Hoy hace parte del menú político comparar la habilidad tanto del socialismo para instaurar el capitalismo, tanto como del socialismo para desinstalar el capitalismo. Putin vivo y Deng Tsiao Ping cazando ratones con gatos grises en alguna parte conforman la carta. Trump se peina.
Lo que no está claro es si lo que nos regresa al capitalismo desde el socialismo puede llamarse también revolucionario, es decir, ¿podrán seguir llamándose Rusia, y China y, cercanamente, los cambios de nuestra constituyente de 1991; y mucho más cerca, los que serán votados con la nueva constitución cubana, revolucionarios?
Hay un amplio espectro de análisis allí de cara a los cambios que respondieran a las nuevas fases oligárquicas defendidas por Donald Trump y su cauda de somnolientos republicanos. Obviamente en todos ellos opera, como diría Einstein a propósito de la gravedad, el fenómeno local o, dicho de otra manera tan afín a su pensamiento, las relatividades específicas.
En el caso colombiano han sido tantos los ataques y reformas enganchadas a la Constitución de 1991 que pudiera decirse que la derecha se volcó contra ella, según cambiaba la relación de fuerzas nacional o internacional; eso, mientras la izquierda nunca más ha tenido vigor suficiente para imponer nuevos avances. Las reformas de aquella constitución fueron un toque a rebato de tal magnitud e intensidad que no ha habido ninguna conmoción de la fenomenología política, llámese 11S por ejemplo, que no haya sido aprovechada para denigrar de aquella composición sinfónica de fuerzas coaligadas, de manera tal que los avances del desarrollo capitalista no nos ha traído más democracia, si no menos; lo cual, nos tiene cabalgando sobre una paradoja sistemática. Vamos como sobre un caballo en que unas veces la tejuela de la silla mira hacia la cabeza y otras mira hacia sus ancas, eso sin que el repleto pocillo de café caliente de algunos de sus galanes derrame una gota.
En el caso de Trump, a voz en cuello perora que son sus reformas impositivas las que han aclimatado un rápido crecimiento, y no las reformas de defensa estratégica que instauró Obama que, estuvo así pensado, actuarían en el largo plazo. Eso aunque el regreso a la liberalidad de los controles financieros augura una nueva y mucho más profunda crisis. Pero ya se sabe cómo salvarla: se recurrirá a los bienes del estado. Así, cualquiera hace capitalismo. Pero tienen el poder y pueden hacerlo impunemente. Recordemos con sorna que en algún momento Marx se puso de moda en Wall Street. Obsérvese que hoy también es posible advertir que Trump hace el peor capitalismo, el que se niega a pagar las externalidades negativas de su polucionante instauración hegemónica que nos han metido de cabeza en el cambio climático; aun teniendo a mano las bases tecnológicas y de formación de capital para superarlo. Es indudable que nada de eso es revolucionario. Luego, hay un espacio cada vez mayor para el florecimiento de fenómenos y procesos de cambio en el corazón mismo del imperio.
Pero, ¿qué es lo que ha estado haciendo la izquierda entonces? Es decir, además de discutir interminablemente. Parece que una luz diferente se está dando con la llegada de una fulgurante líder en los Estados Unidos. “Cuando Alexandria Ocasio-Cortez, miembro de los Socialistas Democráticos de América (DSA), ganó las elecciones primarias del Distrito 14 de Nueva York en junio, inmediatamente se convirtió en un símbolo del futuro potencial del Partido Demócrata”. La esperanza real es que el pragmatismo visceral de los norteamericanos, que suponemos impregna a la Ocasio-Cortez, nos permita vislumbrar algo más que oír discursos. El partido que lidera Ocasio-Cortez cohabita con el Partido Demócrata, en relación incestuosa todavía no llegada a los altares, pero aprovechará las elecciones de mitaca para decirnos qué tantas veces en lo sucesivo podrán irse a la cama sin rubor.
