajadores, las ocupaciones con la mayor automatización estimada son aquellas cuyos operarios generalmente solo requieren un nivel de educación básico o bajo. Esto también significa que los efectos de la automatización se sienten desproporcionadamente por los jóvenes. Los investigadores señalan que, aunque suponemos que los jóvenes están mejor preparados para adaptarse a las nuevas tecnologías, casi el 20 % de las personas de 20 años o menos en los países de la OCDE trabajan en trabajos poco calificados, como limpieza y preparación de alimentos, mientras que el 34 % servicios personales: todos los trabajos susceptibles de sufrir automatización.
La economía naranja, tan fomentada por el presidente Duque,
o economía creativa a partir de industrias culturales y entretenimiento,
requiere de lo digital y de conocimiento tecnológico
Es probable que la inteligencia artificial y la robótica frenen la movilidad social. Esto se debe a una serie de factores superpuestos, incluido el hecho de que aquellos con trabajos mal pagados tienen menos probabilidades de volver a capacitarse para nuevas profesiones y porque es probable que la automatización mate a muchos trabajos rutinarios que fueron escalones en carreras profesionales para personas con poca educación. La escalabilidad laboral es más viable en empresas de manufactura que en la de servicios, allí la persona entra como operario y a medida que se capacitaba en su actividad, asciende a supervisor, luego director y algunos llegan a la gerencia. En las empresas de servicios este ascenso no es tan fácil, un operario de Tostao, repartidor de Rappi, un cajero del Exito o D1, difícilmente ascenderá en la organización, puesto que para eso tendría que capacitarse en habilidades diferentes a las de su trabajo diario.
La pregunta, por lo tanto, no es el número de trabajos, sino la calidad de trabajos, que debemos generar. La desigualdad raramente disminuye a no ser que se tomen medidas a nivel de gobierno. Este es un llamado a promover en la juventud las habilidades tecnológicas que necesitarán para participar de la nueva economía. La economía naranja, tan fomentada por el presidente Duque, o economía creativa a partir de industrias culturales y entretenimiento, requiere de lo digital y de conocimiento tecnológico. Sin esta rueda, difícilmente ese coche naranja logrará los objetivos propuestos.