La mediana conservación arquitectónica del centro histórico de Popayán no obedece a un ejemplar sentido de pertenencia por parte de sus habitantes, sino más bien a una falta natural de espíritu empresarial, lo cual ha evitado que se destruya. Sucede como con los cordobeses en España, quienes demuestran una antigua vocación natural para ejercer de historiadores, poetas, filósofos y místicos, porque además de contar bien las historias y reflexionar sobre el pasado no saben fungir en otra cosa.
Sin embargo, es bien sabido que todo gran vacío viene acompañado por un talento excepcional. Y hay que reconocerles a los descendientes de los seis nobles capitanes conquistadores que llegaron a Nuevo Reino de Granada que tienen otro tipo de inteligencia, la cual sería capaz de enloquecer a Howard Gardner.
La inteligencia que traigo a colación puede ser según el místico Deepak Chopra la máxima expresión de todas las demás inteligencias juntas. En Occidente los antiguos griegos y romanos podrían decir que quien la ostenta está tocado por Zeus o Júpiter. Y me atrevo a decir que antes de Cordovez Moure y Rafael Pombo los cachacos no sabían reír.
En el presente escrito pretendo rescatar algunos finos destellos de esa inteligencia de la “muy noble y muy señorial villa de Yerras”, ciudad donde aún habita el conde don Bautista Mosquera y Figueroa, quien hizo arrodillarse a Fanny Mikey en el teatro Guillermo Valencia; del antropólogo Hernán Torres, Ph.D., quien hizo una fiesta a la usanza de la Edad Media para condecorar a dicho conde; y donde está, según Efraim Martínez, enterrado don Quijote:
I - La Ubre de Satanás. En "Satanás", periódico que circulaba por el pequeño infierno a mediados del siglo XX, según sus autores de manera irregular o “solo cuando se le daba la gana”, Gerardo Castrillón, su director se ganó una golpiza por una hilarante publicación. Cuando se casó el ilustre pero muy humilde señor, don Benjamín Iragorri con doña Pepita Diez Mosquera, la rica heredera de don Manuel María Mosquera, Castrillón escribió unas infamantes líneas: “En Popayán todas las familias ordeñan a las 5 de la mañana, menos los Iragorri que ordeñan a las Diez…!”.
II – Los últimos segundos de don Guillermo León Valencia. Corre una leyenda a la que hay que dar credibilidad porque seguramente es falsa, la cual dice que cuando murió el presidente Guillermo León Valencia en Nueva York, dejó su último aliento en los brazos de una prostituta. Y que cuando las autoridades indagaron a esta sobre lo que había pasado, la meretriz solo supo decir: "Yo pensé que Mr. Valencia se venía, pero lo que se estaba era yendo" (!).
III – Submarino. Decía mi bien amada Claudia Sofía Mosquera que "no hay nada peor que un tonto con iniciativa". Venezuela ofrece un buen ejemplo de esto. En Popayán también hemos tenido muestras de este tipo de iniciativas y de manera superlativa: Un hombre conocido por sus dotes de idiota, llamado Marino, apareció un día cualquiera acompañado de su hermano que resultó dando pruebas fehacientes e incontrovertibles de ser más tonto que él. Los payaneses no tardaron en darle su "bautizo de fuego" llamándole desde entonces, ¿adivinen cómo?, "Sub-Marino" (!).
IV - La Perversión del Canto a Popayán. El gran novelista y bardo francés Víctor Hugo decía que “el que estudia en París es parisino”. Yo creo que el que estudia en Popayán es payanés. Aquí presentamos una versión del “Canto a Popayán”, oda del maestro Guillermo Valencia Castillo, realizada por el estudiante valluno Rafael Duque Naranjo, nacido en Sevilla, Valle hacia 1939, quien cursó al parecer la carrera de ingeniería en la Universidad del Cauca:
“Oh Popayán, cual escondida oruga/ entre las hojas verdes de la higuera / pueblo infeliz como una madriguera/ a todos los cretinos que subyuga / les dedico este poema. / Pueblo de leyendas y consejas / de placas y vetustos caserones/ donde “lo ponen” las chicas y las viejas/ y donde todos los maridos son cabrones. / Aquí hay la tradición vulgar, grosera/ de rendirle piadoso y fiel tributo / a los sucios calzoncillos de Mosquera/ y a la verga feroz del ‘pueta’-puto. / La misma calle con la misma puta / la misma puta con la misma cara / y en el “morro” el alcalde como siempre/ ensartado en la “polla” de un cacorro./ Este pueblo quizás amañador/ pero ¡ah ‘jarto’ que se está volviendo / cuando no hay entierros o temblor/ están en procesión o está lloviendo./ Adiós pueblo infeliz, villorrio e'lara/ en llamarte ciudad metí la pata/ ¡Oh inmensa procesión de malparidos…!”.
V - La vuelta al mundo en 80 segundos. Mucha gente alardeaba alrededor del pintor Gustavo Hernández Vélez, como si se tratara de los herederos de Henrik Jeppesen, de sus viajes por el mundo; y Hernández les dijo que en sus últimas vacaciones había ido hacia Viña del Mar y Veracruz, “saliendo del muelle internacional de Piendamó”… Pero que decidió ir hacia Milán a descansar en Capri… Que su viaje empezó por la Frontera después de visitar Zaragoza; que ahí transbordó hasta Aranjuez, y gozó de Toledo y de Navarra; y que siguió su viaje hasta la bella Suiza pasando por Lisboa y Ginebra; y que todo cambió, cuando apareció una mujer que tenía la sensualidad de la Dánae de Klimt, la mirada de la Betty de Lynch y la elegancia de la Wendy de Devas(!); entonces, cuando todos estaban boquiabiertos con la magnificencia de su historia, les contó que la siguió en un largo periplo hacia la antigua Germania sin que ella se diera cuenta, llegando hasta Egipto… “y de ahí, a dos cuadras, la buseta nos dejó en la Candelaria” (!).
Naturalmente, esa fue una granada de fragmentación de la que nadie se repuso.
VI - El general Mosquera y su sobrino Julio. Llegó alguna vez una comitiva ante el general Tomás Cipriano de Mosquera para informarle que su sobrino el poeta Julio Arboleda estaba cometiendo desmanes: actos crueles y brutales contra gente inocente. El general les dijo primero: “Ese Julio no parece sobrino mío…”. Y asomando una sonrisa socarrona sentenció: “¡Sino hijo!”. La comitiva lógicamente se desarmó.
VII - Otra del general Mosquera. “Mi general Mosquera, el general José Hilario López acaba de fallecer en Campoalegre”. Mosquera preguntó a su informante si López se había confesado antes de emprender el gran viaje. Ante la negativa de este dijo: “Ese López…¡Pendejo hasta pa’ morirse!”.
Said so.