En nuestro medio el partido Alianza Verde nos ha prometido poco menos que un “gobierno en la sombra”, tras lo cual se esperaría que diseñaran un Plan Nacional de Desarrollo alternativo, pues su oposición amenazó establecer controles ministerio por ministerio, siendo ello una osadía en Colombia. Digamos que tiene con qué hacerlo si a Antanas Mockus no lo remueve demasiado cruelmente el Parkinson. Del lado de Colombia Humana no se escucha todavía algazara alguna que corresponda a los vítores de 8 millones y más de votos. Con semejantes antecedentes debemos de creer que saldrán con algo pero ¿con qué? ¿Cuál es el espectro de propuestas alternativas?
Digamos de entrada que ninguna podrá llamarse revolucionaria, al menos no en los términos en que después de la caída de Rusia y China se permita. En términos cosmológicos diríamos que China y Rusia han puesto a la humanidad de este lado del horizonte de sucesos. Aun andando a la velocidad de la luz tendremos esperanza de ver, ya no la singularidad anterior al Big Bang, pero por lo menos si el origen de las galaxias. Y en medio de esa inmensidad cósmica bien podremos organizar todavía cómo giran los planetas.
Cuando la segunda vuelta Colombia Humana se avino a firmar en piedra una serie de acuerdos pues era inminente que Gustavo Petro podía ganar. Partamos pues que se pretenderán solo reformas no necesariamente constitucionales; en tanto la derecha gobernante hará oposición al anterior gobierno y, ni más faltaba, a la inefable Constitución de 1991. Entonces digamos que la izquierda colombiana se centrará, siquiera, en la defensa de la Constitución de 1991 y la defensa de la paz. Y con eso tendríamos aclarada una parte del panorama. Y ¿pare de contar? ¿Qué más hay?
¿Si miráramos hacia Ocasio-Cortez tendríamos algún aliento para insertarnos en algún debate de derechos de nueva generación, nuevos modelos económicos, que enfrenten el agresivo movimiento oligárquico internacional populista? Podría ser útil una corta exploración.
Observemos lo que dice "la candidata al Senado del estado de Nueva York, Julia Salazar, quien le dijo a Jacobin en una entrevista reciente, 'No hay duda que tenemos que expandir y financiar de manera integral la red de seguridad social, pero si lo hacemos sin alterarla' las estructuras más básicas que restan poder a las personas y las mantienen en la esclavitud asalariada, nunca veremos un cambio social a largo plazo".
Es indudable que esto hincaría una estaca en el corazón del capitalismo y aunque todavía queda en el aire cómo vencer dentro de la legitimidad la esclavitud asalariada a través de cambios en la red de seguridad social, siquiera se plantea el debate mucho más cerca y concretamente. ¿Será un problema técnico de actuaría y matemáticas financieras? Bueno, aquí hay una perla que rescato: Jacobin es una revista de los socialistas democráticos que todavía en Colombia ni siquiera soñamos tener, es decir, tienen dónde dar sus debates internos y hacerse oír por diferentes caudas ahora en mitaca. ¿Nos la prestarían para animar un consenso internacional?
El caso es que Trump ha estado haciendo lo contrario con equivocaciones garrafales sin rubor, permitiendo mirar de cerca qué no debe hacerse, y eso ya es ganancia. Trump profundiza la esclavitud asalariada sin reacciones masivas en contra, pero si se hiciera adversativamente, ¿cómo es que ahí si provendrían reacciones masivas? Financiar reacciones masivas es negocio para el capital que el asalariado jamás contrarresta. Ni siquiera tiene un medio para divulgarlo.
En el caso colombiano, ¿cuál será la propuesta opuesta al ataque inminente y devastador contra el régimen pensional cuyos fondos ya casi festinan? ¡Festinan para producir más esclavitud asalariada! ¿Se profundizará impunemente la esclavitud asalariada en Colombia aunque ocho millones y más de votos no lo respaldarán?
Entonces las tareas deben ir mucho más allá de aquella pedagogía de nuestra historia política que expuso Gustavo Petro en su campaña. Para conocernos más a nosotros mismos nada hay más útil que la lucha: haciendo propuestas, induciendo reformas sin rubor, sin olvidar que incluso iríamos contra molinos de viento.
Nota. Citas sobre Ocasio-Cortez y Julia Salazar son del Washington Post: “emocratic socialists are conquering the left. But do they believe in democracy? Traducido por Google como Los socialistas demócratas están conquistando a la izquierda. Pero, ¿ellos creen en la democracia?